domingo, 19 de abril de 2015

Una tienda a su puerta



 “¡ZAFACÓN!” “¿Qué fue eso?” le pregunté a mi esposa a la vez que me incorporaba de repente en la cama. “¡Zafacón!” “¡Ahí está otra vez!” Miré el reloj... las cinco y treinta de la mañana. Todavía aturdido del sueño, salí de la cama y me asomé por la ventana. Me asombré al ver a un hombre delgado, de poca estatura, andando por la acera con cuatro cubos para basura hechos de metal galvanizado atados alrededor de los hombros con un cordón. Cuando volvió a llamar “zafacón” (que en la República Dominicana y Puerto Rico quiere decir cubo de la basura), me di cuenta de que estaba pregonando sus mercancías.
Esa fue mi primera experiencia, pero no mi última, con los vendedores ambulantes de Santo Domingo. Acabábamos de llegar la noche anterior.
En ciertos países de Occidente se acostumbra hacer las compras en un supermercado local o en un centro comercial. Pero aquí en Santo Domingo, muchos prefieren quedarse en casa y dejar que la tienda venga a su puerta.
El hombre que vende huevos llega antes del desayuno. Puede que lleve amontonados sobre la cabeza 10 ó 15 cartones de huevos, cada uno con 30 huevos. A pesar de esta carga mantiene un paso bastante rápido y ni siquiera usa las manos para estabilizar su torre de huevos. ¡Imagínese lo que sucedería si tropezara! Pero no parece que se le ocurra semejante peligro al portador de esta carga y rara vez quiebra siquiera un huevo.
Entre los comerciantes que venden sus mercancías en las calles el platanero es el más común. Cuando hay una abundancia de este fruto y se vende a precio barato, es casi tan común en la dieta dominicana como la porción diaria de arroz y frijoles. Es posible que el platanero también venda mandioca o yuca, una raíz feculenta que sirve bien de sustituto para las patatas y por lo general es más económica.
¿Qué necesita para su ensalada? Dentro de poco pasará la marchanta y la oiremos cantar “¡verduras!” Lleva sobre la cabeza un receptáculo de madera largo y rectangular lleno de toda clase de legumbres verdes, hierbas aromáticas y tomates. Cuando parte del mercado temprano por la mañana con este receptáculo lleno de verduras, puede que éste pese 14 kilos o más.
“¿No le da dolor de cabeza o le duele el cuello después de llevar tal carga toda la mañana?” le pregunté recientemente a una mujer robusta.
“Ciertamente que sí al principio, pero después de poco uno se acostumbra a ello,” fue su respuesta. Me quedé admirado ante el montón de alimentos frescos que llevaba posados sobre la cabeza y pensé para mí que más valía que fuera la cabeza de ella y no la mía.
Además de un sinnúmero de víveres —legumbres, frutas, pollos vivos, pescado— hay muchas otras cosas que uno puede comprar en su propia puerta. ¿Necesita un espejo, o se interesa en adquirir una maceta fuerte para su begonia? Solo hay que estar atento a oír el vendedor; pasará dentro de poco. ¿Qué le falta para su costura? Pronto la tienda de costura vendrá con tela, hilo, dedales, cremalleras, botones, broches y así por el estilo. Otro mercante puede venir vendiendo prendas de vestir de hombres y mujeres, tanto ropa interior como exterior. Una variedad de artículos de uso doméstico estarán incluidas en las mercaderías de otro vendedor.
Hay la probabilidad de ver cochecillos de niños repletos con todo, desde horquillas y tenacillas u otros dispositivos que las mujeres usan para rizar el cabello y hasta libros y revistas que se ofrecen de venta, canje o alquiler. Sí, uno puede alquilar un libro, ahí mismo en su puerta, por tanto al día o semana.
Hasta diferentes clases de servicios están disponibles en su puerta. Si se le ha tapado el sumidero o se le ofrece algún otro servicio de cañerías, el cañero ambulante pasará a su tiempo. Manténgase atento para oír su llamada. ¿Tiene cuchillos o tijeras que necesitan ser afilados? Esté atento para oír el silbido que sube la escala y luego la baja. Así es como el afilador anuncia su presencia. ¿Necesita reparos su paraguas? El paragüero tendrá gusto en componérselo cuando dé su vuelta diaria. ¿Qué hay del tacón que perdió, o ese agujero en la suela de su zapato? El zapatero ambulante tendrá gusto en reparárselo.
Los métodos que los buhoneros o vendedores ambulantes emplean varían. Cada uno es característico del artículo o servicio que se presenta y lo describe acertadamente. Algunos mercaderes ambulantes tienen una voz que parece difundirse por kilómetros. Hay una mujer que vende guisantes desvainados a quien se puede oír por varios minutos antes que llegue a la puerta. Si ella estuviera frente a una casa en que usted estuviera platicando, su voz podría ahogar por completo toda la conversación. A fin de que se les oiga, algunos vendedores colocan su mano a unos dos centímetros y medio de la boca para desviar el sonido alrededor de las esquinas, por detrás y por arriba. Algunos buhoneros utilizan sistemas megafónicos que funcionan con baterías.
Ya han pasado más de cinco años desde que llegamos aquí. Los vendedores ambulantes han dejado de ser una novedad para nosotros. Pero todavía apreciamos lo práctico y lo conveniente que es el que una tienda venga a nuestra puerta.


Seguridad ahora y para siempre



Nuestro Creador, quien conoce el valor de todo, inspiró a ciertos hombres a ofrecer el siguiente consejo: “El que confía en sus riquezas . . . él mismo caerá.” (Pro. 11:28) “No vence el rey por su gran ejército, no escapa el soldado por su mucha fuerza.” (Sal. 33:16, Nueva Biblia Española) “Los caballos no sirven para salvar a nadie; aunque son muy poderosos, no pueden salvar.” (Sal. 33:17, Versión Popular) Con razón Jesucristo declaró: “Aun cuando uno tenga en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.”—Luc. 12:15.
Claro está que, debido a que nos hallamos en un ambiente de delincuencia que va empeorando, quizás tengamos que tomar ciertas medidas prácticas para proteger nuestra vida y nuestras posesiones. Pero tenemos que reconocer que, a lo más, estas medidas son solamente provisionales y de ninguna manera nos garantizan la seguridad. Lo que realmente deseamos es tener la certeza de que ningún conjunto de circunstancias externas podrá causarnos daño duradero. ¿Es posible vivir con tal confianza? ¿Hay alguna fuente de fortaleza y autoridad que pueda hacer que nuestro modo de vida sea seguro ahora y hasta para siempre? ¿Podemos vivir en seguridad aun bajo la amenaza de la violencia, la escasez de alimento o el desplome económico?
Se identifica la verdadera seguridad
Considere lo siguiente: ¿Por qué podían dejar sus hogares y aldeas sin protección alguna las familias del Israel de la antigüedad y viajar a Jerusalén para sus fiestas religiosas aunque su nación estaba rodeada de naciones enemigas? ¿Cómo sucedió que cuando Jerusalén se vio bajo la amenaza de ser sitiada por el poderoso ejército asirio no se derramó ni una sola gota de sangre israelita y sin embargo murieron 185.000 soldados enemigos en una noche? (2 Rey. 19:32-35) ¿Cómo pudo una nación de más o menos tres millones de hombres, mujeres y niños vivir por 40 años en un “desierto grande e inspirador de temor, con serpientes venenosas y escorpiones y con suelo sediento que no tiene agua”?—Deu. 8:15.
Jehová, el Dios de ellos, Creador de todas las cosas, era quien les estaba haciendo segura la vida. Resultaba ser exactamente como lo había declarado por inspiración el salmista David: “En paz ciertamente me acostaré y también dormiré, porque tú, sí, tú solo, oh Jehová, me haces morar en seguridad.”—Sal. 4:8.
¿Duda usted que Jehová Dios, nuestro Padre celestial, cuide de nosotros en el siglo veinte de la misma manera que cuidó de los israelitas allá en la antigüedad? Suponga que el presidente del banco de su localidad le dijera a usted: “No se preocupe de nada. Solo déjeme saber lo que necesita, y yo me encargaré de ello.” ¿No bastaría tal promesa para aliviar su preocupación en cuanto a disfrutar de seguridad? Por supuesto, no es muy probable que el presidente de un banco pudiera dar tal garantía. Sin embargo, Jehová Dios ha asegurado a todos sus siervos fieles que él se encargará de todas las necesidades de ellos. (Mat. 6:31-33) Podemos tener plena confianza en esto porque el Altísimo siempre cumple su palabra, como lo demuestran los ejemplos del pasado y el presente.—Jos. 21:45.
El sabio rey Salomón llegó a reconocer el valor limitado de las cosas materiales y a la misma vez experimentó la estrecha relación con Jehová Dios que le permitió vivir en seguridad. Salomón escribió: “Las cosas valiosas del rico son su pueblo fuerte, y son como un muro protector en su imaginación.” (Pro. 18:11) ¡Cuán veraz el decir: “en su imaginación”! El hombre rico se imagina que estas cosas valiosas pueden protegerlo en tiempo de calamidad. Pero, ¡cuán a menudo ha demostrado la experiencia que tal “muro protector” no existe en realidad y no ofrece protección alguna en tiempos de desplome económico, inflación galopante, trastorno político o enfermedad mortífera!
En Proverbios 18:10, Salomón establece el siguiente contraste: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección.” Por más grave que sea una crisis o el conjunto de circunstancias a las cuales se enfrente un siervo de Dios, la ayuda divina nunca está fuera de su alcance. Por lo tanto, ésta es la fuente de verdadera seguridad... nuestra relación personal con nuestro amoroso Padre.—Sal. 59:16, 17; 62:5-8.
¿Cómo podemos asegurarnos de recibir protección?
Esta confianza no se desarrolla de la noche a la mañana. De la misma manera que un árbol se hace más fuerte cada año, y más firme con cada tormenta a la que sobrevive, nuestra fe en Jehová se fortalece a medida que vemos cómo Sus tratos justos producen los mejores resultados en nuestra vida. Nuestro estudio diario de su Palabra, el tiempo que pasamos en la predicación de las “buenas nuevas,” el que lo busquemos con regularidad por medio de la oración... todos éstos son factores que contribuyen a formar este vínculo personal.
Isaías describió el tipo de seguridad que deseamos como sigue: “Este es el que residirá en las alturas mismas; su altura segura será lugares peñascosos de difícil acceso. Su propio pan ciertamente se le dará; su abastecimiento de agua será inagotable.” (Isa. 33:16) Sin embargo, esta seguridad pertenece solamente a los que desean llevar una vida que contribuya al bien de otros. Isaías también declaró: “Hay uno que está andando en continua justicia y hablando lo que es recto, que está rechazando la ganancia injusta de los fraudes, que está sacudiendo sus manos para tenerlas libres de asir soborno, que está tapando su oído para no escuchar el derramamiento de sangre, y que está cerrando sus ojos para no ver lo que es malo.” (Isa. 33:15) ¿Cómo aplican en tiempos modernos estos requisitos para recibir la protección divina?
La “continua justicia” sugiere el seguir diariamente las normas establecidas por Jehová con relación a la rectitud y la honradez. Las palabras “rechazando la ganancia injusta” nos recuerdan que no debemos imitar la tendencia de las personas del mundo de querer enriquecerse rápidamente. Además de no aceptar sobornos, es decir, nunca permitir que un favor o la ganancia material ejerzan influencia en el buen juicio, la persona que desea tener la aprobación de Jehová tiene que ser alguien que ‘esté tapando su oído para no escuchar el derramamiento de sangre, y que esté cerrando sus ojos para no ver lo que es malo.’ Las películas, los libros y las revistas del siglo veinte no existían en el tiempo del profeta, pero hoy en día el que desea tener una estrecha amistad con Jehová tendría que evitar entretenimiento en el cual estén envueltas la violencia y la inmoralidad.
El adherirnos a principios justos contribuye a que disfrutemos de seguridad. El sabio rey Salomón resumió el asunto en unas cuantas palabras: “El que está andando en integridad andará en seguridad.”—Pro. 10:9.
A veces algunos testigos de Jehová han pasado por experiencias en las cuales les ha parecido que han recibido protección divina. Considere, por ejemplo, el caso del hermano Z——. Él estaba leyendo La Atalaya en su automóvil un día cuando, de repente, alguien lo agarró por la garganta. Él oró fervorosamente a Jehová. Su atacante quedó inmóvil, y aflojó su agarro. El hermano Z—— puso en marcha el automóvil, se despidió, y dejó al hombre parado como una estatua en medio de la carretera.
Luego hubo el caso de una misionera de Kenia. Sus padres se opusieron con encono cuando ella empezó a servir a Jehová. Su padre la amenazó de muerte si no dejaba a aquellos “monos blancos,” como él llamaba a los Testigos. Él contrató a unos maleantes para que le causaran daño a ella. Ella informa: “La protección de Jehová hizo posible que yo nunca cayera en manos de ellos.”
Como lo ilustran estas experiencias, los cristianos sí tienen que enfrentarse a situaciones críticas. Sin embargo, si tenemos confianza total en Jehová, podemos estar seguros de que no hay nada en absoluto que pueda hacernos daño duradero. Nuestro Padre celestial ha prometido: “De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé.” Por lo tanto, ante cualquier cosa que amenace nuestra seguridad, podemos decir con confianza: “Jehová es mi ayudante; no tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?”—Heb. 13:5, 6.

Muy pronto toda la familia humana experimentará una crisis que demolerá los muros aparentemente protectores de la riqueza, el poderío militar y el poder político. Solamente las personas que hayan puesto su confianza en la mano invisible, pero poderosa, de Jehová sobrevivirán y disfrutarán de seguridad para siempre bajo el justo régimen del reino de Dios. (Rev. 21:1, 4) Que esto sea lo que felizmente le corresponda a usted por haber desarrollado una estrecha relación personal con el Altísimo.

PRIMEROS MISIONEROS DE LA WATCH TOWER


Los primeros misioneros de la Sociedad Watch Tower llegaron al aeropuerto General Andrews en Ciudad Trujillo, ahora Santo Domingo, el 1 de abril de 1945. ‘¿Cómo sería efectuar bajo una dictadura católica el ministerio que Dios les encargaba?’ sin duda se preguntaban aquellos misioneros. He aquí la historia de Lennart y Virginia Johnson acerca de aquellos días memorables:
“El conductor del auto nos llevó al Hotel Victoria en la calle 19 de Marzo, al salir de El Conde. Los cuartos para nosotros nos costaban cinco dólares al día, incluso buenas comidas. Una vez que estuvimos establecidos, quisimos ponernos en comunicación con la gente local. Dos dominicanas con las cuales habíamos estudiado en Brooklyn nos habían dado los nombres de parientes y conocidos en la República Dominicana. Primero, fuimos a una calle llamada Luis C. de Castillo para buscar un Dr. Green. Como no sabíamos dónde era este lugar, tomamos un auto, ¡y cuánto nos alegramos de encontrar al doctor en casa, y también a su vecino, Moses Rollins!
“Prontamente se nos invitó a entrar en el nítido y sencillamente agradable hogar de madera. La sala, de quizás tres por cuatro metros, estaba amueblada con sillas de caoba que tenían espaldar y asientos muy frescos de carrizo. Tanto el Dr. Green, de unos cuarenta años, como Moses Rollins, de poco más edad, nos dieron su atención indivisa. Virginia y yo explicamos cómo habíamos obtenido sus nombres y direcciones y por qué habíamos venido a la República Dominicana. De hecho, habíamos llegado aquel mismo día. Aquella tarde comenzamos un estudio con el libro ‘La Verdad Os Hará Libres.’”
Moses Rollins llegó a ser el primer publicador del Reino local y más tarde fue muy útil suministrando los “dominicanismos” correctos para la traducción del Informador (más tarde conocido como Ministerio del Reino) del inglés al español. Sirvió de precursor desde abril de 1961 hasta su muerte en octubre de 1970. El Dr. Green fue finalmente bautizado en 1963, poco antes de su muerte. Tres hijas y un hijo de él son siervos dedicados de Jehová, y el hijo, Francisco Green, sirve ahora como superintendente de una de las congregaciones que se reúnen en el edificio actual de la sucursal en Santo Domingo.
El hermano Johnson continúa: “Después de aquel primer estudio, el Dr. Green nos llevó a buscar casa desde la parte superior de un ómnibus de dos pisos. Fuimos por toda la ruta del autobús, y finalmente alquilamos una casita de concreto en el extremo occidental de la ciudad e hicimos arreglos para obtener algunos muebles.
“Llegó nuestro embarque de literatura y efectos personales y también la lluvia. Llovió y llovió y llovió, torrencialmente, cada día. Escribimos a la Sociedad acerca de ello, y ésta dijo que si ésa era la clase de clima que teníamos, deberíamos acostumbrarnos a predicar en él. Hubo poco fruto de nuestra obra en esta zona.
“En junio se nos unieron los misioneros Zene y Meryl Caryk, Rhudelle Baxley y Rachel Bippus, y comenzamos a salir a más territorio.”
RESPONDEN LAS “OVEJAS”
“Las ‘ovejas’ reconocen el sonido de la verdad, como lo hizo Palé. Pablo Bruzaud, conocido a todos como Palé, era un hombre saludable de unos cincuenta y cinco años de edad, que tenía una línea de autobuses entre Santiago y Ciudad Trujillo (ahora Santo Domingo), una ruta de 175 kilómetros. Tenía que hacer viajes frecuentes a la capital para tratar con la junta de racionamiento para obtener pneumáticos para sus autobuses. Mientras visitaba a unos amigos cierto día, lloró al escuchar una grabación fonográfica que habían puesto las hermanas misioneras Johnson y Caryk. Aceptó el libro ‘La Verdad Os Hará Libres,’ y se hicieron arreglos para que él estudiara diariamente mientras estuviera en la ciudad. Todavía no había misioneros en Santiago, y allí vivía Palé en una gran casa de madera no lejos del centro del pueblo, con niños y niños y más niños, 108 en total. No, no eran suyos. Eran huérfanos e hijos cuyos padres eran demasiado pobres para suministrarles buen alimento y casa. El arreglo costeado por la línea de autobuses y los niños recibían la atención maternal de la bondadosa y amigable mujer de Palé.”
Palé acompañó al hermano Johnson en un viaje desde Ciudad Trujillo a Santiago y más allá sobre las montañas al pueblo costero septentrional de Puerto Plata para buscar a un grupo de personas que habían mostrado interés. Estos individuos habían escrito a la Sociedad en Brooklyn pidiendo información. Además de ayudarlos por correspondencia, la Sociedad los había remitido la congregación más cercana. Sin embargo, esto no ayudaba mucho, puesto que la congregación era de habla francesa en Puerto Príncipe, Haití. ¡Cuánto se alegraron de recibir esta visita de los representantes de la Sociedad!
En octubre de 1945 el segundo piso del número 87 de Padre Billini llegó a ser hogar misional y Salón del Reino. Hasta cuarenta personas asistieron a las reuniones, algunas por curiosidad, pero otras en busca de la verdad. Se hacían arreglos localmente para los programas de las reuniones para atender las necesidades de los nuevos. El Ministerio del Reino y otro material se traducía del inglés. Fue unos tres años después que por primera vez se recibió de Cuba el Ministerio del Reino en español.
Esta ubicación en Padre Billini pronto estuvo atrayendo a personas de lejos y cerca. Venían a ver un rótulo, a cinco metros sobre la calle, del cual hablaba todo el mundo en el pueblo. Letras de veinticinco centímetros, pintadas en negro, sobresalían contra el fondo blanco brillante y decían: “Salón del Reino.” Debajo y enfrente de las letras de veinticinco centímetros había otras pequeñas que decían: “Los Testigos de Jehová.” Entre las personas a quienes atrajo este rótulo en 1945 estuvo Luis Eduardo Montás, farmacéutico, dentista, miembro del Comité Central Directivo y tesorero del Partido Dominicano, el único partido de la República. Se detuvo y se quedó mirando al rótulo, preguntándose mentalmente qué querrían decir aquellas extrañas palabras.
PLANES PARA EXPANSIÓN
El comedor y el salón de espera adjuntos al hogar misional tuvieron que ser rearreglados para hacer un salón más grande para la noche del 22 de marzo de 1946. Esta fecha marcó la ocasión de la primera visita que hicieron a la República Dominicana N. H. Knorr y F. W. Franz, presidente y vicepresidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. En esta reunión hermano Knorr dio énfasis a la necesidad de efectuar la actividad en el campo según las instrucciones de la organización. Se hicieron arreglos para dar amplitud a la obra por medio del establecimiento de una sucursal. El hermano Caryk sería el encargado hasta el nombramiento de un siervo de sucursal.
En armonía con los planes para esta expansión, se abrió un segundo hogar misional. Esto fue en Santiago, la segunda ciudad entre las más grandes del país, y otro grupo de misioneros, graduados de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower —los Droges, Messicks y Alma Parsons— se mudó a este nuevo hogar que también tenía espacio para un Salón del Reino. Llegaron más misioneros para unir sus voces al testimonio que se daba. Primero Maxine Boyd, Edith Morgan y Lorraine Marquardt, y después Helen Miller y, más tarde todavía, Vera Stewart y Kathleen Graham.
Para trabajar eficaz y organizadamente el territorio, se necesitaron mapas de la ciudad. Por lo tanto los misioneros pasaron muchas noches trabajando en mapas de la ciudad, y gradualmente otras personas interesadas en el mensaje trabajaron junto con ellos. Algunos de los interesados no eran conocidos, y éstos tendían a desaparecer cuando se les pedía su dirección para comenzar estudios bíblicos con ellos. Resultaba que eran espías gubernamentales que habían venido para ver lo que sucedía.
La expansión exigía otro paso. El gobierno de Trujillo había cerrado el periódico “El Listín Diario,” y el segundo piso de su edificio llegó a ser un Salón del Reino. Al lado estaba el edificio ocupado por el Senado dominicano. Enfrente, al cruzar la calle, dormían los curas que oficiaban en la Catedral de Santo Domingo, y precisamente al doblar la esquina estaban las principales oficinas militares, al lado de un antiguo fuerte y prisión. ¡Qué vecindario! Al principio solo se necesitó la cuarta parte del espacio de la pieza para el Salón del Reino. Los misioneros se mudaron a un hogar separado y más grande en Estrelleta 37. Para el fin del año de servicio hubo un máximo de veintiocho publicadores.
PROGRESO, AUNQUE LENTO
El temor y la sospecha que han sido inculcados no se vencen con facilidad. Pero los que tienen corazón recto se manifiestan y, con la ayuda de Jehová, progresan. Los misioneros Hugh George y Raymond Johnson llegaron en septiembre de 1946, el primero para servir de siervo de sucursal. La noche de su llegada, el hermano George asistió a un estudio con Lennart Johnson en la casa de Manuel y Consuelo Arcas. Esta pareja se bautizó en mayo de 1947. El hermano Arcas murió el año siguiente, pero la hermana Arcas sigue todavía disfrutando del ministerio de tiempo cabal como precursora especial.
El hermano George recuerda otro estudio que dio buen fruto. Dice: “Esperaba con gusto cada domingo por la tarde caminar desde el 37 de Estrelleta al río Ozama, cruzarlo en bote de remos, subir el cerro donde vivía John Gilbert, y estudiar en el patio bajo un árbol umbroso, y cada vez recibir un pedazo de bizcocho y un vaso de ‘Pepsi’ para completar.” Este hombre, John Gilbert, era un nativo de Saint Kitts que había venido a la República Dominicana en 1916 buscando trabajo. Como herrero halló trabajo en haciendas de caña de azúcar, pero al mismo tiempo buscaba otra cosa. La asociación con varios grupos religiosos lo llevó a pensar que todos eran hipócritas. Deseaba la verdad. En 1946 aceptó un ejemplar de “La Verdad Os Hará Libre” de dos misioneras, creyendo que el libro estaba en inglés, pero descubrió más tarde que estaba en español, y él no podía leer español. No sabía dónde hallar a las misioneras, pero quería saber lo que decía el libro. Oró acerca del asunto, y casi inmediatamente se encontró con las mismas dos muchachas en la calle. No solo pudo conseguir el libro en inglés, sino que se hicieron arreglos para que recibiera un estudio, y pronto estuvo acompañando al hermano George en el servicio del campo. Se bautizó y comenzó a participar en la predicación de tiempo cabal como precursor aquel mismo año.
Para más o menos aquel mismo tiempo una serie de acontecimientos llevó al hombre que se había quedado mirando al extraño rótulo en 1945 a buscarlo de nuevo. Se fue disgustando cada vez más con la política, y quedó cabalmente disgustado con las iglesias que se interesaban en la política, el dinero y la superstición más bien que en el conocimiento de Dios y el bienestar espiritual de la gente. Con la idea de vengar el asesinato político de sus dos hermanos, el Sr. Montás visitaba a los espiritistas. En una mesa en la casa que servía de centro para la práctica del espiritismo, vio un libro intitulado “La Verdad Os Hará Libres.” Comenzó a leerlo y se interesó tanto que pidió que se lo prestaran. Se lo dieron, porque solo lo habían comprado por la insistencia de un publicador y no por interés.
Más tarde una reunión política dejó al Sr. Montás disgustado, triste, frustrado y sintiendo que estaba fuera de lugar. Salió de la reunión y entró en el hogar de un amigo. Notó en la mesa un ejemplar de Selecciones. Era el número que contenía el artículo “Agentes Viajeros de Jehová,” que describía la asamblea de Cleveland. Dice Montás: “Lo leí y me dije: ‘Esta es la religión que busco.’” Esto exigió viajar a Santo Domingo; buscar el extraño rótulo; una reunión; leer hasta el amanecer los libros y revistas obtenidos en el salón; y otra visita al Salón del Reino para pedir un estudio bíblico. Esto fue en abril de 1947, y el 5 de octubre de 1947 estaba bautizado.
Se facilitó más expansión de la predicación en 1947 cuando Edith Morgan compró un automóvil. Ahora, en grupos de cuatro o cinco, los misioneros, junto con algunos publicadores locales, visitaron a Andrés, Boca Chica, Guerra, Bayaguana, Monte Plata, Los Llanos y otros pueblos fuera de la capital. Se comenzaron muchos estudios bíblicos, con la ayuda de “La Verdad Os Hará Libres.”
En el norte, en el Cibao, Pablo González había empezado a leer la Biblia para el año 1935. Se asoció brevemente con un grupo protestante pero pronto vio una diferencia entre lo que ellos enseñaban y su conducta y lo que leía en la Biblia. No le gustó la distinción que se hacía entre ricos y pobres, y la adulación del clero. Pasó mucho tiempo ahora estudiando la Biblia y predicando lo que aprendía, primero a su familia y vecinos y entonces extendiéndose a otras comunidades. Para 1942 estaba celebrando reuniones regulares. En un viaje para visitar a una familia que mostró interés en 1948, pasó por Santiago y obtuvo una revista La Atalaya de alguien que ofrecía las revistas en la calle. Más tarde tomó los libros Salvación y “El Reino Se Ha Acercado” y fue invitado al Memorial. Al asistir a esta reunión quedó convencido de que había hallado la verdad y no perdió tiempo en decir eso a las personas a quienes había estado predicando. Entregó a la Sociedad los nombres de 150 personas interesadas. Él y varios de su grupo fueron bautizados en 1950.
Dos experiencias interesantes trajeron la naturaleza de la obra a la atención de las autoridades y demostraron la eficacia del sistema de espías que entonces estaba en funcionamiento. El hermano L. Johnson fue llevado en un jeep del gobierno al Palacio de la Policía e interrogado acerca de su propósito al hacer visitas en cierta dirección, donde vivía un hombre que era ‘indeseable’ al gobierno de Trujillo. Él explicó la obra de estudios bíblicos. El hermano Johnson había visto al hombre en cuestión brevemente una sola vez, pues el estudio se conducía con otro miembro de la familia.
Poco después, el hermano Johnson y su esposa fueron invitados a visitar al general del ejército Federico Fiallo cerca del Salón del Reino. Se les interrogó en cuanto a lo que estaban haciendo en otra dirección. De nuevo se dieron explicaciones en cuanto a la naturaleza de la obra de los estudios bíblicos de casa. Puesto que nunca se consideraba la política, no tenían manera de saber que la dirección estaba bajo sospechas. El interrogatorio continuó. ¿Sabían ellos que en aquella dirección se imprimían hojas contra el gobierno? ¿No habían oído las prensas? A veces oían un retumbo en el fondo. Pudiera haber sido una imprenta o una máquina de hornear pan. Pudiera haber venido de aquella casa, de otro apartamento en el mismo edificio o de la casa detrás. Finalmente el general Fiallo quedó satisfecho de que ellos no sabían que estuviera efectuándose alguna actividad de impresión clandestina y poco después de eso se otorgó permiso para la entrada de más misioneros, algo que había sido detenido por algún tiempo.
En el siguiente grupo de misioneros que llegó estaban Roy y Juanita Brandt, Jetha Adams, Mary Aniol, Sophie Soviak y Rose Billings. Estos fueron seguidos por Dorothy Lawrence y Wanda Mazur. Todas estas personas eran misioneros de experiencia que habían servido en Cuba.
Roy Brandt fue nombrado siervo de sucursal y los Johnsons, Maxine Boyd y Lorraine Marquardt se mudaron a un nuevo hogar misional en Puerto Plata, en 1949. Otro hogar fue abierto San Francisco de Macorís, y Edith Morgan, Sophie Soviak, Jetha Adams y Mary Aniol fueron asignadas allí. Tres Messicks fueron a un hogar en La Romana.
La obra en estos pueblos pequeños resultó muy eficaz. Por ejemplo Jerry y Mary Stolfi, quienes llegaron el 3 de enero de 1948, fueron asignados a San Pedro de Macorís, un pueblecito al este de la capital. Allí tuvieron la emoción de ser invitados entrar en cada hogar para presentar las “buenas nuevas” en su español limitado. Porque San Pedro es un pueblo pequeño, la gente podía observar las actividades de los misioneros, verlos efectuar su predicación en medio de toda clase de tiempo. Como resultado de esto, llegaron a respetarlos y confiar en ellos, y a menudo venían al hogar misional para buscar literatura o hacer preguntas bíblicas.
A los misioneros les gustaba trabajar en las haciendas de caña de azúcar como Consuelo. La administración bondadosamente hizo arreglos para que los Testigos viajaran en el vagón de reparaciones del ferrocarril estrecho hasta el fin de la línea. Entonces viajaban por el río en bote de remos hasta la siguiente línea ferrocarrilera, para subir a otro vagón de reparaciones hasta su destino. Llevando como ayudas varias cajas de libros, tenían el privilegio de predicar en territorio verdaderamente virgen.
Para suministrar a los hermanos mejor contacto con la organización, y en armonía con los arreglos teocráticos de otros lugares, se inició la obra de circuito en 1950. El hermano Stolfi fue enviado como siervo de circuito a visitar a ocho congregaciones existentes y a ponerse en comunicación con varios grupos aislados. Uno de aquellos grupos estaba ubicado cerca de Santiago. Para llegar a él, los Stolfis iban en autobús hasta el fin de la carretera, entonces caminaban hasta un río de montaña que solo podía ser cruzado a caballo. Aun entonces tenían que tener mucho cuidado para no caerse y ser llevados por la rápida corriente. Una vez cruzado el no, continuaban a pie y llegaban a una aldehuela donde unas cincuenta personas los esperaban. Estas personas eran pobres en lo material. Sus hogares eran cuatro paredes y un techo de paja, sin piso y con pocos muebles, si algunos, pero lo que les faltaba en lo material lo compensaban en lo espiritual.
Dondequiera que iban los Stolfis en el circuito eran seguidos por espías. Lo mismo les sucedió a la mayoría de los hermanos durante toda la “era de Trujillo.” Se decía que ‘había espías para seguir a los espías que seguían a los espías.’
‘A TRUJILLO NO LE GUSTA ESTO’
Mientras tanto, el hermano Montás hablaba tanto acerca de lo que estaba aprendiendo que en la zona de San Cristóbal la verdad llegó a ser conocida como la religión de Luis Eduardo, y muy pronto él estuvo celebrando reuniones al lado de la farmacia, copiando lo que veía y oía en las reuniones de la capital. En 1948, llamado ante el presidente del partido político para explicar esta nueva religión, se le dijo: “A Trujillo no le va a gustar esto.” Cuando los discursos públicos atrajeron concurrencias de cien o más personas y se distribuyó mucha literatura de nuevo el presidente lo llamó y le dijo: “Dr. Montás, hay más personas asistiendo a las reuniones de los testigos de Jehová que usted organiza que a las reuniones del Partido.” El hermano Montás explicó que esto no era culpa de él, puesto que él no estaba a cargo de promover reuniones del partido. Si los miembros del partido tuvieran los mismos motivos, obtendrían los mismos resultados. Se le dijo que a Trujillo no le gustaba esta religión, que él debía detener las reuniones y recoger toda la literatura que había sido distribuida. El hermano Montás respondió que ésta era la religión verdadera, y por eso él no podía dejarla, que no era de ninguna manera dañina al gobierno ni al pueblo. En cuanto a la literatura, no sería posible recogerla.
Unos días después hubo una reunión en el Palacio Provincial a la cual asistió el gobernador, Dr. José Benjamín Uribe, el senador, diputados, el presidente del partido local y otros. Personas que habían estado estudiando la Biblia en sus hogares y las que habían estado asistiendo a las reuniones fueron sometidas a interrogatorio. Negaron que fueran Testigos. El hermano Montás relata lo siguiente: “Me acusaron de dirigir un movimiento sedicioso. Finalmente hablé para explicar la obra de los testigos de Jehová. Habían oído que nadie era testigo para Jehová en San Cristóbal, puesto que todos lo habían negado. No obstante, había uno, y yo no iba a dejar de ser uno. Para ahora estaba oscuro, y vieron que yo no iba a dejar de hablar, de modo que dejaron las luces sin encender. Ofrecí estudiar la Biblia en los hogares de ellos o en el mío en cualquier momento que lo desearan.”
El cura católico Marcos, quien se había agitado muchísimo debido a las reuniones públicas, advirtió desde el púlpito que la gente no debía ir a la farmacia, porque la policía secreta estaba alistando los nombres de todos los que iban allí. La gente empezó a evitar ir a la farmacia y a la clínica dental.
El hermano Montás continúa diciendo: “En este momento crítico de mi vida, Lennart Johnson, que había estudiado conmigo en la capital, llegó a nuestro hogar. Vino con su Biblia y libro para conducir un estudio conmigo como de costumbre. Fue una cuerda salvavidas lanzada a un hombre que se ahogaba, un tónico poderoso para un corazón que desmayaba. Me puso sobre mis pies.”
Habiendo recibido del coronel Alberto Mota la advertencia de que no fuera a Santiago a pronunciar el discurso del Memorial, el hermano Montás explicó que estaba obligado a ir. Fue, y permaneció allí seis meses... en la cárcel. Puesto en libertad, hermano Montás estuvo constantemente bajo la vigilancia de espías y se efectuaron varios atentados contra su vida. No obstante, pudo reorganizar las reuniones, aunque clandestinamente. El “padre” Marcos continuó sus ataques. El hermano Montás devuelto a la cárcel por otros tres meses, esta vez acusado predicar en las calles de San Cristóbal. Nos dice: “Peleé como león defendiendo mi fe y todavía lo recuerdo con gozo. En la Corte de Apelaciones algunos dijeron después que yo parecía el juez y los cinco jueces los acusados. Les advertí a los jueces que tuvieran cuidado porque estaba siendo juzgado por testigo de Jehová, y que Jehová había dicho que el que tocaba a uno de sus testigos era como el que le tocaba la pupila de su ojo. No mucho después de esto, el presidente del tribunal murió de cáncer.”
Perseguido de nuevo, el hermano Montás permaneció escondido nueve días entre el techo interior y el techo de lata de su casa. Su esposa estaba a punto de sufrir un desplome nervioso. La casa estaba rodeada por guardias. Él oraba incesantemente a Jehová. Comenzó una lluvia torrencial. Él continuó orando. Todos los guardias entraron en la farmacia para protegerse de la lluvia. Este era el momento que el hermano Montás había estado esperando. Salió e hizo señas a un automóvil público que pasaba. Los guardias aparecieron. La hija mayor de Montás entró en el auto y se sentó a su lado. Dos guardias se le quedaron mirando, fascinados por ella, sin dar una mirada al hermano Montás, que continuaba su oración a Jehová Dios. En los puntos donde investigaban los vehículos, los guardias tomaron nota del número de la licencia y el nombre del conductor. Nadie notó a Montás. Llegó sin percance a la casa de Raymond Johnson en capital, donde permaneció durante unos meses. Al regresar a su casa, cayó en manos de dos oficiales y pasó los siguientes dos años y nueve meses en la prisión La Victoria.
AUMENTA LA OPOSICIÓN
La primerísima asamblea de circuito que se celebró en la República Dominicana fue una ocasión gozosa. Se celebró en septiembre de 1949 en un gran almacén de tabaco en Santiago. Aunque las luces se apagaron en la primera noche y el programa presentó sin luz o sistema sonoro, los hermanos se emocionaron mucho con su primera asamblea. En el discurso público del domingo hubo una concurrencia de 260 personas. Veintiocho se bautizaron.
La segunda asamblea se celebró en la capital en diciembre. J. M. Steelman, quien había hecho varios viajes anteriormente a la isla, asistió a esta asamblea como el representante viajante de la Sociedad. John Gilbert recuerda que miembros de la policía secreta en esta asamblea hacían preguntas a los hermanos en cuanto a sus actitudes para con el gobierno, el pago de impuestos y el servicio militar.
Esto fue una indicación de lo que habría de venir y un tiempo de verdaderas dificultades comenzó para nuestros hermanos dedicados. La Invasión de Luperón, el primer atentado grande de poner fin al gobierno de Trujillo, había sido rápidamente aplastada, pero ahora el gobierno de Trujillo comenzó a encerrar en la cárcel a los que rehusaban rendir servicio militar y a cualquiera considerado fuera de armonía con el régimen. Cuando llegaba el tiempo para sus juicios, se les daba sentencias de prisión. He aquí un ejemplo de lo que sucedió.
León Glass y Francisco Madera estaban empleados en trabajo administrado por un cuñado de Trujillo, Ramón Saviñón Lluberes. Como testigos de Jehová, comenzaron a cometer el “grave pecado” de estar ausentes de las reuniones políticas. Después de la abortiva Invasión de Luperón, a los empleados del gobierno se les obligaba a enviar telegramas proclamando su lealtad a Trujillo. Saviñón Lluberes dio a todos los que trabajaban bajo él la orden de hacer lo mismo. Los hermanos rehusaron firmar. El auditor, Rafael Chávez, dijo: “Aquí el que manda es Trujillo y hasta Jehová que baje del cielo se tiene que someter.” El hermano Glass respondió: “Si yo firmara, estaría diciendo que esa blasfemia que usted acaba de decir es verdad.”
El martes siguiente estos dos hermanos fueron arrestados e interrogados por el coronel Ludovino Fernández, comandante del puesto (Fuerte Ozama), y García Oliva, jefe del servicio de Inteligencia. Estaban interesados en saber cuántos Testigos había, por qué se distribuían las revistas ¡Despertad! y La Atalaya, y el nombre de los hombres que eran de edad para servicio militar. Información dada llevó al arresto de Enrique Glass, Demetrio Basset y Santiago Piña. Fueron puestos en libertad y entonces llamados directamente a rendir servicio militar, aunque la selección se hacía normalmente por lotería. Una sentencia de cinco días fue estirada a ocho días para incluir un fin de semana, de modo que se pudiera tomar nota de los nombres de los que visitaran el domingo. Arrestados de nuevo un día después de haber sido puestos en libertad, fueron sentenciados a año y medio. Esta vez Rafael Glass fue incluido en el grupo. Prisioneros y guardias se mofaban de ellos día y noche como prueba de su lealtad a Trujillo. El coronel Fernández dijo: “Testigos de Jehová, cuando se hagan testigos del Diablo avíseme, para dejarlos salir.” Otros se burlaban diciendo: “¡Vamos a ver si Jehová los saca!”
Un mes y veinte días después de completar su sentencia, fueron arrestados de nuevo y acusados de abstenerse del servicio militar en un período de emergencia, calumniar a un funcionario público, pertenecer a una secta disuelta llamada testigos de Jehová y predicar en violación de la proscripción de la obra. Esta vez fueron sentenciados a cinco años.
León Glass informa lo siguiente: “Siempre tuvimos fortaleza de Jehová para aguantar y podíamos ver aun en detalles pequeños Su intervención a favor de nosotros. Aun cuando nos golpeaban con palos, azotes y rifles, lo soportábamos bien, puesto que Jehová suministraba la fuerza de aguante, suficiente para otras pruebas y más.” La conducta de los hermanos en la prisión con el tiempo ganó para ellos el respeto y la confianza de los guardias y los oficiales de la prisión. Roy Brandt, siervo de sucursal en aquel tiempo, informa que a estos hermanos en prisión se les confiaron más tarde trabajos en los cuales no se usaba ni a los soldados. Por ejemplo, a los Testigos prisioneros se les permitía entrar en el centro de comunicaciones donde Trujillo tenía equipo de radio y grabadores para escuchar otras emisoras latinoamericanas para enterarse de lo que otras naciones pensaban de él y su gobierno. León y Enrique Glass, Francisco Madera y Demetrio Basset fueron algunos de los hermanos utilizados en este trabajo.
En la primavera de 1950 el secretario del Interior y Policía le pidió al hermano Brandt que sometiera una carta oficial declarando la posición de los Testigos en cuanto al servicio militar, el saludo a la bandera y el pago de impuestos. Se le envió la información del libro “Sea Dios Veraz” en forma de carta. Pasó más o menos un mes, durante el cual la Iglesia Católica intensificó su campaña contra la organización. Hubo sacerdotes que escribieron largos artículos denunciando a los testigos de Jehová, enlazándolos con el comunismo. Estos fueron publicados en la prensa local. Noticias transmitidas por la emisora oficial La Voz Dominicana ayudaron a agitar la campaña contra los testigos de Jehová. Escritores locales como Ramón Emilio Jiménez, Marrero Aristy y Horacio Ortíz Álvarez contribuyeron a la campaña verbal contra el pueblo de Jehová. El “padre” Robles Toledano añadió su voz, hablando contra “los mal llamados testigos de Jehová” y “los miembros del Jehovismo.”
El 21 de junio de 1950 un mensajero vino al hogar misional para informarle al hermano Brandt que lo quería ver el secretario del Interior y Policía. Fue inmediatamente, y aquí está su informe de lo que sucedió: “Cuando llegué vi el jeep del periódico con fotógrafos allí y pensé que alguien importante venía o partía de allí. No obstante, muy pronto sabría por qué había tanta excitación. Vi a dos curas Jesuitas católicos en sus sotanas blancas entrar y salir de la oficina del Secretario mientras esperaba para entrar. Después que se me llamó, entré y me identifiqué como testigo de Jehová. Se me dijo que escuchara el decreto mientras lo leía un muy nervioso secretario del Interior y Policía, el señor Antonio Hungría. Después de la lectura de la resolución prohibiendo la actividad de los testigos de Jehová en el país, pregunté si eso quería decir que nosotros, los misioneros, tendríamos que irnos. Me aseguró que podíamos permanecer aquí todo el tiempo que quisiéramos si obedecíamos las leyes y no predicábamos ni hablábamos a la gente acerca de nuestra religión, y que el jefe de la Policía, Ludovino Fernández, se encargaría de que obedeciéramos este decreto. El día siguiente los periódicos salieron con mi fotografía cuando se me entregaba el decreto que prohibía la actividad de los testigos de Jehová en la República Dominicana.”
La razón para la proscripción, según el decreto, era que los testigos de Jehová prohibían a sus prosélitos participar en la política y les ordenaban honrar la ley solo si estaba en armonía con los principios justos, abriendo así el camino a la anarquía y el desorden. Se decía que a los seguidores se les prohibía unirse a las fuerzas armadas y dar veneración a la bandera. El decreto mencionaba que la existencia de otras religiones en el país por muchos años demostraba que se puede mantener la fe religiosa con el respeto debido a las leyes, y se podía así funcionar sin impedimento ni dificultades con el gobierno
¿Qué se podía hacer ahora? Según el decreto gubernamental la predicación habría de cesar, pero según el decreto de Dios la predicación de las “buenas nuevas” habría de continuar, fuera apreciada por los hombres o no. A los estudiantes de la Biblia se les dijo que serían encarcelados si permitían que los Testigos visitaran sus hogares. Los Salones del Reino fueron cerrados. A los hermanos se les dijo que toda actividad debía cesar, y se mantuvo una vigilancia constante sobre los hogares misionales. Cuando alguien salía, era seguido, y a todo el que se acercaba a la casa se le advertía que se alejara.
Al fin de 1950, cuando los hermanos Knorr y Henschel visitaron el país, algunos de los misioneros recibieron una nueva asignación a Puerto Rico, Guatemala y la Argentina. Otros obtuvieron trabajo seglar enseñando inglés, y algunos fueron empleados por la compañía Eléctrica. ¡Allí, por ejemplo, Roy Brandt trabajó como registrador del tiempo, con acceso a todos los generadores, interruptores y calderas, de modo que aparentemente el gobierno no estaba muy preocupado en cuanto a sus alegadas conexiones con el comunismo! Con este trabajo seglar, los hermanos pudieron ayudar a pagar hogares que podían ser usados como lugares donde reunirse. Sí, se celebraban las reuniones a pesar de las circunstancias. En uno de estos hogares los muebles del cuarto de atrás llevaban ruedas y podían ser fácilmente rodados a la siguiente habitación y reemplazados con de quince a veinte sillas para poder celebrar una combinación del estudio de La Atalaya, la reunión de servicio y la Escuela del Ministerio Teocrático.
El Memorial se celebraba en grupos pequeños, y un orador a menudo pronunciaba tres discursos en tres diferentes lugares una sola noche. Muy frecuentemente había lluvias intensas esa noche, lluvias de bendición, puesto que evitaban que los espías salieran a las calles. Como ya hemos visto, fue una lluvia esta clase la que ayudó al hermano Luis Montás a escapar San Cristóbal. El hermano Raymond Johnson tuvo experiencias similares cuando lo mantenían bajo estrecha vigilancia en su asignación de Santiago. Cuando salía de la casa para conducir un estudio lo seguían. Él simplemente empezaba a caminar y doblaba muchas esquinas, yendo y volviendo y dando vueltas a manzanas de casas hasta que el espía que lo seguía se cansaba y se detenía. Pero muchas veces un rápido chubasco caía, y mientras el espía se detenía en algún lugar para escapar de a lluvia, el hermano Johnson continuaba su camino a su revisita.
El hermano Julio Ditren fue bautizado en 1955 y por eso se asoció con la organización en el tiempo en que la persecución era intensa. Su hogar fue usado como lugar de reunión, y nunca tuvo seria dificultad. Sucede que tenía un amigo que no era Testigo, pero realmente era amigo, y que trabajaba para el gobierno, conectado estrechamente con el departamento de la policía. A veces este amigo le decía al hermano Ditren: “No tengas tu reunión esta semana.” Y, precisamente, aquella semana se veía algunos espías en los alrededores o hasta entraban en la casa. Entonces algún tiempo después el amigo le decía: “Ahora está bien. Puedes tener tus reuniones otra vez.” Evidentemente los oficiales habían decidido que el hogar no era un lugar de reuniones.
FUNCIONANDO BAJO LA PROSCRIPCIÓN
El abastecimiento regular de sostenimiento espiritual era algo que recibía consideración vital en aquellos días. Y es una indicación maravillosa de la provisión amorosa de Jehová el hecho de que La Atalaya nos solía llegar por correo, por mensajero personal y de otras maneras. Al intensificarse la censura, el único método seguro era por portador personal. Uno de estos mensajeros nos dice lo que podía estar envuelto en ello:
“En el aeropuerto de Ciudad Trujillo (Santo Domingo) cuando un viajero pasaba por la Aduana los funcionarios hacían que se parara en cierto lugar y leyera un rótulo que estaba en la pared allí. Esto era una treta, pues detrás de la pared había un fluoroscopio que se usaba para examinar al viajero, para determinar si llevaba armas. A menudo me preguntaba qué apariencia presentaban en aquella máquina las grapas de las revistas. Pero, a través de los años, nunca se descubrió la literatura. A veces parecía que Jehová los había cegado de la manera que evidentemente fueron cegados los hombres de Sodoma, y también los del ejército sirio que trataron de capturar al profeta Eliseo. (Gén. 19:4-11; 2 Rey. 6:15, 18-20) Una vez que las revistas estaban en manos de los hermanos, los artículos de estudio de éstas podían ser copiados por mimeógrafo y distribuidos por todo el país.”
El servicio del campo se efectuaba con cautela. Los libros se dividían en partes para poder llevar unas cuantas páginas dobladas en el bolsillo de una camisa o en un saco de víveres sin atraer indebida atención. Los libros que se utilizaban para estudiar se dejaban en la casa del estudiante para poder caminar por la calle sin llevar publicaciones. Hojas de informe se llenaban, pero parecían listas de compras, pues los publicadores informaban lechosa, frijoles, huevos, repollo y espinaca para libros, folletos, horas, y así por el estilo. Los ejemplares mimeografiados de La Atalaya eran llamados yuca.
Por supuesto, no era necesario que hallaran a uno llevando literatura para que lo arrestaran, como se puede ver en el caso de Lucía Pozo. Fue después de asistir a la asamblea de 1950 en Nueva York que la policía se le acercó y la arrestó. Ella llevaba una cartera que contenía jabón, una toalla y cosméticos. Por alguna transformación éstos se convirtieron en revistas La Atalaya y una Biblia para cuando llegó el tiempo para su juicio. Al llegar a la comisaría, el jefe de la policía la insultó, llamándola comunista, mujer desvergonzada, vagabunda y enemiga del gobierno. La pusieron en la Prisión de Mujeres y entonces la mudaron a San Cristóbal. Sometida a interrogatorio, se le preguntó si no sabía que la obra de los testigos de Jehová estaba proscrita. Lucía respondió: “Mi adoración de Jehová no está proscrita.” Se le recordó lo siguiente: “En este país Trujillo tiene que ser obedecido.”
La hermana Pozo fue transferida en la parte de atrás de un camión ‘como un saco de papas,’ como dice ella, a Pedernales, cerca de la frontera haitiana. En Pedernales la mayoría de los guardias la trataron bien. Dejaban su celda abierta y le permitían lavar ropa en un río bajo los árboles, advirtiéndole que se apresurara a entrar cuando se acercaba el capitán Almanzar, pues todos vivían con miedo de este hombre. Cuando uno de los guardias hizo insinuaciones sexuales, el médico escuchó lo que pasaba e intervino a favor de ella. La hermana Pozo estaba resuelta a probar que el jefe de la policía, quien la había llamado tantas cosas insultantes, era un mentiroso, y a no hacer nada que resultara en deshonra para Jehová. Desde que fue puesta en libertad ha continuado fiel y actualmente está rindiendo servicio de precursora especial en Santo Domingo.
Una parte importante de la vida de los hermanos durante este tiempo era la visita semanal a las prisiones, con alimento y otras necesidades para los hermanos aprisionados. Los visitantes se colocaban en fila en la calle afuera antes de las dos de la tarde el domingo, los hombres y las mujeres en filas separadas. Un soldado anotaba el nombre y número de Cédula cada uno, y a quién deseaba visitar. A los visitantes varones les registraba. Los hermanos no solo recibían abastecimiento alimento corriente, sino también alimento espiritual. A sus visitantes se les permitía llevar alimento en varias formas. A veces uno podía poner una bolsa de papel dentro de otra, con unas cuantas hojas de las revistas o folletos entre estas, entonces llenar la bolsa de adentro con fruta. Mientras el guardia examinaba la fruta cuidadosamente, a menudo no pensaba en mirar entre las bolsas, pensando que se usaban las dos para añadir fuerza de modo que los jugos de las frutas no rompieran las bolsas. Las hermanas ocultaban varias hojas de literatura en su ropa. Así nuestros hermanos en prisión fueron mantenidos espiritualmente fuertes.
Dentro de estos lugares los prisioneros tenían privilegios de servicio. León Glass cuenta que como prisioneros se les asignaba trabajar alrededor de recintos militares en la capital y en el interior, y a todas las personas a quienes encontraban les llevaban las “buenas nuevas.” Algunos del personal militar nos daban amistad y hasta los ayudaban a conseguir literatura. Por varios meses se les asignó a cortar hierba a lo largo de la carretera a Mella. Uno de estos prisioneros escribe: “Trabajamos cuarenta y siete kilómetros de la carretera de casa en casa, compañía de los guardias. ¡Qué días agradables!”
Dentro de la prisión trabajaban de celda en celda y de cama en cama. Algunos de los individuos a quienes se testificó tienen ahora puestos de siervos en las congregaciones, como Manuel Tamayo y Manuel Rincón. Dos que llegaron a ser Testigos en prisión fueron asesinados, uno, Guarionex Vargas, porque su sobrino participó en una conspiración contra Trujillo. Después de reconocer el tratamiento cruel que se dio a los testigos de Jehová, Ramón Alberto Ferreras, un prisionero político, en su libro “Preso,” en la página 140, declara: “El Armagedón del juicio final, las excelencias que esperaban a los justos en el más allá, las catástrofes que aguardan a la humanidad según el Apocalipsis y otros temas bíblicos o teológicos, se dejaban oír en las celdas de los Pabellones A y B, mientras estuvo en prisión el grupo de los Testigos, encabezado por un señor de apellido Montás, de San Cristóbal.” Aunque el señor Ferreras, según su libro, aparentemente pensó que los testigos de Jehová habían sido acabados completamente durante ese tiempo, en realidad el número de ellos aumentó. La predicación a la cual se refirió él era el arreglo que hicieron los hermanos en la prisión para celebrar un “discurso público” cada día directamente desde la celda. Puesto que la prisión era como una mazmorra, la voz del que hablara se podía oír hasta la distancia de varios grupos de celdas, hasta en la sección de las mujeres, desde la cual, a veces, venía la pregunta: “¿No va a haber un sermón hoy?”
UN ALIVIO . . . Y ENTONCES MÁS NUBES
El 16 de junio de 1954 Trujillo firmó un concordato con Roma prometiendo tratamiento especial para el clero de la Iglesia Católica Romana. En 1955 llegó a ser “Padre de la Patria Nueva” y en Ciudad Trujillo se celebró la Exhibición de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. En este “mundo libre” la proscripción había estado en vigor por cinco años. Como señala el 1956 Yearbook of Jehovah’s Witnesses, la mayoría de los publicadores nunca habían visto una revista La Atalaya original ni un Informador (ahora Ministerio del Reino). Muchos nunca habían ofrecido literatura de casa en casa. El publicador de término medio nunca había asistido a una reunión pública ni a una asamblea. No cantaba ni conocía los cánticos del Reino, pero tenían el espíritu de Jehová y ése era y es el secreto de su fortaleza.
A Raymond Franz, misionero en Puerto Rico, se le pidió ahora que entregara personalmente una petición al dictador Trujillo, pidiendo la remoción de la proscripción. Al comunicarse con los hermanos, se le avisó que la mejor manera de conseguir ver a Trujillo era enviar un telegrama solicitando una entrevista “Solicito respetuosamente el privilegio de breve entrevista con Su Excelencia. Educador norteamericano en gira de 7.000 millas. Tengo información de gran importancia para usted y su país.” Este fue el texto del telegrama enviado y éste es el relato que da el hermano Franz de lo que aconteció:
“El día siguiente un mensaje telefónico en el hotel me avisó que estuviera en el Palacio Nacional a las ocho en punto de la mañana siguiente. Aquella mañana fui a las puertas del Palacio y, después de haber tenido que esperar mientras la banda tocaba el Himno Nacional, con todo el personal gubernamental de pie en los muchos balcones del Palacio, se me permitió pasar la garita de centinela en la entrada, y subir los muchos anchos escalones al Palacio.
“Después de haber sido colocado en diferentes salas de espera compañía por un período de casi una hora, y entonces conversar brevemente con un general dominicano, fui conducido por un pasillo, a través de una pieza donde había cuatro oficiales de pie, y entonces se me indicó que pasara por un pasaje bastante estrecho que llevaba a una pieza grande. Solo al llegar a la pieza grande vi al dictador de pie a un lado de un gran escritorio. Difícilmente había esperado llegar a él con tanta facilidad.
“Después de un intercambio de saludos y de haber hecho yo unos cuantos comentarios favorables en cuanto al país, expliqué en español mi misión: representar a una organización internacional como emisario de ésta para presentarle una petición. Dándole primero una carta de presentación, entregué entonces la petición. Trujillo no había dicho nada después del saludo inicial, dando la impresión de estar nervioso por no saber qué esperar. Empezó a leer la petición, pero pronto se detuvo y simplemente dirigió la mirada a mí. Entonces le dije que era el deseo de nuestra Sociedad comunicarle que lamentábamos que la nuestra fuera la única organización religiosa que había sido puesta bajo proscripción en su país y que los testigos de Jehová eran conocidos mundialmente como ciudadanos pacíficos, respetuosos e industriosos. Esta era la primera vez que se había usado el nombre ‘testigos de Jehová’ y manifiestamente él no había visto todavía el nombre en la petición. Ahora ‘explotó,’ diciendo que los Testigos rehusaban rendir servicio militar y no saludaban el emblema nacional. Señalé que la petición explicaba por qué, y que no había motivos políticos envueltos, solamente asuntos de religión y conciencia. Después de unos cuantos breves intercambios de declaraciones, se puso de pie, indicando que la entrevista había terminado. Para sorpresa mía extendió la mano. Yo la estreché, asegurándole que estaba dispuesto a contestar cualesquier preguntas que pudiera tener después de leer la petición, y partí.”
En 1956 la proscripción fue levantada. Aquello parecía demasiado bueno para ser cierto. Se hizo una llamada al secretario de Cultos y él dio esta seguridad a los hermanos: “Sí, están libres, absolutamente libres para practicar su religión tal como lo hacían antes.” Un hermano desempolvó su maletín de libros, metió en el una Biblia y libros y, con el periódico en una mano, montó de un salto en su bicicleta y pasó por el pueblecito donde vivía, diciendo: “¡La obra de los testigos de Jehová está libre, la obra está libre!” Su esposa salió por la puerta de atrás gritando lo mismo a los vecinos. Hubo gran regocijo.
La reorganización comenzó inmediatamente. Se ubicaron Salones del Reino, se rehicieron los mapas de territorio y los archivos de congregación. Se hicieron pedidos de literatura y revistas,y éstos fueron recibidos sin más problemas. Antes de la proscripción 261 publicadores habían informado. ¡Cuando la proscripción fue quitada en agosto había 522, y para noviembre habían informado 612!
Unos siete meses después de la remoción de la proscripción las revistas dejaron de entrar y en la prensa empezaron a aparecer editoriales que llamaban “comunistas” a los Testigos. El siervo de sucursal, Roy Brandt, fue a ver al administrador de correos para tratar lo referente a las revistas y la situación. Este hombre, un coronel del ejército, lo interrogó acerca de las creencias de los testigos de Jehová, incluso el punto de quiénes son los “príncipes” que van a gobernar en el nuevo orden. Se consideraron las bendiciones del régimen del Reino por más de una hora. El coronel dijo que tenía un cuarto lleno de revistas pero tenía órdenes de Trujillo de no dejarlas salir. Fueron enviadas a la sucursal de Puerto Rico a expensas del gobierno dominicano.
El 30 de junio de 1957 el cura jesuita Vásquez Sanz, en un discurso transmitido por radio, mostró claramente la posición de la Iglesia Católica en cuanto a las actividades renovadas del pueblo de Jehová. Llamó a los testigos de Jehová comunistas, odiadores de todo orden, e hizo otras falsas acusaciones, todas las cuales fueron repetidas en la prensa pública. Diariamente se publicaron artículos similares. El cura católico romano Robles Toledano dijo que los testigos de Jehová eran un cáncer y tenían que ser desarraigados de la República Dominicana. El 3 de julio, El Caribe (periódico local), bajo el título “¿Testigos de Moscú?” dijo: “Por la esencia de sus postulados doctrinales los Testigos de Jehová semejan una vanguardia solapada del comunismo.” El 8 de julio el mismo periódico dijo: “No cabe la menor duda de que el movimiento jehovaísta es una peligrosa punta de lanza que prepara los caminos al desastre comunista.” Los ataques continuaron. A los testigos de Jehová se les llamó violadores de la ley, insultadores de la bandera y del himno nacional, y estalló una ola de terrible persecución.
En la zona de Salcedo las congregaciones enteras de Los Cacaos, Blanco Arriba y Monte Adentro fueron arrestadas y a los hermanos se les pidió que firmaran una declaración renunciando a su fe y prometiendo que regresarían a la Iglesia Católica Romana. Los hermanos fueron golpeados, pateados, y se les dieron culatazos con rifles en la cara y fueron arrojados en una celda atestada. Las hermanas, en una celda separada, pudieron oír sus gemidos de dolor toda la noche.
La mañana siguiente, uno por uno los siervos de estas congregaciones fueron llevados a una oficina. José Jiménez (65) fue arrastrado de allí sangrante e inconsciente. Pedro Germán (35) salió sangrando. Ángel Ángel (60) estaba inconsciente y sangrando por boca y nariz. Pedro González (60) salió con los ojos hinchados hasta no poder abrirlos y su hijo Porfirio (25) estaba inconsciente y sangrando del oído. Le habían roto el tímpano.
En Santiago, a Miguel Ángel Fernández y Máximo López les dieron veintiún azotes con un látigo. En la prisión La Victoria, en la capital, algunos fueron encarcelados por ocho días a harina de maíz y agua. En otra prisión, un hermano sobrevivió tres días con un poquito de dulce. Cordelia Marte, de quince años de edad, fue llevada ante el general Ludovino Fernández en Salcedo. Este comenzó a hablar contra los testigos de Jehová, diciendo que era fácil ver que eran de Moscú porque solo vagaban de un lado a otro y ni siquiera tenían una iglesia. La joven le preguntó si sabía lo que quería decir la palabra “iglesia.” Él se enfureció, dijo que sabía que a ella debían “cortarla en pedazos, estrellarla contra la pared para que sus sesos rebotaran y entonces enterrarla algún lugar donde no hediera.” Gritó a los soldados: “Llévensela y enciérrenla sin consideración alguna.” Más tarde fue transferida al Fuerte de Santiago y entonces al Reformatorio de Mujeres de la capital. Allí compartió una celda con Ramonita, una Testigo de doce años de edad.
En total, unos 150 hermanos fueron arrestados, muchos de estos antes de anunciarse la proscripción oficial el 24 de julio. Esta proscripción tuvo un aspecto más serio, porque fue por decreto presidencial y ratificada por una Ley del Congreso, mientras que la primera había sido por orden del secretario del Interior. Esta segunda proscripción se hizo ante la instancia del senador monseñor Sanabia y otro diputado que también era sacerdote. Declaraba que las doctrinas de los testigos de Jehová envolvían una violación de los principios sobre los cuales se había organizado la República Dominicana. Cuando el Senado dio consideración favorable a esta ley el monseñor Pérez Sánchez, también senador, dijo que era una “ocasión feliz” el que el Senado hiciera esto.
El coronel Arturo Espaillat de la Policía Militar llamó al hermano Brandt y le dijo que los misioneros habían de prepararse para partir del país en treinta días. Ellos empezaron a vender sus muebles, y la máquina de mimeógrafo fue llevada a otra ubicación donde Donald Nowills y León Glass fueron instruidos en su uso. Continúa el hermano Brandt: “Unos diez días antes del tiempo en que habíamos de partir, los diez misioneros fuimos llamados a la Oficina de Inteligencia Militar e interrogados acerca de nuestra mudanza. El coronel Espaillat pensaba que compraríamos nuestros boletos y sencillamente nos iríamos sin ninguna dificultad para él. Pero le expliqué que nuestra fecha de partida quedaba de parte de él porque nosotros no compraríamos boletos para partir, puesto que queríamos permanecer aquí. Entonces entendió que tendríamos que ser deportados y dijo: ‘Bueno, si ustedes quieren ser mártires los enviaremos de aquí.’ Le dije que enviara a alguien de puesto oficial a llevarnos al aeropuerto. Envió dos taxímetros con un bien conocido ‘matón’ del gobierno, Cholo Villeta, y otro oficial, y nosotros diez nos metimos en los dos taxímetros con nuestras maletas y fuimos al aeropuerto, donde ellos nos compraron boletos para Puerto Rico. Una hermana vino a despedirnos, pero un policía amigable le dijo a la hermana Johnson que le dijera que se fuera rápidamente porque tenían órdenes de matar a cualquiera que nos mostrara amistad.
“Llegamos a Puerto Rico y nos recibieron fotógrafos y reporteros de los periódicos. Los periódicos de Puerto Rico mostraron nuestras fotos, las de nosotros diez, y la historia de nuestra deportación. Esto dio un amplio testimonio.” Ello ocurrió el 3 de agosto de 1957.
En la República Dominicana la obra quedó en manos de un joven hermano de veinte años de edad, quien se había bautizado solo cuatro años antes. Cuando Donald Nowills fue nombrado siervo auxiliar de congregación en 1956, era la primera vez que había oído de tal puesto. Después fue nombrado siervo de congregación. Entonces, en marzo de 1957, fue nombrado siervo de circuito. Durante este tiempo pareció que siempre estaba precisamente una congregación adelante de donde lo buscaban las autoridades. En cierta ocasión había regresado a la aldehuela de Monte Adentro para recoger algunas de sus pertenencias personales. Gabriel Almanzar se ofreció para regresar con él a Salcedo, a cuatro kilómetros de allí. El hermano Nowills dijo que no sería necesario, que él podía fácilmente llegar allá, y se fue solo. Aquella misma tarde cuando el hermano Almanzar fue al pueblo fue rápidamente reconocido y se formó una chusma alrededor de él, gritando la gente: “¡Un Testigo! ¡Es Testigo!” Aparecieron dos guardias y se lo llevaron. Fue el primero del grupo de la zona de Salcedo que fue arrestado y golpeado. Si el hermano Nowills hubiera estado con él, sin duda habría compartido el mismo tratamiento.
Al atender la sucursal después de la deportación de los misioneros, el hermano Nowills encontró todo nuevo; todo lo tenía que aprender. Apreció mucho las visitas del hermano Bivens como siervo de zona y de Raymond Franz, porque le ayudaron a resolver los muchos problemas de organización y las dificultades que crearon personas que ambicionaban puestos en la organización. Gradualmente la obra llegó a estar mejor organizada. A los hermanos se les mostró cómo se podía efectuar la obra de casa en casa a pesar de la proscripción. En algunas zonas rurales, después de la ola de persecución intensa, los hermanos no se habían atrevido a celebrar reuniones. Entonces algunos comenzaron a estudiar juntos en lugares aislados de siembra de café. Por dos años estuvieron seguros de que un siervo de circuito no podría llegar a ellos sin ser arrestado, pero finales se hizo un intento de lograrlo. Félix Marte, otro guiado por hermano, entró en la zona después de la puesta del Sol. Veintiuna personas asistieron a la primera reunión, todas las cuales previamente habían renunciado a la obra debido a la persecución. La segunda noche se reunió con otro grupo de treinta. La noche después el hermano Marte y su compañero caminaron once kilómetros, a veces con el lodo hasta las rodillas, reunirse con otro grupo. Tomó tres horas ir al lugar de reunión. Cuando diecisiete hermanos salieron para recibirlos y abrazarlos olvidaron lo cansados que estaban, y la reunión comenzó a las 10:15 de la noche. En este viaje el hermano Marte pudo dar ayuda y consejo a unos sesenta hermanos.
CUANDO LOS PILLOS RIÑEN
Lo que son compañeros en la delincuencia por lo general descubren que no tienen un enlace fuerte entre sí. El interés egoísta los separa. Así fue en la República Dominicana. Ahora se estaba haciendo patente que los opositores del régimen estaban haciéndose más atrevidos y Trujillo comenzó a tener momentos de preocupación. Aunque sus tropas habían acabado con la invasión de Constanza, Maimón y Ester Hondo, el 14 de junio de 1957, el ataque dejó a los enemigos del gobierno con el sentimiento de que el régimen no era invulnerable.
La década de los años sesenta comenzó espectacularmente con la lectura de una carta pastoral en la misa en todas las iglesias católicas. Esta declaraba que la Iglesia no podía permanecer insensible ante el dolor profundo que afligía a tantos hogares dominicanos. Declaraba ciertos derechos de que todos deberían disfrutar y entonces decía: “Hemos dirigido . . . una carta oficial a la más alta autoridad del país, para que . . . se evitan excesos, que . . . sólo harían daño a quien los comete.” En respuesta se les dijo a los clérigos que se abstuvieran de actividad política o de cualquier cosa que alterara la paz pública. Esto preparó el camino para hostilidades del gobierno contra la Iglesia. Una de las represalias tomadas fue la remoción, en la primavera de 1960, de la proscripción que se había impuesto a los testigos de Jehová.
El hermano Anton Koerber investigó en la Embajada Dominicana en Washington y se le dijo que ahora la obra estaba libre y de nuevo podían ser enviados allí los misioneros. Ciertamente fue una bendición de Jehová el que algunos de los mismos que habían sido expulsados del país fueran enviados de nuevo allí como misioneros. El 7 de julio de 1960 el hermano Roy Brandt y su esposa recibieron la bienvenida allí al regresar. Comenzaron a trabajar como misioneros, dejando la organización de la sucursal como estaba entonces. Se celebraron reuniones pero en grupos pequeños. Nadie sabía precisamente hasta dónde llegaría la liberación.
Mientras tanto, los problemas de Trujillo aumentaban. El 24 de junio de 1960 se había hecho un atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela, y el régimen de Trujillo fue acusado de la conspiración. Esto produjo sanciones de parte de la Organización de Estados Americanos. El brutal asesinato político de las tres hermanas Mirabal que habían estado activas en el movimiento del 14 de junio levantó la indignación pública por todo el país.
En enero de 1961 el hermano Milton Henschel, de la oficina del presidente, visitó la sucursal. Ayudó a los hermanos a preparar mapas de su territorio y comenzar la obra de reorganización. Pronto los grupos estaban siendo visitados con regularidad por dos siervos de circuito. Este contacto restaurado de la organización con los hermanos mostró amor y los ayudó a mantenerse espiritualmente saludables. Hubo mucho entusiasmo y los hermanos comenzaron a ofrecer las revistas en la calle. Pero el hermano Knorr advirtió contra esto porque provocaría a los opositores y la obra se podía hacer sin ello. Lo importante era decir las “buenas nuevas,” sin mucha agitación si era necesario, visitando a la gente en sus hogares y conduciendo estudios con los que mostraban interés.
En la primavera de 1961 se suministró más ayuda. El hermano Salvino Ferrari y su esposa, ambos con muchos años de experiencia de misioneros en Cuba, llegaron y la obra crecía. Para a tender a las veinte congregaciones y muchos grupos aislados, tres siervos de circuito fueron utilizados... los hermanos E. Glass, D. Nowills y H. Nicholas.
El 30 de mayo de 1961 Trujillo fue asesinado y la policía secreta lanzó una búsqueda intensa de todos los que estaban implicados en el asunto. Solo dos hombres lograron escapar, escondiéndose hasta que se les otorgó amnistía. Varios misioneros fueron transferidos de Puerto Rico a la República Dominicana, incluso el hermano Raymond Franz y su esposa. El hermano Franz informa lo siguiente: “Aunque la obra se podía hacer libremente ahora, y se usaban los Salones del Reino, la gente por lo general todavía mostraba bastante temor, y vacilaba en cuanto a hablar con nosotros en la obra de casa en casa. El nombre y el retrato de Trujillo todavía aparecían en la mayoría de las casas, las fábricas todavía llevaban los lemas enormes: ‘Dios y Trujillo,’ ‘Alabanza a Trujillo,’ y lemas similares aparecían hasta en las cajitas que llevaban los limpiabotas en las plazas públicas.”
Ahora vino una crisis política. Miembros de la familia de Trujillo trataron de apoderarse de las riendas del poder, pero, bajo la presión de la resistencia popular, se vieron obligados a huir. Hubo huelgas, violencia, disparos, explosiones y soldados por todas partes. Personas que solo unos cuantos meses antes adoraban a Trujillo ahora empezaron a destruir fanáticamente todas sus estatuas y cuadros. Los hogares y las fincas de la familia de Trujillo y sus asociados fueron saqueados. Se otorgó amnistía a los desterrados políticos. Se formó un consejo de estado para gobernar el país. Joaquín Balaguer, que había sido presidente bajo Trujillo, fue nombrado presidente del consejo. Después de la muerte de varias personas que fueron ametralladas, una junta militar se apoderó del poder. Balaguer busco asilo en la oficina del nuncio papal y se le permitió viajar a salvo a Puerto Rico. El jefe militar Echavarría fue enviado al destierro a pesar de las fuertes protestas de los que pensaban que debió haber sido sometido a juicio por asesinatos políticos.
En aquellos días de disturbio y confusión políticos, el espíritu de Jehová continuó con sus fieles, de modo que para el fin del año de servicio había treinta y tres hermanos sirviendo como precursores especiales. Fue en aquel mismo año que el hermano Nowills tuvo el privilegio de asistir al curso de diez meses de la Escuela de Galaad, en Brooklyn, Nueva York. Habiendo obtenido alguna experiencia en la obra de sucursal durante el período de la proscripción, aprecio la oportunidad de estudiar la central de la Sociedad y aumentar en estatura espiritual. Regresó en diciembre y por sus visitas a las congregaciones ayudó mucho a estabilizar la obra.
PROSPERANDO EN TIEMPOS DIFÍCILES
El hermano Knorr visitó a la República Dominicana en abril de 1962, suministrando el estímulo que se necesitaba para más actividad. Aunque la obra iba bien, era principalmente por una continuación de la obra de los estudios bíblicos en los hogares, que había sido la actividad que había recibido énfasis durante la proscripción. Ahora se deseaba más trabajo de casa en casa. Se formó otro circuito y a los siervos de circuito se les dio la instrucción de dar atención especial a la obra de casa en casa. Las actitudes estaban cambiando rápidamente. Para aprovechar el tiempo mientras era conveniente, el hermano Knorr elevó el número permitido de precursores especiales a 100. El pueblo de Jehová sentía la urgencia de los tiempos. La gente, por tanto tiempo restringida, debería tener ahora una oportunidad de oír las buenas nuevas del Reino. Aunque solo había 790 publicadores como promedio en 1962, la asistencia al Memorial se elevó a 2.315. Obviamente había mucho trabajo que hacer todavía. Los hermanos Ferrari y Dingman fueron asignados a la obra de circuito, en la cual ambos tenían experiencia, para ayudar a las congregaciones jóvenes y los grupitos de precursores especiales a organizarse y enlazarse más estrechamente con la organización. Raymond Franz fue nombrado siervo de sucursal. Misioneros con experiencia en México, Bolivia y otros lugares fueron transferidos a la República Dominicana, y se comenzó a construir una nueva sucursal y hogar misional a fines del año.
Con la ayuda de Jehová, la obra continuó creciendo... 1.035 personas, entre ellas 75 precursores especiales, predicaron como promedio cada mes durante 1963. El año comenzó con una muy útil visita por el hermano Bivens, siervo de zona nombrado por el presidente de la Sociedad. El hermano Duffield, con experiencia en la sucursal cubana, llegó para asumir responsabilidad mientras el hermano Franz asistía al curso de diez meses de entrenamiento en Galaad. Mientras tanto, el hermano R. Wallen, de la oficina del presidente, visitó la sucursal y ayudó a organizar las clases de lectura y escritura. Los que no podían leer se reunían durante la parte final de la Escuela del Ministerio Teocrático para ser entrenados en lectura y así poder edificar su fe. Después de graduarse de Galaad, el hermano Franz sirvió como siervo de zona y entonces continuó como siervo de sucursal en la República Dominicana. En diciembre hubo un aumento de 18 por ciento en el número de publicadores, y el total llegó a 1.540. Veintiocho congregaciones y más de veinticinco grupos estaban siendo visitados regularmente por ministros viajantes de la Sociedad. La concurrencia al Memorial en 1964 fue de 4.064. Eran sorprendentes las posibilidades de crecimiento.
En el campo político durante este mismo período de tiempo había predominado la anarquía. En diciembre de 1962 Juan Bosch fue electo presidente. En poco tiempo fue echado y reemplazado por una junta militar que gobernó desde 1963 hasta 1965. Los impuestos y la austeridad instigaron una revolución popular en abril de 1965. Muchos alegan que la intervención estadounidense evitó que aquella revolución triunfara. Ahora Santo Domingo se convirtió en un campo de batalla mientras revolucionarios y fuerzas gubernamentales luchaban por el poder. El aire estaba lleno del sonido de guerra, sonido de rifles y fuego de ametralladoras y el zumbar de los aviones que bombardeaban sus objetivos. El servicio de electricidad, el servicio telefónico y postal, y la transportación pública quedaron fuera de función. Pronto se descubrió que había menos disparos entre las cinco y las once de la mañana, de modo que se usó este tiempo para obtener víveres y cosas necesarias y para predicar. Uno arriesgaba la vida no solo para obtener necesidades materiales, sino también para asistir a las reuniones. La isla quedó separada del resto del mundo, pero no del amor de la organización de Jehová. Al 19 de mayo el hermano Knorr envió un telegrama: “¿CÓMO ESTÁN TODOS? FAVOR RESPONDER POR CABLE.” Brooklyn recibió aviso tanto por cable como por carta, la carta enviada a través de fuentes diplomáticas, la única manera en que se podía recibir o enviar correo. La oficina del presidente avisó a las familias de todos los misioneros que todos estaban bien, y así se evitó preocupación innecesaria.
El siervo de sucursal, Raymond Franz, describe lo que era vivir en medio de una revolución: “La capital era el centro del conflicto. Dormimos en el piso por meses debido al peligro de dormir al nivel de las ventanas. Sin embargo, muy pocas balas dieron contra el edificio de la sucursal. La electricidad en la capital quedó fuera de función casi inmediatamente, lo que quiso decir que no podíamos usar nuestra estufa eléctrica ni el refrigerador, ni contar con nuestra bomba eléctrica para subir el agua al segundo piso del edificio. Hice un par de cocinillas de carbón de unas latas grandes. De noche leíamos a la luz de unas velas (después nos modernizamos consiguiendo linternas de queroseno), pero puesto que esto imponía un esfuerzo considerable a la vista y de noche el tiroteo siempre empeoraba, después de estudiar un poco nosotros los misioneros a menudo jugábamos a las damas chinas u otros juegos para alejar nuestra mente de la pelea que rabiaba afuera y aliviar hasta cierto punto la tensión. Con el transcurso del tiempo llegamos a estar tan acostumbrados que el tiroteo no impedía que durmiéramos más o menos normalmente. Muchas veces al mediodía estallaba un tiroteo mientras almorzábamos y nos deslizábamos al suelo y bajábamos los platos a las sillas y continuábamos comiendo. Me pareció que el pasar por esas experiencias hacía que nosotros los misioneros nos apreciáramos tanto más unos a otros. Además, igualmente sucedía en cuanto a todos los hermanos. El verlos venir a las reuniones (ahora celebradas en grupos pequeños) enfrentándose a obstáculos y riesgos los hacia parecer tanto más preciosos.”
En la ciudad dominaban el desafuero y el desorden. Surgían cuestiones que ponían a prueba la conciencia cristiana. Era necesario mantener la neutralidad. La opresión y las injusticias podrían ejercer influencia en uno y llevarlo a inclinarse en una dirección u otra. Era un tiempo en el cual recordar que ambos lados eran parte de este sistema de cosas y que ninguno de los dos tenía la aprobación de Jehová. Soldados de marina norteamericanos ocupaban algunas casas, o situaban ametralladoras en techos o balcones. Por lo menos un hermano tuvo que ir a los oficiales norteamericanos para solicitar que los soldados de marina y sus armas fueran quitados de su casa. Aprovechándose de la ausencia de ley, gente pobre se apoderó de terrenos vacantes y edificó en ellos. ¿Harían eso nuestros hermanos cristianos? Almacenes parcialmente quemados fueron abiertos por los revolucionarios y se permitía que la gente los saqueara, hasta se invitaba a la gente a hacerlo. Todos estaban ante una prueba. ¿Se unirían los hermanos a la gente y harían estas cosas? ¿Hasta dónde se guiarían por el principio cristiano de neutralidad?
Pronto la capital fue dividida en tres sectores. El ejército dominicano controlaba el norte y oeste; los soldados de marina estadounidenses controlaban un corredor que contenía la oficina sucursal; y el sector del sur, incluso la sección comercial principal, los muelles y la oficina de correos, estaba en manos de los revolucionarios. Debido a la reconocida neutralidad de los Testigos, al hermano Franz se le permitía ir de una sección a la otra sin molestia. Las asambleas de circuito se celebraban fuera de la ciudad, con arreglos especiales para que los hermanos de la ciudad volvieran a sus hogares para la hora de la queda.
Comenta Raymond Franz: “Por eso, aunque la guerra trajo dificultades y peligros, especialmente de clase espiritual, todos llegamos a opinar que habíamos aprendido mucho de ella y apreciábamos aun más lo recto de la Palabra de Dios y lo sabio que era seguir sus principios. Nos sentimos enriquecidos por la experiencia y con fuertes lazos de amor para con los que habían compartido estas experiencias con nosotros, en fidelidad.”
El hermano Franz fue invitado a servir en la central de Brooklyn de la Sociedad, de modo que se hicieron arreglos para que el hermano Keith Stebbins, quien había estado sirviendo de siervo de sucursal en el Hawai y acababa de completar el curso de diez meses en Galaad, viniera a la República Dominicana, aprendiera español y continuara como siervo de sucursal. El hermano Stebbins y su esposa llegaron el 11 de junio de 1965, y pocos meses después unas misioneras con experiencia, las hermanas Juryne Schock y Edith White, fueron traídas desde Jamaica. También se hizo el esfuerzo de enseñar inglés a algunos dominicanos nativos, para prepararlos como posibles candidatos para entrenamiento en Galaad.
Aunque la revolución había sido suprimida, y Balaguer fue electo presidente, la violencia y el terrorismo continuaron. A cualquier hora y en cualquier lugar estallaba el tiroteo en las calles. Las noches eran siempre perturbadas por la explosión de una bomba o disparos. Chusmas destructoras fuera de control mantenían a la gente en temor de salir a las calles. Estas condiciones causaron mucha inconveniencia a los hermanos, pero con la dirección del espíritu de Jehová por medio de su organización se logró adelanto. Se dio énfasis al desarrollo espiritual. Esto se necesitaba mucho para preparar a los hermanos a enfrentarse a problemas similares y otros que surgirían en el futuro.
Visitas por el hermano Henschel en 1966, Greenlees en 19677, Wallen en 1968 y Tracy en 1969 ayudaron a fortalecer la organización de la sucursal y el servicio que se daba a los hermanos de todo el país. En 1966 el número de publicadores creció hasta un promedio de 2.040 en cinco circuitos, con setenta y ocho precursores especiales. Aquel año 6.156 personas asistieron al Memorial.
Los esfuerzos que se hicieron por enlazar a la República Dominicana con las asambleas internacionales “Hijos de Libertad de Dios” resultaron inútiles. No se pudieron hacer arreglos para transportación y alojamiento. Ni las líneas aéreas ni los hoteles quisieron cooperar garantizando espacio para delegados extranjeros. Parecía que no era la voluntad de Jehová el traer visitantes a este país en disturbio en aquel tiempo. Sin embargo, se celebró la asamblea nacional en enero de 1967 de modo que los hermanos sí recibieran el beneficio del mismo programa. La presencia, también, de miembros de la junta de directores de la Sociedad aseguró a los hermanos locales que ellos eran parte de la gran familia de la sociedad del nuevo orden. Varios hermanos pudieron ir de Puerto Rico, y por una extensa campaña publicitaria invitó a la población local a asistir. Una presentación de once minutos por televisión de los hermanos Knorr, Stebbins y González, el siervo de distrito, hizo destacar el propósito de nuestra obra y de la asamblea. La concurrencia alcanzó la cifra 5.154 personas.
Continuaron las bendiciones en 1967 y resultaron en más crecimiento. Un número de 2.453 publicadores informaron con regularidad por medio de 47 congregaciones en 5 circuitos. Hubo 6.939 personas presentes en el Memorial, y el número de precursores especiales aumentó a 142. Se dio más ayuda amorosa: El Ministerio del Reino se enviaba ahora temprano a la sucursal. Aquí era revisado para que encajara con las necesidades de los hermanos en la República Dominicana. Los hermanos apreciaron esto y respondieron con gran progreso en el ministerio. Hubo 2.715 publicadores como promedio mensualmente, con una asistencia de 9.843 al Memorial, en 1968. ¡Qué maravilloso era todo esto para nosotros!
A medida que los 141 precursores especiales, 254 precursores regulares y 2.156 publicadores de congregación efectuaron una excelente obra de pastoreo durante 1969, la organización continuó creciendo. Ese año se alcanzó un máximo de 3.144 publicadores, y más grupos fueron convertidos en congregaciones de modo que el número de éstas alcanzó un total de 58. Durante el año, 106.633 piezas de literatura se colocaron. El siervo de sucursal fue llamado a una reunión especial en Brooklyn. Todo señalaba al hecho de que todavía había mucho trabajo que hacer en esta parte del campo.
Las huelgas, el hambre y el descontento aumentaron en el país, pero el pueblo de Jehová continuó prosperando espiritualmente. Se hizo necesario edificar una extensión en el edificio de la sucursal para almacenamiento y envío de literatura. Cada vez más personas hallaban su refugio en Jehová y su organización. Para 1970 había 3.378 publicadores en 63 congregaciones, y más de la mitad de los hermanos habían entrado en la organización durante los cinco años anteriores. Y Jehová suministra lo que se necesita. Vinieron de todo ramo de actividad en la vida: Mecánicos de automóvil, agricultores, conductores de automóviles públicos, tenedores de libros, constructores, carpinteros, abogados, dentistas, sí, y ex-políticos; todos atraídos por el amor a la verdad y el amor a Jehová. Ahora son una sola familia y están libres de la lucha del viejo sistema.
A fines de 1969 y principios de 1970 Satanás trató de causar unos problemas en esta organización que crecía rápidamente, promoviendo desacuerdos entre algunos de los siervos prominentes. Pero, como siempre, el espíritu de Jehová fue más que adecuado para tratar con la situación. De hecho, muchos publicadores ni se dieron cuenta de que había surgido un problema. Otros, reconociendo el arreglo teocrático, siguieron adelante y no permitieron que diferencias de personalidad interrumpieran su servicio a Jehová. Al fin de febrero de 1970 el hermano Jesse Cantwell y su esposa llegaron de Colombia, y el hermano Cantwell fue nombrado siervo de sucursal. Se celebraron cinco cursos de la Escuela del Ministerio del Reino en la sucursal con el propósito de equipar a los superintendentes de manera que mejoraran su servicio de pastoreo. Se celebraron reuniones especiales con todos los siervos de circuito y distrito. El siervo de sucursal visitó todas las asambleas de circuito y las cuatro asambleas de distrito en un esfuerzo por establecer lazos más estrechos entre los publicadores y la sucursal. También se celebraron reuniones con los precursores regulares y especiales. Se puso en vigor un programa de “Oradores de Betel” por medio del cual el siervo de la sucursal u otro hermano de la oficina visitaba congregaciones durante el fin de semana, pronunciando un discurso de servicio en la noche del sábado y participando en la predicación el domingo, y entonces pronunciando el discurso público aquella tarde. Todo esto contribuyó a enlazar más estrechamente a los publicadores y la sucursal en vínculos de amor.
El desarrollo espiritual ha sido el objetivo principal de todos los hermanos maduros por todo el país durante el año. Se necesita madurez para enfrentarse a las tácticas actuales de Satanás. Pocos años atrás utilizó la persecución cruel y fracasó. La obra creció. Ahora ataca tratando de sembrar discordia, por medio de inmoralidad y por el materialismo. Se hizo necesario expulsar a cincuenta y cuatro personas durante el año 1971. En una ciudad había 350 publicadores al principio del año. Durante el año más del 4 por ciento fueron expulsados. Triste como parezca esto, produjo fe en la organización y abrió el camino para el fluir libre del espíritu de Jehová. Durante el mismo período de tiempo el número de los publicadores en aquella ciudad aumentó en 18,3 por ciento, a pesar de la pérdida de 4 por ciento.
Cuando fallan los métodos violentos, Satanás intenta otros métodos. Además de la mencionada dificultad entre hermanos, a la cual Jehová puso fin por la acción rápida de Su organización, siempre hay la atracción de los deseos carnales. El materialismo y la inmoralidad continúan presentándose, contribuyendo cada uno a la caída de algunos de los hermanos que se mantuvieron tan fieles a través de los tiempos de persecución. Tres que pasaron muchos largos meses en prisión tuvieron que ser expulsados. Uno de éstos todavía está expulsado. De hecho, en una sola ciudad dieciocho personas tuvieron que ser expulsadas durante el año pasado. La congregación de Jehová tiene ser mantenida limpia de modo que su espíritu fluya sin estorbo.
La operación continuada del espíritu de Jehová, sin embargo, trajo bendiciones a los hermanos fieles, de modo que para el fin del año de servicio de 1971 hubo 4.106 publicadores informando. El amor de Jehová y el amor cristiano de unos a otros mantuvo a los publicadores adelantando gozosamente, trabajando en el campo por todo el país, y 13.778 personas asistieron al Memorial.
A través de los años la actitud de la gente ha cambiado notablemente. Ya no se mira a la Iglesia como la potencia que era. Ya no se tiene en profundo respeto a los curas. El descontento se manifiesta en la inquietud estudiantil, las manifestaciones de protesta, los frecuentes estallidos de terrorismo y la presencia de patrullas armadas en las calles. Por otra parte, la operación del espíritu de Jehová ha sido manifiesta, y para con los testigos de Jehová hay una actitud de respeto. Cada vez más personas aceptan la invitación de venir y probar que Jehová es bueno. Esto se puede ver por el hecho de que cada semana se conducen 6.596 estudios bíblicos de casa y de que en 1971 se distribuyeron 105.916 Biblias, libros y folletos, junto con 830.340 revistas La Atalaya y ¡Despertad! por todo el país. Más de 1.125.000 horas se dedicaron a predicar las buenas nuevas.

A pesar del hecho de que parece haber un “tema” de dificultades y violencia entretejido en las experiencias del pueblo de en la República Dominicana, los hermanos tienen un punto de vista positivo. Se encuentran felices y dan generosamente de sí mismos. Responden a la invitación de Jehová. Dicen: “¡Aquí estamos! ¡Envíanos!” Y estamos seguros de que Jehová continuará enviándolos a todas partes del país a predicar y enseñar hasta que Él diga que es suficiente.