Según
lo relató Lennart Johnson
El domingo 26 de julio de 1931, el
segundo presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, J. F.
Rutherford, pronunció el discurso “El Reino, la esperanza del mundo” en el
coliseo de Columbus, Ohio. En Rockford, Illinois, mi familia escuchó la
transmisión radial. Yo sólo tenía 14 años, pero puedo decir que aquel
programa me quitó una venda de los ojos.
Aunque mi padre se interesó en el mensaje del
Reino, y luego mi hermano, mi madre fue siempre indiferente. Mi padre murió un
año después, en 1932. Otras transmisiones de programas de la Watch Tower
siguieron alimentándome espiritualmente, pero no fue sino hasta abril
de 1933 cuando descubrí el lugar donde se reunían los testigos de Jehová,
a kilómetros de distancia al otro lado del río.
¡Qué sorpresa fue para el grupito que se
reunía allí el que un delgado adolescente viajara en bicicleta a sus reuniones
para participar en un estudio del segundo tomo de Vindicación! En cada
reunión aprendía más, y me alegré cuando, dos meses después, empecé a llevar el
mensaje del Reino de casa en casa. Aquel mismo año me bauticé en una asamblea
regional (ahora asamblea de circuito).
Cada día, después de salir de la escuela,
pasaba más o menos una hora visitando a mis vecinos más cercanos para llevarles
el mensaje del Reino. Además, pude testificar en la escuela. Por ejemplo, en un
curso se mencionó la teoría de un infierno de fuego y tormento. Esto me impulsó
a dar la prueba bíblica de que los muertos no están sufriendo; más bien, están
en inconsciencia y en sus sepulcros, con la perspectiva de ser resucitados. El
maestro me permitió leerle a la clase entera la extensa composición que yo
había preparado.
El ministerio de
tiempo completo
En mayo de 1935 asistí a la asamblea de
distrito que se celebró en Washington, D.C., donde se dio énfasis al servicio
de precursor (el ministerio de tiempo completo). Al regresar a casa escribí a
la Sociedad Watch Tower, que no solo me envió una lista de territorios en los que
podría trabajar, sino que también (y esto me sorprendió) incluyó información
—varios planes— sobre cómo construir un remolque habitable. En aquellos días el
ser precursor significaba trasladarse a nuevas zonas, y con un remolque uno
tenía dónde vivir. De modo que decidí conseguir un automóvil y un remolque
habitable para servir de tiempo completo.
Mientras tanto, empecé a anunciar el mensaje
del Reino mediante un automóvil con altavoces que nuestra congregación había
adquirido. Cuando, junto con otro hermano, fui invitado a Monroe, Wisconsin,
para anunciar el Reino con aquel auto, conocí a Virginia Ellis, con quien poco
después me casé. ¡Ahora cooperaríamos para conseguir un automóvil y su
remolque, para usarlos en la obra de precursor!
En el otoño de 1938 murió mi madre, y
para entonces Harold Woodworth nos escribió desde Nuevo México: “Vengan acá;
necesitamos mucha ayuda”. Por eso, salimos hacia Nuevo México, en un viaje de
unos 1.600 kilómetros. En cierto lugar, durante el viaje, nos llegó un
telegrama. Decía: “Regresen a casa”. Se me ofrecía un empleo con buena paga y
excelentes oportunidades de ascenso. Hice pedazos el telegrama. Si Jehová nos
había dado lo que necesitábamos para ser precursores, ¡jamás volveríamos atrás!
En marzo de 1939 empezamos a servir de
precursores cerca de Hobbs, Nuevo México. Era tierra de ganado; también había
muchos poblados conectados con los campos petrolíferos de la zona. La pequeña
congregación de aquel sector tenía reuniones los viernes y domingos, de modo
que nosotros, aprovisionados de literatura, agua, alimentos, una estufa pequeña
y un catre o cama de campaña, predicábamos desde el lunes hasta el viernes por
la tarde en las zonas rurales. Al caer la noche dormíamos a campo raso, con el
cielo como techo y, cerca, una antorcha de las que se usaban en los campos
petrolíferos, para espantar a las serpientes de cascabel. En los fines de
semana trabajábamos en el pueblo, con la congregación.
Seguimos este horario por varios meses, y
después la Sociedad nos envió a Roswell y, más tarde, a Albuquerque, Nuevo
México. Aquí de nuevo usamos el automóvil con altavoz, que era muy eficaz para
testificar a las aldeas indias de esta zona. A principios de 1940 empezó
la nueva obra de testificar en las calles con las revistas, y tuvimos el placer
de participar en ella con los hermanos de Albuquerque.
Oposición durante la
histeria bélica
En septiembre del año anterior había empezado
la II Guerra Mundial en Europa, y debido a nuestra neutralidad nos
enfrentamos a un período de cruel oposición. Una vez me arrancaron de encima la
camisa mientras participaba en el ministerio.
En el verano de 1940 las autoridades
arrestaron a unos hermanos que trabajaban con las revistas cerca de El Paso,
Texas. El lunes siguiente Harold Woodworth y yo acudimos al tribunal para
ayudarlos. Interrogué a los hermanos ante el tribunal y pude sacar a relucir
puntos importantes en defensa de ellos. Todos fueron declarados inocentes, y un
informe periodístico me llamó después “un prometedor joven abogado de
Albuquerque”. Pero, en realidad, ¡fue Jehová quien dio la victoria a sus
siervos aquel día!
En otra ciudad sucedió algo similar: Nuestros
hermanos fueron encarcelados por predicar. Después que los defendí en el
tribunal, el hermano David Gray y yo llevamos una carta a todos los
funcionarios de la ciudad. La carta mostraba que los testigos de Jehová tenían
derecho legal a efectuar su obra, y advertía que, si se continuaba hostigando a
los Testigos, los funcionarios cargarían con la responsabilidad por los daños
en que se incurriera.
El alcalde recibió la carta y la leyó sin
comentarios, pero el jefe de la policía nos dijo: “Aquí en el Oeste la gente
sale del pueblo a dar un paseo, y [...] después, [...] cuando otros
los buscan, nunca aparecen”. Sin embargo, esta amenaza no se realizó; más bien,
la situación mejoró, y no se tomó acción legal contra los hermanos.
Para este tiempo la Sociedad Watch Tower me
nombró siervo de zona (ahora superintendente de circuito). Tenía como
asignación gran parte de Nuevo México y una porción de Texas.
Galaad y una
asignación en el extranjero
En 1943 Virginia y yo recibimos una
invitación a la segunda clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower.
Después de graduarnos, en enero de 1944, originalmente se nos asignó a la
congregación de Flatbush, en Brooklyn, Nueva York. Vivimos por un tiempo en un
edificio viejo que estaba situado detrás de la fábrica de la Sociedad, y que
más tarde fue demolido para agrandar aquella fábrica de la calle Adams.
Sin embargo, con el tiempo se nos asignó a la
República Dominicana, donde era dictador absoluto Rafael Leónidas Trujillo
Molina. Cuando llegamos a aquel país, el domingo 1 de abril de 1945,
Virginia y yo éramos los únicos Testigos allí. Fuimos al Hotel Victoria y
conseguimos alojamiento... cinco dólares al día por los dos, las comidas
incluidas. Aquella misma tarde empezamos nuestro primer estudio bíblico en el
hogar de una persona que se interesaba en la verdad.
Sucedió así: Dos dominicanas con quienes
habíamos considerado la Biblia en Brooklyn nos habían dado los nombres de sus
parientes y conocidos, y uno de estos era un médico de apellido Green. Cuando
lo visitamos, también conocimos a su vecino, Moses Rollins. Al decirles cómo
habíamos obtenido el nombre y la dirección de ellos, escucharon atentamente el
mensaje del Reino y concordaron en estudiar la Biblia. Pronto Moses llegó a ser
el primer publicador local del Reino.
Aquella misma noche el doctor Green nos llevó
a buscar casa desde un autobús. Finalmente alquilamos una pequeña casa de
concreto allí en la capital, Ciudad Trujillo (ahora Santo Domingo). En junio
llegaron otros cuatro misioneros. Abrimos un segundo hogar misional, y después
llegaron otros misioneros. Para agosto de 1946 tuvimos un máximo de
28 publicadores. Pronto llegaron muchos misioneros más, y se abrieron
hogares para ellos también. ¡Era un tiempo de aumento!
Servimos bajo
proscripción
Para 1950 habíamos aumentado a más de
200 publicadores. Sin embargo, debido a la neutralidad estricta de los
testigos de Jehová el gobierno de Trujillo empezó a echar en prisión a algunos
hermanos jóvenes. Además, como medida más extrema, la obra de los testigos de
Jehová fue totalmente proscrita el 21 de junio de 1950.
Los hermanos ya no podían reunirse en Salones
del Reino, de modo que empezaron a celebrar reuniones como grupitos en hogares
privados. Allí estudiábamos artículos de La Atalaya producidos por
mimeógrafo. Todos los leales apreciaron muchísimo la fortaleza espiritual que
Jehová siguió dándoles en estos grupitos de estudio.
Los domingos visitábamos a los muchos
hermanos dominicanos en las prisiones de Trujillo. Los guardas nos registraban
al entrar, y formalmente se tomaba nota de quiénes éramos. A veces, cuando
estábamos con los hermanos, varios soldados nos rodeaban y nos vigilaban cuidadosamente.
En cierta ocasión, el hermano Stanley Aniol, de Chicago, quien visitaba a su
hija misionera, Mary (ahora es Mary Adams, y sirve en el Betel de Brooklyn),
nos acompañó en el viaje a una prisión. Conmovido por la integridad de los
jóvenes hermanos dominicanos, el hermano Aniol los besó tiernamente a la vista
de los soldados que vigilaban.
Terminada la visita, mientras caminábamos por
la calle principal, un auto lleno de agentes de Trujillo nos siguió lentamente.
Este era uno de los muy conocidos métodos que Trujillo usaba para intimidar a
la gente. Cuando le dijimos al hermano Aniol lo que se proponían aquellos
hombres, no se perturbó en lo más mínimo. Sí; era necesario no hacer caso de
los esfuerzos de Trujillo por intimidarnos; teníamos que confiar completamente
en Jehová.
A veces venían a visitarnos impostores,
espías de Trujillo, que se hacían pasar por hermanos. Por eso teníamos que ser
“cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”. (Mateo
10:16.) Para determinar si realmente eran hermanos, les hacíamos preguntas
escrutadoras.
Durante la proscripción, cada orador
pronunciaba el discurso de la Conmemoración en tres diferentes grupos de
estudios; los oradores se transportaban de un lugar a otro con el mayor sigilo.
Muchas veces sucedía que llovía torrencialmente la noche de la Conmemoración, y
puesto que el ejército de espías de Trujillo temía a la lluvia fuerte —como en
otros lugares la gente teme a un temporal de nieve— aquello era una bendición
para nosotros.
Puesto que el gobierno de Trujillo hubiera
negado a los misioneros el regreso al país si salían de allí, la mayoría de
ellos no asistieron a las grandes asambleas internacionales que se celebraron
en la ciudad de Nueva York en 1950 y en 1953. Tuvimos que conformarnos
con la información que presentó el periódico The New York Times: unas
hermosas fotografías de la asamblea y descripciones de los programas diarios.
Además, un teatro local exhibió una extensa vista del gran bautismo de la
asamblea de 1953.
En 1956 Roy Brandt y yo recibimos
notificación de que debíamos comparecer para un interrogatorio oficial. Antes,
funcionarios del gobierno de Trujillo habían invitado al hermano Manuel
Hierrezuelo a verlos. Pero después la familia de Manuel solo recibió su
cadáver. Por eso, ¿qué nos esperaba a nosotros?
Al llegar, nos interrogaron por separado, y
era obvio que se estaba tomando nota de nuestras respuestas. Aquella vez no
sucedió nada más, pero dos meses después los periódicos anunciaron que el
gobierno de Trujillo había levantado la proscripción de los testigos de Jehová,
y que podíamos activarnos públicamente. De nuevo conseguimos Salones del Reino,
y la obra de Jehová siguió progresando.
Sin embargo, en junio de 1957 empezó una
nueva ola de persecución, y todos los misioneros fueron expulsados del país.
Nos entristeció mucho tener que salir de allí. Virginia y yo habíamos servido
por 12 años en la República Dominicana y habíamos visto aumentar la
cantidad de los Testigos desde solamente nosotros dos hasta mucho más
de 600. En 1960 se levantó la segunda proscripción, ¡y la cantidad de
publicadores ha continuado creciendo hasta alcanzar, ahora, la cifra
de 10.000!
Servicio en Puerto
Rico
En agosto de 1957, cuando llegamos a Puerto
Rico, nos recibieron allí nuestros hermanos cristianos y representantes de la
prensa. Los informes de la prensa sobre nuestra llegada dieron un amplio
testimonio. En aquel tiempo había menos de 1.200 publicadores del Reino en
Puerto Rico. ¡Ahora hay unos 22.000!
En 1958 la Sociedad me invitó a servir
como superintendente viajante. Así, en el transcurso de los años llegamos a
conocer a muchos hermanos fieles de todas partes de Puerto Rico y de las Islas
Vírgenes, y a trabajar con ellos. Más tarde mi esposa y yo llegamos a ser
miembros de la familia del Betel local. Y desde que se formó el Comité de la
Sucursal aquí, Jehová me ha favorecido con ser miembro de él.
Me llena de felicidad haber recibido
personalmente de Jehová el “céntuplo ahora [...] hermanos, y hermanas, y
madres, e hijos”. (Marcos 10:30.) Lo que siempre he deseado hacer en la vida es
servirle. Por eso, al examinar en retrospección unos 48 años desde que
empecé a servir de precursor, ¡me regocijo al decir que de veras he visto que
Jehová es bueno! (Salmo 34:8.)
Ya
para finalizarse esta historia de la vida de Lennart Johnson, Virginia Johnson
murió mientras dormía apaciblemente, el 31 de enero de 1987
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