domingo, 19 de abril de 2015

Una tienda a su puerta



 “¡ZAFACÓN!” “¿Qué fue eso?” le pregunté a mi esposa a la vez que me incorporaba de repente en la cama. “¡Zafacón!” “¡Ahí está otra vez!” Miré el reloj... las cinco y treinta de la mañana. Todavía aturdido del sueño, salí de la cama y me asomé por la ventana. Me asombré al ver a un hombre delgado, de poca estatura, andando por la acera con cuatro cubos para basura hechos de metal galvanizado atados alrededor de los hombros con un cordón. Cuando volvió a llamar “zafacón” (que en la República Dominicana y Puerto Rico quiere decir cubo de la basura), me di cuenta de que estaba pregonando sus mercancías.
Esa fue mi primera experiencia, pero no mi última, con los vendedores ambulantes de Santo Domingo. Acabábamos de llegar la noche anterior.
En ciertos países de Occidente se acostumbra hacer las compras en un supermercado local o en un centro comercial. Pero aquí en Santo Domingo, muchos prefieren quedarse en casa y dejar que la tienda venga a su puerta.
El hombre que vende huevos llega antes del desayuno. Puede que lleve amontonados sobre la cabeza 10 ó 15 cartones de huevos, cada uno con 30 huevos. A pesar de esta carga mantiene un paso bastante rápido y ni siquiera usa las manos para estabilizar su torre de huevos. ¡Imagínese lo que sucedería si tropezara! Pero no parece que se le ocurra semejante peligro al portador de esta carga y rara vez quiebra siquiera un huevo.
Entre los comerciantes que venden sus mercancías en las calles el platanero es el más común. Cuando hay una abundancia de este fruto y se vende a precio barato, es casi tan común en la dieta dominicana como la porción diaria de arroz y frijoles. Es posible que el platanero también venda mandioca o yuca, una raíz feculenta que sirve bien de sustituto para las patatas y por lo general es más económica.
¿Qué necesita para su ensalada? Dentro de poco pasará la marchanta y la oiremos cantar “¡verduras!” Lleva sobre la cabeza un receptáculo de madera largo y rectangular lleno de toda clase de legumbres verdes, hierbas aromáticas y tomates. Cuando parte del mercado temprano por la mañana con este receptáculo lleno de verduras, puede que éste pese 14 kilos o más.
“¿No le da dolor de cabeza o le duele el cuello después de llevar tal carga toda la mañana?” le pregunté recientemente a una mujer robusta.
“Ciertamente que sí al principio, pero después de poco uno se acostumbra a ello,” fue su respuesta. Me quedé admirado ante el montón de alimentos frescos que llevaba posados sobre la cabeza y pensé para mí que más valía que fuera la cabeza de ella y no la mía.
Además de un sinnúmero de víveres —legumbres, frutas, pollos vivos, pescado— hay muchas otras cosas que uno puede comprar en su propia puerta. ¿Necesita un espejo, o se interesa en adquirir una maceta fuerte para su begonia? Solo hay que estar atento a oír el vendedor; pasará dentro de poco. ¿Qué le falta para su costura? Pronto la tienda de costura vendrá con tela, hilo, dedales, cremalleras, botones, broches y así por el estilo. Otro mercante puede venir vendiendo prendas de vestir de hombres y mujeres, tanto ropa interior como exterior. Una variedad de artículos de uso doméstico estarán incluidas en las mercaderías de otro vendedor.
Hay la probabilidad de ver cochecillos de niños repletos con todo, desde horquillas y tenacillas u otros dispositivos que las mujeres usan para rizar el cabello y hasta libros y revistas que se ofrecen de venta, canje o alquiler. Sí, uno puede alquilar un libro, ahí mismo en su puerta, por tanto al día o semana.
Hasta diferentes clases de servicios están disponibles en su puerta. Si se le ha tapado el sumidero o se le ofrece algún otro servicio de cañerías, el cañero ambulante pasará a su tiempo. Manténgase atento para oír su llamada. ¿Tiene cuchillos o tijeras que necesitan ser afilados? Esté atento para oír el silbido que sube la escala y luego la baja. Así es como el afilador anuncia su presencia. ¿Necesita reparos su paraguas? El paragüero tendrá gusto en componérselo cuando dé su vuelta diaria. ¿Qué hay del tacón que perdió, o ese agujero en la suela de su zapato? El zapatero ambulante tendrá gusto en reparárselo.
Los métodos que los buhoneros o vendedores ambulantes emplean varían. Cada uno es característico del artículo o servicio que se presenta y lo describe acertadamente. Algunos mercaderes ambulantes tienen una voz que parece difundirse por kilómetros. Hay una mujer que vende guisantes desvainados a quien se puede oír por varios minutos antes que llegue a la puerta. Si ella estuviera frente a una casa en que usted estuviera platicando, su voz podría ahogar por completo toda la conversación. A fin de que se les oiga, algunos vendedores colocan su mano a unos dos centímetros y medio de la boca para desviar el sonido alrededor de las esquinas, por detrás y por arriba. Algunos buhoneros utilizan sistemas megafónicos que funcionan con baterías.
Ya han pasado más de cinco años desde que llegamos aquí. Los vendedores ambulantes han dejado de ser una novedad para nosotros. Pero todavía apreciamos lo práctico y lo conveniente que es el que una tienda venga a nuestra puerta.


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