“¡ZAFACÓN!” “¿Qué fue eso?” le pregunté a mi
esposa a la vez que me incorporaba de repente en la cama. “¡Zafacón!”
“¡Ahí está otra vez!” Miré el reloj... las cinco y treinta de la mañana.
Todavía aturdido del sueño, salí de la cama y me asomé por la ventana. Me
asombré al ver a un hombre delgado, de poca estatura, andando por la acera con
cuatro cubos para basura hechos de metal galvanizado atados alrededor de los
hombros con un cordón. Cuando volvió a llamar “zafacón” (que en la
República Dominicana y Puerto Rico quiere decir cubo de la basura), me di
cuenta de que estaba pregonando sus mercancías.
Esa fue mi primera experiencia, pero
no mi última, con los vendedores ambulantes de Santo Domingo. Acabábamos
de llegar la noche anterior.
En ciertos países de Occidente se acostumbra
hacer las compras en un supermercado local o en un centro comercial. Pero aquí
en Santo Domingo, muchos prefieren quedarse en casa y dejar que la tienda venga
a su puerta.
El hombre que vende huevos llega antes del
desayuno. Puede que lleve amontonados sobre la cabeza 10 ó 15 cartones de
huevos, cada uno con 30 huevos. A pesar de esta carga mantiene un paso
bastante rápido y ni siquiera usa las manos para estabilizar su torre de
huevos. ¡Imagínese lo que sucedería si tropezara! Pero no parece que se le
ocurra semejante peligro al portador de esta carga y rara vez quiebra siquiera
un huevo.
Entre los comerciantes que venden sus
mercancías en las calles el platanero es el más común. Cuando hay una
abundancia de este fruto y se vende a precio barato, es casi tan común en la
dieta dominicana como la porción diaria de arroz y frijoles. Es posible que el
platanero también venda mandioca o yuca, una raíz feculenta que sirve bien de
sustituto para las patatas y por lo general es más económica.
¿Qué necesita para su ensalada? Dentro de
poco pasará la marchanta y la oiremos cantar “¡verduras!” Lleva sobre la cabeza
un receptáculo de madera largo y rectangular lleno de toda clase de legumbres
verdes, hierbas aromáticas y tomates. Cuando parte del mercado temprano por la
mañana con este receptáculo lleno de verduras, puede que éste pese
14 kilos o más.
“¿No le da dolor de cabeza o le duele el
cuello después de llevar tal carga toda la mañana?” le pregunté recientemente a
una mujer robusta.
“Ciertamente que sí al principio, pero
después de poco uno se acostumbra a ello,” fue su respuesta. Me quedé admirado
ante el montón de alimentos frescos que llevaba posados sobre la cabeza y pensé
para mí que más valía que fuera la cabeza de ella y no la mía.
Además de un sinnúmero de víveres —legumbres,
frutas, pollos vivos, pescado— hay muchas otras cosas que uno puede comprar en
su propia puerta. ¿Necesita un espejo, o se interesa en adquirir una maceta
fuerte para su begonia? Solo hay que estar atento a oír el vendedor; pasará
dentro de poco. ¿Qué le falta para su costura? Pronto la tienda de costura
vendrá con tela, hilo, dedales, cremalleras, botones, broches y así por el
estilo. Otro mercante puede venir vendiendo prendas de vestir de hombres y
mujeres, tanto ropa interior como exterior. Una variedad de artículos de uso
doméstico estarán incluidas en las mercaderías de otro vendedor.
Hay la probabilidad de ver cochecillos de
niños repletos con todo, desde horquillas y tenacillas u otros dispositivos que
las mujeres usan para rizar el cabello y hasta libros y revistas que se ofrecen
de venta, canje o alquiler. Sí, uno puede alquilar un libro, ahí mismo en su
puerta, por tanto al día o semana.
Hasta diferentes clases de servicios están
disponibles en su puerta. Si se le ha tapado el sumidero o se le ofrece algún
otro servicio de cañerías, el cañero ambulante pasará a su tiempo. Manténgase
atento para oír su llamada. ¿Tiene cuchillos o tijeras que necesitan ser
afilados? Esté atento para oír el silbido que sube la escala y luego la baja.
Así es como el afilador anuncia su presencia. ¿Necesita reparos su paraguas? El
paragüero tendrá gusto en componérselo cuando dé su vuelta diaria. ¿Qué hay del
tacón que perdió, o ese agujero en la suela de su zapato? El zapatero ambulante
tendrá gusto en reparárselo.
Los métodos que los buhoneros o vendedores
ambulantes emplean varían. Cada uno es característico del artículo o servicio
que se presenta y lo describe acertadamente. Algunos mercaderes ambulantes
tienen una voz que parece difundirse por kilómetros. Hay una mujer que vende
guisantes desvainados a quien se puede oír por varios minutos antes que llegue
a la puerta. Si ella estuviera frente a una casa en que usted estuviera
platicando, su voz podría ahogar por completo toda la conversación. A fin de
que se les oiga, algunos vendedores colocan su mano a unos dos centímetros y
medio de la boca para desviar el sonido alrededor de las esquinas, por detrás y
por arriba. Algunos buhoneros utilizan sistemas megafónicos que funcionan con
baterías.
Ya han pasado más de cinco años desde que
llegamos aquí. Los vendedores ambulantes han dejado de ser una novedad para
nosotros. Pero todavía apreciamos lo práctico y lo conveniente que es el que
una tienda venga a nuestra puerta.
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