Los primeros misioneros de la Sociedad Watch
Tower llegaron al aeropuerto General Andrews en Ciudad Trujillo, ahora Santo
Domingo, el 1 de abril de 1945. ‘¿Cómo sería efectuar bajo una
dictadura católica el ministerio que Dios les encargaba?’ sin duda se
preguntaban aquellos misioneros. He aquí la historia de Lennart y Virginia
Johnson acerca de aquellos días memorables:
“El conductor del auto nos llevó al Hotel
Victoria en la calle 19 de Marzo, al salir de El Conde. Los cuartos para
nosotros nos costaban cinco dólares al día, incluso buenas comidas. Una vez que
estuvimos establecidos, quisimos ponernos en comunicación con la gente local.
Dos dominicanas con las cuales habíamos estudiado en Brooklyn nos habían dado
los nombres de parientes y conocidos en la República Dominicana. Primero,
fuimos a una calle llamada Luis C. de Castillo para buscar un Dr. Green.
Como no sabíamos dónde era este lugar, tomamos un auto, ¡y cuánto nos
alegramos de encontrar al doctor en casa, y también a su vecino, Moses Rollins!
“Prontamente se nos invitó a entrar en el
nítido y sencillamente agradable hogar de madera. La sala, de quizás tres por
cuatro metros, estaba amueblada con sillas de caoba que tenían espaldar y
asientos muy frescos de carrizo. Tanto el Dr. Green, de unos cuarenta años,
como Moses Rollins, de poco más edad, nos dieron su atención indivisa. Virginia
y yo explicamos cómo habíamos obtenido sus nombres y direcciones y por qué
habíamos venido a la República Dominicana. De hecho, habíamos llegado aquel
mismo día. Aquella tarde comenzamos un estudio con el libro ‘La Verdad Os
Hará Libres.’”
Moses Rollins llegó a ser el primer
publicador del Reino local y más tarde fue muy útil suministrando los
“dominicanismos” correctos para la traducción del Informador (más tarde
conocido como Ministerio del Reino) del inglés al español. Sirvió de
precursor desde abril de 1961 hasta su muerte en octubre de 1970. El
Dr. Green fue finalmente bautizado en 1963, poco antes de su muerte. Tres
hijas y un hijo de él son siervos dedicados de Jehová, y el hijo, Francisco
Green, sirve ahora como superintendente de una de las congregaciones que se
reúnen en el edificio actual de la sucursal en Santo Domingo.
El hermano Johnson continúa: “Después de
aquel primer estudio, el Dr. Green nos llevó a buscar casa desde la parte
superior de un ómnibus de dos pisos. Fuimos por toda la ruta del autobús, y
finalmente alquilamos una casita de concreto en el extremo occidental de la
ciudad e hicimos arreglos para obtener algunos muebles.
“Llegó nuestro embarque de literatura y
efectos personales y también la lluvia. Llovió y llovió y llovió,
torrencialmente, cada día. Escribimos a la Sociedad acerca de ello, y ésta dijo
que si ésa era la clase de clima que teníamos, deberíamos acostumbrarnos a
predicar en él. Hubo poco fruto de nuestra obra en esta zona.
“En junio se nos unieron los misioneros Zene
y Meryl Caryk, Rhudelle Baxley y Rachel Bippus, y comenzamos a salir a más
territorio.”
RESPONDEN LAS
“OVEJAS”
“Las ‘ovejas’ reconocen el sonido de la
verdad, como lo hizo Palé. Pablo Bruzaud, conocido a todos como Palé, era un
hombre saludable de unos cincuenta y cinco años de edad, que tenía una línea de
autobuses entre Santiago y Ciudad Trujillo (ahora Santo Domingo), una ruta de
175 kilómetros. Tenía que hacer viajes frecuentes a la capital para tratar
con la junta de racionamiento para obtener pneumáticos para sus autobuses.
Mientras visitaba a unos amigos cierto día, lloró al escuchar una grabación
fonográfica que habían puesto las hermanas misioneras Johnson y Caryk. Aceptó
el libro ‘La Verdad Os Hará Libres,’ y se hicieron arreglos para que él
estudiara diariamente mientras estuviera en la ciudad. Todavía no había
misioneros en Santiago, y allí vivía Palé en una gran casa de madera
no lejos del centro del pueblo, con niños y niños y más niños, 108 en
total. No, no eran suyos. Eran huérfanos e hijos cuyos padres eran
demasiado pobres para suministrarles buen alimento y casa. El arreglo costeado
por la línea de autobuses y los niños recibían la atención maternal de la
bondadosa y amigable mujer de Palé.”
Palé acompañó al hermano Johnson en un viaje
desde Ciudad Trujillo a Santiago y más allá sobre las montañas al pueblo
costero septentrional de Puerto Plata para buscar a un grupo de personas que
habían mostrado interés. Estos individuos habían escrito a la Sociedad en
Brooklyn pidiendo información. Además de ayudarlos por correspondencia, la
Sociedad los había remitido la congregación más cercana. Sin embargo, esto
no ayudaba mucho, puesto que la congregación era de habla francesa en
Puerto Príncipe, Haití. ¡Cuánto se alegraron de recibir esta visita de los
representantes de la Sociedad!
En octubre de 1945 el segundo piso del
número 87 de Padre Billini llegó a ser hogar misional y Salón del Reino.
Hasta cuarenta personas asistieron a las reuniones, algunas por curiosidad,
pero otras en busca de la verdad. Se hacían arreglos localmente para los
programas de las reuniones para atender las necesidades de los nuevos. El Ministerio
del Reino y otro material se traducía del inglés. Fue unos tres años
después que por primera vez se recibió de Cuba el Ministerio del Reino
en español.
Esta ubicación en Padre Billini pronto estuvo
atrayendo a personas de lejos y cerca. Venían a ver un rótulo, a cinco metros
sobre la calle, del cual hablaba todo el mundo en el pueblo. Letras de
veinticinco centímetros, pintadas en negro, sobresalían contra el fondo blanco
brillante y decían: “Salón del Reino.” Debajo y enfrente de las letras de
veinticinco centímetros había otras pequeñas que decían: “Los Testigos de
Jehová.” Entre las personas a quienes atrajo este rótulo en 1945 estuvo
Luis Eduardo Montás, farmacéutico, dentista, miembro del Comité Central
Directivo y tesorero del Partido Dominicano, el único partido de la República.
Se detuvo y se quedó mirando al rótulo, preguntándose mentalmente qué querrían
decir aquellas extrañas palabras.
PLANES PARA EXPANSIÓN
El comedor y el salón de espera adjuntos al
hogar misional tuvieron que ser rearreglados para hacer un salón más grande
para la noche del 22 de marzo de 1946. Esta fecha marcó la ocasión de
la primera visita que hicieron a la República Dominicana N. H. Knorr
y F. W. Franz, presidente y vicepresidente de la Sociedad Watch Tower
Bible and Tract. En esta reunión hermano Knorr dio énfasis a la necesidad de
efectuar la actividad en el campo según las instrucciones de la organización.
Se hicieron arreglos para dar amplitud a la obra por medio del establecimiento
de una sucursal. El hermano Caryk sería el encargado hasta el nombramiento de
un siervo de sucursal.
En armonía con los planes para esta
expansión, se abrió un segundo hogar misional. Esto fue en Santiago, la segunda
ciudad entre las más grandes del país, y otro grupo de misioneros, graduados de
la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower —los Droges, Messicks y Alma
Parsons— se mudó a este nuevo hogar que también tenía espacio para un Salón del
Reino. Llegaron más misioneros para unir sus voces al testimonio que se daba.
Primero Maxine Boyd, Edith Morgan y Lorraine Marquardt, y después Helen Miller
y, más tarde todavía, Vera Stewart y Kathleen Graham.
Para trabajar eficaz y organizadamente el
territorio, se necesitaron mapas de la ciudad. Por lo tanto los misioneros
pasaron muchas noches trabajando en mapas de la ciudad, y gradualmente otras
personas interesadas en el mensaje trabajaron junto con ellos. Algunos de los
interesados no eran conocidos, y éstos tendían a desaparecer cuando se les
pedía su dirección para comenzar estudios bíblicos con ellos. Resultaba que
eran espías gubernamentales que habían venido para ver lo que sucedía.
La expansión exigía otro paso. El gobierno de
Trujillo había cerrado el periódico “El Listín Diario,” y el segundo piso de su
edificio llegó a ser un Salón del Reino. Al lado estaba el edificio ocupado por
el Senado dominicano. Enfrente, al cruzar la calle, dormían los curas que
oficiaban en la Catedral de Santo Domingo, y precisamente al doblar la esquina
estaban las principales oficinas militares, al lado de un antiguo fuerte y
prisión. ¡Qué vecindario! Al principio solo se necesitó la cuarta parte del
espacio de la pieza para el Salón del Reino. Los misioneros se mudaron a un
hogar separado y más grande en Estrelleta 37. Para el fin del año de
servicio hubo un máximo de veintiocho publicadores.
PROGRESO, AUNQUE
LENTO
El temor y la sospecha que han sido
inculcados no se vencen con facilidad. Pero los que tienen corazón recto
se manifiestan y, con la ayuda de Jehová, progresan. Los misioneros Hugh George
y Raymond Johnson llegaron en septiembre de 1946, el primero para servir
de siervo de sucursal. La noche de su llegada, el hermano George asistió a un
estudio con Lennart Johnson en la casa de Manuel y Consuelo Arcas. Esta pareja
se bautizó en mayo de 1947. El hermano Arcas murió el año siguiente, pero
la hermana Arcas sigue todavía disfrutando del ministerio de tiempo cabal como
precursora especial.
El hermano George recuerda otro estudio que
dio buen fruto. Dice: “Esperaba con gusto cada domingo por la tarde caminar
desde el 37 de Estrelleta al río Ozama, cruzarlo en bote de remos, subir el
cerro donde vivía John Gilbert, y estudiar en el patio bajo un árbol umbroso, y
cada vez recibir un pedazo de bizcocho y un vaso de ‘Pepsi’ para completar.”
Este hombre, John Gilbert, era un nativo de Saint Kitts que había venido a la
República Dominicana en 1916 buscando trabajo. Como herrero halló trabajo
en haciendas de caña de azúcar, pero al mismo tiempo buscaba otra cosa. La
asociación con varios grupos religiosos lo llevó a pensar que todos eran
hipócritas. Deseaba la verdad. En 1946 aceptó un ejemplar de “La Verdad
Os Hará Libre” de dos misioneras, creyendo que el libro estaba en inglés,
pero descubrió más tarde que estaba en español, y él no podía leer
español. No sabía dónde hallar a las misioneras, pero quería saber lo que
decía el libro. Oró acerca del asunto, y casi inmediatamente se encontró con
las mismas dos muchachas en la calle. No solo pudo conseguir el libro en
inglés, sino que se hicieron arreglos para que recibiera un estudio, y pronto
estuvo acompañando al hermano George en el servicio del campo. Se bautizó y
comenzó a participar en la predicación de tiempo cabal como precursor aquel
mismo año.
Para más o menos aquel mismo tiempo una serie
de acontecimientos llevó al hombre que se había quedado mirando al extraño
rótulo en 1945 a buscarlo de nuevo. Se fue disgustando cada vez más con la
política, y quedó cabalmente disgustado con las iglesias que se interesaban en
la política, el dinero y la superstición más bien que en el conocimiento de
Dios y el bienestar espiritual de la gente. Con la idea de vengar el asesinato
político de sus dos hermanos, el Sr. Montás visitaba a los espiritistas. En una
mesa en la casa que servía de centro para la práctica del espiritismo, vio un
libro intitulado “La Verdad Os Hará Libres.” Comenzó a leerlo y se
interesó tanto que pidió que se lo prestaran. Se lo dieron, porque solo lo
habían comprado por la insistencia de un publicador y no por interés.
Más tarde una reunión política dejó al Sr.
Montás disgustado, triste, frustrado y sintiendo que estaba fuera de lugar.
Salió de la reunión y entró en el hogar de un amigo. Notó en la mesa un
ejemplar de Selecciones. Era el número que contenía el artículo “Agentes
Viajeros de Jehová,” que describía la asamblea de Cleveland. Dice Montás: “Lo
leí y me dije: ‘Esta es la religión que busco.’” Esto exigió viajar a Santo
Domingo; buscar el extraño rótulo; una reunión; leer hasta el amanecer los
libros y revistas obtenidos en el salón; y otra visita al Salón del Reino para
pedir un estudio bíblico. Esto fue en abril de 1947, y el 5 de
octubre de 1947 estaba bautizado.
Se facilitó más expansión de la predicación
en 1947 cuando Edith Morgan compró un automóvil. Ahora, en grupos de
cuatro o cinco, los misioneros, junto con algunos publicadores locales,
visitaron a Andrés, Boca Chica, Guerra, Bayaguana, Monte Plata, Los Llanos y
otros pueblos fuera de la capital. Se comenzaron muchos estudios bíblicos, con
la ayuda de “La Verdad Os Hará Libres.”
En el norte, en el Cibao, Pablo González
había empezado a leer la Biblia para el año 1935. Se asoció brevemente con
un grupo protestante pero pronto vio una diferencia entre lo que ellos
enseñaban y su conducta y lo que leía en la Biblia. No le gustó la distinción
que se hacía entre ricos y pobres, y la adulación del clero. Pasó mucho tiempo
ahora estudiando la Biblia y predicando lo que aprendía, primero a su familia y
vecinos y entonces extendiéndose a otras comunidades. Para 1942 estaba
celebrando reuniones regulares. En un viaje para visitar a una familia que
mostró interés en 1948, pasó por Santiago y obtuvo una revista La Atalaya
de alguien que ofrecía las revistas en la calle. Más tarde tomó los libros Salvación
y “El Reino Se Ha Acercado” y fue invitado al Memorial. Al asistir a
esta reunión quedó convencido de que había hallado la verdad y no perdió
tiempo en decir eso a las personas a quienes había estado predicando. Entregó a
la Sociedad los nombres de 150 personas interesadas. Él y varios de su
grupo fueron bautizados en 1950.
Dos experiencias interesantes trajeron la
naturaleza de la obra a la atención de las autoridades y demostraron la
eficacia del sistema de espías que entonces estaba en funcionamiento. El
hermano L. Johnson fue llevado en un jeep del gobierno al Palacio
de la Policía e interrogado acerca de su propósito al hacer visitas en cierta
dirección, donde vivía un hombre que era ‘indeseable’ al gobierno de Trujillo.
Él explicó la obra de estudios bíblicos. El hermano Johnson había visto al
hombre en cuestión brevemente una sola vez, pues el estudio se conducía con
otro miembro de la familia.
Poco después, el hermano Johnson y su esposa
fueron invitados a visitar al general del ejército Federico Fiallo cerca del
Salón del Reino. Se les interrogó en cuanto a lo que estaban haciendo en otra
dirección. De nuevo se dieron explicaciones en cuanto a la naturaleza de la
obra de los estudios bíblicos de casa. Puesto que nunca se consideraba la
política, no tenían manera de saber que la dirección estaba bajo
sospechas. El interrogatorio continuó. ¿Sabían ellos que en aquella dirección
se imprimían hojas contra el gobierno? ¿No habían oído las prensas? A
veces oían un retumbo en el fondo. Pudiera haber sido una imprenta o una
máquina de hornear pan. Pudiera haber venido de aquella casa, de otro
apartamento en el mismo edificio o de la casa detrás. Finalmente el general
Fiallo quedó satisfecho de que ellos no sabían que estuviera efectuándose
alguna actividad de impresión clandestina y poco después de eso se otorgó
permiso para la entrada de más misioneros, algo que había sido detenido por
algún tiempo.
En el siguiente grupo de misioneros que llegó
estaban Roy y Juanita Brandt, Jetha Adams, Mary Aniol, Sophie Soviak y Rose
Billings. Estos fueron seguidos por Dorothy Lawrence y Wanda Mazur. Todas estas
personas eran misioneros de experiencia que habían servido en Cuba.
Roy Brandt fue nombrado siervo de sucursal y
los Johnsons, Maxine Boyd y Lorraine Marquardt se mudaron a un nuevo hogar
misional en Puerto Plata, en 1949. Otro hogar fue abierto San Francisco de
Macorís, y Edith Morgan, Sophie Soviak, Jetha Adams y Mary Aniol fueron
asignadas allí. Tres Messicks fueron a un hogar en La Romana.
La obra en estos pueblos pequeños resultó muy
eficaz. Por ejemplo Jerry y Mary Stolfi, quienes llegaron el 3 de enero
de 1948, fueron asignados a San Pedro de Macorís, un pueblecito al este de
la capital. Allí tuvieron la emoción de ser invitados entrar en cada hogar para
presentar las “buenas nuevas” en su español limitado. Porque San Pedro es un
pueblo pequeño, la gente podía observar las actividades de los misioneros,
verlos efectuar su predicación en medio de toda clase de tiempo. Como resultado
de esto, llegaron a respetarlos y confiar en ellos, y a menudo venían al hogar
misional para buscar literatura o hacer preguntas bíblicas.
A los misioneros les gustaba trabajar en las
haciendas de caña de azúcar como Consuelo. La administración bondadosamente
hizo arreglos para que los Testigos viajaran en el vagón de reparaciones del
ferrocarril estrecho hasta el fin de la línea. Entonces viajaban por el río en
bote de remos hasta la siguiente línea ferrocarrilera, para subir a otro vagón
de reparaciones hasta su destino. Llevando como ayudas varias cajas de libros,
tenían el privilegio de predicar en territorio verdaderamente virgen.
Para suministrar a los hermanos mejor
contacto con la organización, y en armonía con los arreglos teocráticos de
otros lugares, se inició la obra de circuito en 1950. El hermano Stolfi
fue enviado como siervo de circuito a visitar a ocho congregaciones existentes
y a ponerse en comunicación con varios grupos aislados. Uno de aquellos grupos
estaba ubicado cerca de Santiago. Para llegar a él, los Stolfis iban en autobús
hasta el fin de la carretera, entonces caminaban hasta un río de montaña que
solo podía ser cruzado a caballo. Aun entonces tenían que tener mucho cuidado
para no caerse y ser llevados por la rápida corriente. Una vez cruzado el
no, continuaban a pie y llegaban a una aldehuela donde unas cincuenta personas
los esperaban. Estas personas eran pobres en lo material. Sus hogares eran
cuatro paredes y un techo de paja, sin piso y con pocos muebles, si algunos,
pero lo que les faltaba en lo material lo compensaban en lo espiritual.
Dondequiera que iban los Stolfis en el
circuito eran seguidos por espías. Lo mismo les sucedió a la mayoría de los
hermanos durante toda la “era de Trujillo.” Se decía que ‘había espías para
seguir a los espías que seguían a los espías.’
‘A TRUJILLO NO LE
GUSTA ESTO’
Mientras tanto, el hermano Montás hablaba
tanto acerca de lo que estaba aprendiendo que en la zona de San Cristóbal la
verdad llegó a ser conocida como la religión de Luis Eduardo, y muy pronto él
estuvo celebrando reuniones al lado de la farmacia, copiando lo que veía y oía
en las reuniones de la capital. En 1948, llamado ante el presidente del
partido político para explicar esta nueva religión, se le dijo: “A Trujillo
no le va a gustar esto.” Cuando los discursos públicos atrajeron
concurrencias de cien o más personas y se distribuyó mucha literatura de nuevo
el presidente lo llamó y le dijo: “Dr. Montás, hay más personas asistiendo a
las reuniones de los testigos de Jehová que usted organiza que a las reuniones
del Partido.” El hermano Montás explicó que esto no era culpa de él,
puesto que él no estaba a cargo de promover reuniones del partido. Si los
miembros del partido tuvieran los mismos motivos, obtendrían los mismos
resultados. Se le dijo que a Trujillo no le gustaba esta religión, que él
debía detener las reuniones y recoger toda la literatura que había sido
distribuida. El hermano Montás respondió que ésta era la religión verdadera, y
por eso él no podía dejarla, que no era de ninguna manera dañina al
gobierno ni al pueblo. En cuanto a la literatura, no sería posible
recogerla.
Unos días después hubo una reunión en el
Palacio Provincial a la cual asistió el gobernador, Dr. José Benjamín Uribe, el
senador, diputados, el presidente del partido local y otros. Personas que
habían estado estudiando la Biblia en sus hogares y las que habían estado
asistiendo a las reuniones fueron sometidas a interrogatorio. Negaron que
fueran Testigos. El hermano Montás relata lo siguiente: “Me acusaron de dirigir
un movimiento sedicioso. Finalmente hablé para explicar la obra de los testigos
de Jehová. Habían oído que nadie era testigo para Jehová en San Cristóbal,
puesto que todos lo habían negado. No obstante, había uno, y yo
no iba a dejar de ser uno. Para ahora estaba oscuro, y vieron que yo
no iba a dejar de hablar, de modo que dejaron las luces sin encender.
Ofrecí estudiar la Biblia en los hogares de ellos o en el mío en cualquier
momento que lo desearan.”
El cura católico Marcos, quien se había
agitado muchísimo debido a las reuniones públicas, advirtió desde el púlpito
que la gente no debía ir a la farmacia, porque la policía secreta estaba
alistando los nombres de todos los que iban allí. La gente empezó a evitar ir a
la farmacia y a la clínica dental.
El hermano Montás continúa diciendo: “En este
momento crítico de mi vida, Lennart Johnson, que había estudiado conmigo en la
capital, llegó a nuestro hogar. Vino con su Biblia y libro para conducir un
estudio conmigo como de costumbre. Fue una cuerda salvavidas lanzada a un
hombre que se ahogaba, un tónico poderoso para un corazón que desmayaba. Me
puso sobre mis pies.”
Habiendo recibido del coronel Alberto Mota la
advertencia de que no fuera a Santiago a pronunciar el discurso del
Memorial, el hermano Montás explicó que estaba obligado a ir. Fue, y permaneció
allí seis meses... en la cárcel. Puesto en libertad, hermano Montás estuvo
constantemente bajo la vigilancia de espías y se efectuaron varios atentados
contra su vida. No obstante, pudo reorganizar las reuniones, aunque
clandestinamente. El “padre” Marcos continuó sus ataques. El hermano Montás
devuelto a la cárcel por otros tres meses, esta vez acusado predicar en las
calles de San Cristóbal. Nos dice: “Peleé como león defendiendo mi fe y todavía
lo recuerdo con gozo. En la Corte de Apelaciones algunos dijeron después que yo
parecía el juez y los cinco jueces los acusados. Les advertí a los jueces que
tuvieran cuidado porque estaba siendo juzgado por testigo de Jehová, y que
Jehová había dicho que el que tocaba a uno de sus testigos era como el que le
tocaba la pupila de su ojo. No mucho después de esto, el presidente del
tribunal murió de cáncer.”
Perseguido de nuevo, el hermano Montás
permaneció escondido nueve días entre el techo interior y el techo de lata de
su casa. Su esposa estaba a punto de sufrir un desplome nervioso. La casa
estaba rodeada por guardias. Él oraba incesantemente a Jehová. Comenzó una
lluvia torrencial. Él continuó orando. Todos los guardias entraron en la
farmacia para protegerse de la lluvia. Este era el momento que el hermano
Montás había estado esperando. Salió e hizo señas a un automóvil público que
pasaba. Los guardias aparecieron. La hija mayor de Montás entró en el auto y se
sentó a su lado. Dos guardias se le quedaron mirando, fascinados por ella, sin
dar una mirada al hermano Montás, que continuaba su oración a Jehová Dios. En
los puntos donde investigaban los vehículos, los guardias tomaron nota del
número de la licencia y el nombre del conductor. Nadie notó a Montás. Llegó sin
percance a la casa de Raymond Johnson en capital, donde permaneció durante unos
meses. Al regresar a su casa, cayó en manos de dos oficiales y pasó los
siguientes dos años y nueve meses en la prisión La Victoria.
AUMENTA LA OPOSICIÓN
La primerísima asamblea de circuito que se
celebró en la República Dominicana fue una ocasión gozosa. Se celebró en
septiembre de 1949 en un gran almacén de tabaco en Santiago. Aunque las
luces se apagaron en la primera noche y el programa presentó sin luz o sistema
sonoro, los hermanos se emocionaron mucho con su primera asamblea. En el
discurso público del domingo hubo una concurrencia de 260 personas.
Veintiocho se bautizaron.
La segunda asamblea se celebró en la capital
en diciembre. J. M. Steelman, quien había hecho varios viajes
anteriormente a la isla, asistió a esta asamblea como el representante viajante
de la Sociedad. John Gilbert recuerda que miembros de la policía secreta en
esta asamblea hacían preguntas a los hermanos en cuanto a sus actitudes para
con el gobierno, el pago de impuestos y el servicio militar.
Esto fue una indicación de lo que habría de
venir y un tiempo de verdaderas dificultades comenzó para nuestros hermanos
dedicados. La Invasión de Luperón, el primer atentado grande de poner fin al
gobierno de Trujillo, había sido rápidamente aplastada, pero ahora el gobierno
de Trujillo comenzó a encerrar en la cárcel a los que rehusaban rendir servicio
militar y a cualquiera considerado fuera de armonía con el régimen. Cuando
llegaba el tiempo para sus juicios, se les daba sentencias de prisión. He aquí
un ejemplo de lo que sucedió.
León Glass y Francisco Madera estaban
empleados en trabajo administrado por un cuñado de Trujillo, Ramón Saviñón
Lluberes. Como testigos de Jehová, comenzaron a cometer el “grave pecado” de
estar ausentes de las reuniones políticas. Después de la abortiva Invasión de
Luperón, a los empleados del gobierno se les obligaba a enviar telegramas
proclamando su lealtad a Trujillo. Saviñón Lluberes dio a todos los que
trabajaban bajo él la orden de hacer lo mismo. Los hermanos rehusaron firmar. El
auditor, Rafael Chávez, dijo: “Aquí el que manda es Trujillo y hasta Jehová que
baje del cielo se tiene que someter.” El hermano Glass respondió: “Si yo
firmara, estaría diciendo que esa blasfemia que usted acaba de decir es
verdad.”
El martes siguiente estos dos hermanos fueron
arrestados e interrogados por el coronel Ludovino Fernández, comandante del
puesto (Fuerte Ozama), y García Oliva, jefe del servicio de Inteligencia.
Estaban interesados en saber cuántos Testigos había, por qué se distribuían las
revistas ¡Despertad! y La Atalaya, y el nombre de los
hombres que eran de edad para servicio militar. Información dada llevó al
arresto de Enrique Glass, Demetrio Basset y Santiago Piña. Fueron puestos en
libertad y entonces llamados directamente a rendir servicio militar, aunque la
selección se hacía normalmente por lotería. Una sentencia de cinco días fue
estirada a ocho días para incluir un fin de semana, de modo que se pudiera
tomar nota de los nombres de los que visitaran el domingo. Arrestados de nuevo un
día después de haber sido puestos en libertad, fueron sentenciados a año y
medio. Esta vez Rafael Glass fue incluido en el grupo. Prisioneros y guardias
se mofaban de ellos día y noche como prueba de su lealtad a Trujillo. El
coronel Fernández dijo: “Testigos de Jehová, cuando se hagan testigos del
Diablo avíseme, para dejarlos salir.” Otros se burlaban diciendo: “¡Vamos a ver
si Jehová los saca!”
Un mes y veinte días después de completar su
sentencia, fueron arrestados de nuevo y acusados de abstenerse del servicio
militar en un período de emergencia, calumniar a un funcionario público,
pertenecer a una secta disuelta llamada testigos de Jehová y predicar en
violación de la proscripción de la obra. Esta vez fueron sentenciados a cinco
años.
León Glass informa lo siguiente: “Siempre
tuvimos fortaleza de Jehová para aguantar y podíamos ver aun en detalles
pequeños Su intervención a favor de nosotros. Aun cuando nos golpeaban con
palos, azotes y rifles, lo soportábamos bien, puesto que Jehová suministraba la
fuerza de aguante, suficiente para otras pruebas y más.” La conducta de los
hermanos en la prisión con el tiempo ganó para ellos el respeto y la confianza
de los guardias y los oficiales de la prisión. Roy Brandt, siervo de sucursal
en aquel tiempo, informa que a estos hermanos en prisión se les confiaron más
tarde trabajos en los cuales no se usaba ni a los soldados. Por
ejemplo, a los Testigos prisioneros se les permitía entrar en el centro de
comunicaciones donde Trujillo tenía equipo de radio y grabadores para escuchar
otras emisoras latinoamericanas para enterarse de lo que otras naciones
pensaban de él y su gobierno. León y Enrique Glass, Francisco Madera y Demetrio
Basset fueron algunos de los hermanos utilizados en este trabajo.
En la primavera de 1950 el secretario
del Interior y Policía le pidió al hermano Brandt que sometiera una carta
oficial declarando la posición de los Testigos en cuanto al servicio militar,
el saludo a la bandera y el pago de impuestos. Se le envió la información del
libro “Sea Dios Veraz” en forma de carta. Pasó más o menos un mes,
durante el cual la Iglesia Católica intensificó su campaña contra la
organización. Hubo sacerdotes que escribieron largos artículos denunciando a
los testigos de Jehová, enlazándolos con el comunismo. Estos fueron publicados
en la prensa local. Noticias transmitidas por la emisora oficial La Voz
Dominicana ayudaron a agitar la campaña contra los testigos de Jehová.
Escritores locales como Ramón Emilio Jiménez, Marrero Aristy y Horacio Ortíz
Álvarez contribuyeron a la campaña verbal contra el pueblo de Jehová. El
“padre” Robles Toledano añadió su voz, hablando contra “los mal llamados
testigos de Jehová” y “los miembros del Jehovismo.”
El 21 de junio de 1950 un mensajero vino
al hogar misional para informarle al hermano Brandt que lo quería ver el
secretario del Interior y Policía. Fue inmediatamente, y aquí está su informe
de lo que sucedió: “Cuando llegué vi el jeep del periódico con
fotógrafos allí y pensé que alguien importante venía o partía de allí.
No obstante, muy pronto sabría por qué había tanta excitación. Vi a dos
curas Jesuitas católicos en sus sotanas blancas entrar y salir de la oficina
del Secretario mientras esperaba para entrar. Después que se me llamó, entré y
me identifiqué como testigo de Jehová. Se me dijo que escuchara el decreto
mientras lo leía un muy nervioso secretario del Interior y Policía, el señor
Antonio Hungría. Después de la lectura de la resolución prohibiendo la
actividad de los testigos de Jehová en el país, pregunté si eso quería decir
que nosotros, los misioneros, tendríamos que irnos. Me aseguró que podíamos
permanecer aquí todo el tiempo que quisiéramos si obedecíamos las leyes y
no predicábamos ni hablábamos a la gente acerca de nuestra religión,
y que el jefe de la Policía, Ludovino Fernández, se encargaría de que
obedeciéramos este decreto. El día siguiente los periódicos salieron con mi
fotografía cuando se me entregaba el decreto que prohibía la actividad de los
testigos de Jehová en la República Dominicana.”
La razón para la proscripción, según el
decreto, era que los testigos de Jehová prohibían a sus prosélitos participar
en la política y les ordenaban honrar la ley solo si estaba en armonía con los
principios justos, abriendo así el camino a la anarquía y el desorden. Se decía
que a los seguidores se les prohibía unirse a las fuerzas armadas y dar
veneración a la bandera. El decreto mencionaba que la existencia de otras
religiones en el país por muchos años demostraba que se puede mantener la fe
religiosa con el respeto debido a las leyes, y se podía así funcionar sin
impedimento ni dificultades con el gobierno
¿Qué se podía hacer ahora? Según el decreto
gubernamental la predicación habría de cesar, pero según el decreto de Dios la
predicación de las “buenas nuevas” habría de continuar, fuera apreciada por los
hombres o no. A los estudiantes de la Biblia se les dijo que serían
encarcelados si permitían que los Testigos visitaran sus hogares. Los Salones
del Reino fueron cerrados. A los hermanos se les dijo que toda actividad debía
cesar, y se mantuvo una vigilancia constante sobre los hogares misionales.
Cuando alguien salía, era seguido, y a todo el que se acercaba a la casa se le
advertía que se alejara.
Al fin de 1950, cuando los hermanos
Knorr y Henschel visitaron el país, algunos de los misioneros recibieron una
nueva asignación a Puerto Rico, Guatemala y la Argentina. Otros obtuvieron
trabajo seglar enseñando inglés, y algunos fueron empleados por la compañía
Eléctrica. ¡Allí, por ejemplo, Roy Brandt trabajó como registrador del tiempo,
con acceso a todos los generadores, interruptores y calderas, de modo que
aparentemente el gobierno no estaba muy preocupado en cuanto a sus
alegadas conexiones con el comunismo! Con este trabajo seglar, los hermanos pudieron
ayudar a pagar hogares que podían ser usados como lugares donde reunirse. Sí,
se celebraban las reuniones a pesar de las circunstancias. En uno de estos
hogares los muebles del cuarto de atrás llevaban ruedas y podían ser fácilmente
rodados a la siguiente habitación y reemplazados con de quince a veinte sillas
para poder celebrar una combinación del estudio de La Atalaya,
la reunión de servicio y la Escuela del Ministerio Teocrático.
El Memorial se celebraba en grupos pequeños,
y un orador a menudo pronunciaba tres discursos en tres diferentes lugares una
sola noche. Muy frecuentemente había lluvias intensas esa noche, lluvias de
bendición, puesto que evitaban que los espías salieran a las calles. Como ya
hemos visto, fue una lluvia esta clase la que ayudó al hermano Luis Montás a
escapar San Cristóbal. El hermano Raymond Johnson tuvo experiencias similares
cuando lo mantenían bajo estrecha vigilancia en su asignación de Santiago.
Cuando salía de la casa para conducir un estudio lo seguían. Él simplemente empezaba
a caminar y doblaba muchas esquinas, yendo y volviendo y dando vueltas a
manzanas de casas hasta que el espía que lo seguía se cansaba y se detenía.
Pero muchas veces un rápido chubasco caía, y mientras el espía se detenía en
algún lugar para escapar de a lluvia, el hermano Johnson continuaba su camino a
su revisita.
El hermano Julio Ditren fue bautizado
en 1955 y por eso se asoció con la organización en el tiempo en que la
persecución era intensa. Su hogar fue usado como lugar de reunión, y nunca tuvo
seria dificultad. Sucede que tenía un amigo que no era Testigo, pero
realmente era amigo, y que trabajaba para el gobierno, conectado estrechamente
con el departamento de la policía. A veces este amigo le decía al hermano
Ditren: “No tengas tu reunión esta semana.” Y, precisamente, aquella
semana se veía algunos espías en los alrededores o hasta entraban en la casa.
Entonces algún tiempo después el amigo le decía: “Ahora está bien. Puedes tener
tus reuniones otra vez.” Evidentemente los oficiales habían decidido que el
hogar no era un lugar de reuniones.
FUNCIONANDO BAJO LA
PROSCRIPCIÓN
El abastecimiento regular de sostenimiento
espiritual era algo que recibía consideración vital en aquellos días. Y es una
indicación maravillosa de la provisión amorosa de Jehová el hecho de que La Atalaya
nos solía llegar por correo, por mensajero personal y de otras maneras. Al
intensificarse la censura, el único método seguro era por portador personal.
Uno de estos mensajeros nos dice lo que podía estar envuelto en ello:
“En el aeropuerto de Ciudad Trujillo (Santo
Domingo) cuando un viajero pasaba por la Aduana los funcionarios hacían que se
parara en cierto lugar y leyera un rótulo que estaba en la pared allí. Esto era
una treta, pues detrás de la pared había un fluoroscopio que se usaba para
examinar al viajero, para determinar si llevaba armas. A menudo me preguntaba
qué apariencia presentaban en aquella máquina las grapas de las revistas. Pero,
a través de los años, nunca se descubrió la literatura. A veces parecía que
Jehová los había cegado de la manera que evidentemente fueron cegados los
hombres de Sodoma, y también los del ejército sirio que trataron de capturar al
profeta Eliseo. (Gén. 19:4-11; 2 Rey. 6:15, 18-20) Una vez que las
revistas estaban en manos de los hermanos, los artículos de estudio de éstas
podían ser copiados por mimeógrafo y distribuidos por todo el país.”
El servicio del campo se efectuaba con
cautela. Los libros se dividían en partes para poder llevar unas cuantas
páginas dobladas en el bolsillo de una camisa o en un saco de víveres sin
atraer indebida atención. Los libros que se utilizaban para estudiar se dejaban
en la casa del estudiante para poder caminar por la calle sin llevar
publicaciones. Hojas de informe se llenaban, pero parecían listas de compras,
pues los publicadores informaban lechosa, frijoles, huevos, repollo y espinaca
para libros, folletos, horas, y así por el estilo. Los ejemplares
mimeografiados de La Atalaya eran llamados yuca.
Por supuesto, no era necesario que
hallaran a uno llevando literatura para que lo arrestaran, como se puede ver en
el caso de Lucía Pozo. Fue después de asistir a la asamblea de 1950 en
Nueva York que la policía se le acercó y la arrestó. Ella llevaba una cartera
que contenía jabón, una toalla y cosméticos. Por alguna transformación éstos se
convirtieron en revistas La Atalaya y una Biblia para cuando
llegó el tiempo para su juicio. Al llegar a la comisaría, el jefe de la policía
la insultó, llamándola comunista, mujer desvergonzada, vagabunda y enemiga del
gobierno. La pusieron en la Prisión de Mujeres y entonces la mudaron a San
Cristóbal. Sometida a interrogatorio, se le preguntó si no sabía que la
obra de los testigos de Jehová estaba proscrita. Lucía respondió: “Mi adoración
de Jehová no está proscrita.” Se le recordó lo siguiente: “En este país
Trujillo tiene que ser obedecido.”
La hermana Pozo fue transferida en la parte
de atrás de un camión ‘como un saco de papas,’ como dice ella, a Pedernales,
cerca de la frontera haitiana. En Pedernales la mayoría de los guardias la
trataron bien. Dejaban su celda abierta y le permitían lavar ropa en un río
bajo los árboles, advirtiéndole que se apresurara a entrar cuando se acercaba
el capitán Almanzar, pues todos vivían con miedo de este hombre. Cuando uno de
los guardias hizo insinuaciones sexuales, el médico escuchó lo que pasaba e
intervino a favor de ella. La hermana Pozo estaba resuelta a probar que el jefe
de la policía, quien la había llamado tantas cosas insultantes, era un
mentiroso, y a no hacer nada que resultara en deshonra para Jehová. Desde
que fue puesta en libertad ha continuado fiel y actualmente está rindiendo
servicio de precursora especial en Santo Domingo.
Una parte importante de la vida de los
hermanos durante este tiempo era la visita semanal a las prisiones, con
alimento y otras necesidades para los hermanos aprisionados. Los visitantes se
colocaban en fila en la calle afuera antes de las dos de la tarde el domingo,
los hombres y las mujeres en filas separadas. Un soldado anotaba el nombre y
número de Cédula cada uno, y a quién deseaba visitar. A los visitantes varones
les registraba. Los hermanos no solo recibían abastecimiento alimento
corriente, sino también alimento espiritual. A sus visitantes se les permitía
llevar alimento en varias formas. A veces uno podía poner una bolsa de papel
dentro de otra, con unas cuantas hojas de las revistas o folletos entre estas,
entonces llenar la bolsa de adentro con fruta. Mientras el guardia examinaba la
fruta cuidadosamente, a menudo no pensaba en mirar entre las bolsas,
pensando que se usaban las dos para añadir fuerza de modo que los jugos de las
frutas no rompieran las bolsas. Las hermanas ocultaban varias hojas de
literatura en su ropa. Así nuestros hermanos en prisión fueron mantenidos espiritualmente
fuertes.
Dentro de estos lugares los prisioneros
tenían privilegios de servicio. León Glass cuenta que como prisioneros se les
asignaba trabajar alrededor de recintos militares en la capital y en el
interior, y a todas las personas a quienes encontraban les llevaban las “buenas
nuevas.” Algunos del personal militar nos daban amistad y hasta los ayudaban a
conseguir literatura. Por varios meses se les asignó a cortar hierba a lo largo
de la carretera a Mella. Uno de estos prisioneros escribe: “Trabajamos cuarenta
y siete kilómetros de la carretera de casa en casa, compañía de los guardias.
¡Qué días agradables!”
Dentro de la prisión trabajaban de celda en
celda y de cama en cama. Algunos de los individuos a quienes se testificó
tienen ahora puestos de siervos en las congregaciones, como Manuel Tamayo y
Manuel Rincón. Dos que llegaron a ser Testigos en prisión fueron asesinados,
uno, Guarionex Vargas, porque su sobrino participó en una conspiración contra
Trujillo. Después de reconocer el tratamiento cruel que se dio a los testigos
de Jehová, Ramón Alberto Ferreras, un prisionero político, en su libro “Preso,”
en la página 140, declara: “El Armagedón del juicio final, las excelencias
que esperaban a los justos en el más allá, las catástrofes que aguardan a la
humanidad según el Apocalipsis y otros temas bíblicos o teológicos, se dejaban
oír en las celdas de los Pabellones A y B, mientras estuvo en prisión
el grupo de los Testigos, encabezado por un señor de apellido Montás, de San
Cristóbal.” Aunque el señor Ferreras, según su libro, aparentemente pensó que
los testigos de Jehová habían sido acabados completamente durante ese tiempo,
en realidad el número de ellos aumentó. La predicación a la cual se refirió él
era el arreglo que hicieron los hermanos en la prisión para celebrar un
“discurso público” cada día directamente desde la celda. Puesto que la prisión
era como una mazmorra, la voz del que hablara se podía oír hasta la distancia
de varios grupos de celdas, hasta en la sección de las mujeres, desde la cual,
a veces, venía la pregunta: “¿No va a haber un sermón hoy?”
UN ALIVIO . . .
Y ENTONCES MÁS NUBES
El 16 de junio de 1954 Trujillo
firmó un concordato con Roma prometiendo tratamiento especial para el clero de
la Iglesia Católica Romana. En 1955 llegó a ser “Padre de la Patria Nueva”
y en Ciudad Trujillo se celebró la Exhibición de la Paz y Confraternidad del
Mundo Libre. En este “mundo libre” la proscripción había estado en vigor por
cinco años. Como señala el 1956 Yearbook of Jehovah’s Witnesses, la
mayoría de los publicadores nunca habían visto una revista La Atalaya
original ni un Informador (ahora Ministerio del Reino).
Muchos nunca habían ofrecido literatura de casa en casa. El publicador de
término medio nunca había asistido a una reunión pública ni a una
asamblea. No cantaba ni conocía los cánticos del Reino, pero tenían
el espíritu de Jehová y ése era y es el secreto de su fortaleza.
A Raymond Franz, misionero en Puerto Rico, se
le pidió ahora que entregara personalmente una petición al dictador Trujillo,
pidiendo la remoción de la proscripción. Al comunicarse con los hermanos, se le
avisó que la mejor manera de conseguir ver a Trujillo era enviar un telegrama
solicitando una entrevista “Solicito respetuosamente el privilegio de breve
entrevista con Su Excelencia. Educador norteamericano en gira de
7.000 millas. Tengo información de gran importancia para usted y su país.”
Este fue el texto del telegrama enviado y éste es el relato que da el
hermano Franz de lo que aconteció:
“El día siguiente un mensaje telefónico en el
hotel me avisó que estuviera en el Palacio Nacional a las ocho en punto de la
mañana siguiente. Aquella mañana fui a las puertas del Palacio y, después de
haber tenido que esperar mientras la banda tocaba el Himno Nacional, con todo
el personal gubernamental de pie en los muchos balcones del Palacio, se me
permitió pasar la garita de centinela en la entrada, y subir los muchos anchos
escalones al Palacio.
“Después de haber sido colocado en diferentes
salas de espera compañía por un período de casi una hora, y entonces conversar
brevemente con un general dominicano, fui conducido por un pasillo, a través de
una pieza donde había cuatro oficiales de pie, y entonces se me indicó que
pasara por un pasaje bastante estrecho que llevaba a una pieza grande. Solo al
llegar a la pieza grande vi al dictador de pie a un lado de un gran escritorio.
Difícilmente había esperado llegar a él con tanta facilidad.
“Después de un intercambio de saludos y de
haber hecho yo unos cuantos comentarios favorables en cuanto al país, expliqué
en español mi misión: representar a una organización internacional como emisario
de ésta para presentarle una petición. Dándole primero una carta de
presentación, entregué entonces la petición. Trujillo no había dicho nada
después del saludo inicial, dando la impresión de estar nervioso por
no saber qué esperar. Empezó a leer la petición, pero pronto se detuvo y
simplemente dirigió la mirada a mí. Entonces le dije que era el deseo de
nuestra Sociedad comunicarle que lamentábamos que la nuestra fuera la única
organización religiosa que había sido puesta bajo proscripción en su país y que
los testigos de Jehová eran conocidos mundialmente como ciudadanos pacíficos,
respetuosos e industriosos. Esta era la primera vez que se había usado el
nombre ‘testigos de Jehová’ y manifiestamente él no había visto todavía el
nombre en la petición. Ahora ‘explotó,’ diciendo que los Testigos rehusaban
rendir servicio militar y no saludaban el emblema nacional. Señalé que la
petición explicaba por qué, y que no había motivos políticos envueltos,
solamente asuntos de religión y conciencia. Después de unos cuantos breves
intercambios de declaraciones, se puso de pie, indicando que la entrevista
había terminado. Para sorpresa mía extendió la mano. Yo la estreché,
asegurándole que estaba dispuesto a contestar cualesquier preguntas que pudiera
tener después de leer la petición, y partí.”
En 1956 la proscripción fue levantada.
Aquello parecía demasiado bueno para ser cierto. Se hizo una llamada al
secretario de Cultos y él dio esta seguridad a los hermanos: “Sí, están libres,
absolutamente libres para practicar su religión tal como lo hacían antes.” Un
hermano desempolvó su maletín de libros, metió en el una Biblia y libros y, con
el periódico en una mano, montó de un salto en su bicicleta y pasó por el
pueblecito donde vivía, diciendo: “¡La obra de los testigos de Jehová está
libre, la obra está libre!” Su esposa salió por la puerta de atrás gritando lo
mismo a los vecinos. Hubo gran regocijo.
La reorganización comenzó inmediatamente. Se
ubicaron Salones del Reino, se rehicieron los mapas de territorio y los
archivos de congregación. Se hicieron pedidos de literatura y revistas,y éstos
fueron recibidos sin más problemas. Antes de la proscripción
261 publicadores habían informado. ¡Cuando la proscripción fue quitada en
agosto había 522, y para noviembre habían informado 612!
Unos siete meses después de la remoción de la
proscripción las revistas dejaron de entrar y en la prensa empezaron a aparecer
editoriales que llamaban “comunistas” a los Testigos. El siervo de sucursal,
Roy Brandt, fue a ver al administrador de correos para tratar lo referente a
las revistas y la situación. Este hombre, un coronel del ejército, lo interrogó
acerca de las creencias de los testigos de Jehová, incluso el punto de quiénes
son los “príncipes” que van a gobernar en el nuevo orden. Se consideraron las
bendiciones del régimen del Reino por más de una hora. El coronel dijo que
tenía un cuarto lleno de revistas pero tenía órdenes de Trujillo de
no dejarlas salir. Fueron enviadas a la sucursal de Puerto Rico a expensas
del gobierno dominicano.
El 30 de junio de 1957 el cura jesuita
Vásquez Sanz, en un discurso transmitido por radio, mostró claramente la
posición de la Iglesia Católica en cuanto a las actividades renovadas del
pueblo de Jehová. Llamó a los testigos de Jehová comunistas, odiadores de todo
orden, e hizo otras falsas acusaciones, todas las cuales fueron repetidas en la
prensa pública. Diariamente se publicaron artículos similares. El cura católico
romano Robles Toledano dijo que los testigos de Jehová eran un cáncer y tenían que
ser desarraigados de la República Dominicana. El 3 de julio, El Caribe
(periódico local), bajo el título “¿Testigos de Moscú?” dijo: “Por la esencia
de sus postulados doctrinales los Testigos de Jehová semejan una vanguardia
solapada del comunismo.” El 8 de julio el mismo periódico dijo:
“No cabe la menor duda de que el movimiento jehovaísta es una peligrosa
punta de lanza que prepara los caminos al desastre comunista.” Los ataques
continuaron. A los testigos de Jehová se les llamó violadores de la ley,
insultadores de la bandera y del himno nacional, y estalló una ola de terrible
persecución.
En la zona de Salcedo las congregaciones
enteras de Los Cacaos, Blanco Arriba y Monte Adentro fueron arrestadas y a los
hermanos se les pidió que firmaran una declaración renunciando a su fe y
prometiendo que regresarían a la Iglesia Católica Romana. Los hermanos fueron
golpeados, pateados, y se les dieron culatazos con rifles en la cara y fueron
arrojados en una celda atestada. Las hermanas, en una celda separada, pudieron
oír sus gemidos de dolor toda la noche.
La mañana siguiente, uno por uno los siervos
de estas congregaciones fueron llevados a una oficina. José Jiménez (65)
fue arrastrado de allí sangrante e inconsciente. Pedro Germán (35) salió
sangrando. Ángel Ángel (60) estaba inconsciente y sangrando por boca y
nariz. Pedro González (60) salió con los ojos hinchados hasta
no poder abrirlos y su hijo Porfirio (25) estaba inconsciente y
sangrando del oído. Le habían roto el tímpano.
En Santiago, a Miguel Ángel Fernández y
Máximo López les dieron veintiún azotes con un látigo. En la prisión La
Victoria, en la capital, algunos fueron encarcelados por ocho días a harina de
maíz y agua. En otra prisión, un hermano sobrevivió tres días con un poquito de
dulce. Cordelia Marte, de quince años de edad, fue llevada ante el general
Ludovino Fernández en Salcedo. Este comenzó a hablar contra los testigos de
Jehová, diciendo que era fácil ver que eran de Moscú porque solo vagaban de un
lado a otro y ni siquiera tenían una iglesia. La joven le preguntó si
sabía lo que quería decir la palabra “iglesia.” Él se enfureció, dijo que sabía
que a ella debían “cortarla en pedazos, estrellarla contra la pared para que
sus sesos rebotaran y entonces enterrarla algún lugar donde no hediera.”
Gritó a los soldados: “Llévensela y enciérrenla sin consideración alguna.” Más
tarde fue transferida al Fuerte de Santiago y entonces al Reformatorio de
Mujeres de la capital. Allí compartió una celda con Ramonita, una Testigo de
doce años de edad.
En total, unos 150 hermanos fueron
arrestados, muchos de estos antes de anunciarse la proscripción oficial el
24 de julio. Esta proscripción tuvo un aspecto más serio, porque fue por
decreto presidencial y ratificada por una Ley del Congreso, mientras que la
primera había sido por orden del secretario del Interior. Esta segunda
proscripción se hizo ante la instancia del senador monseñor Sanabia y otro
diputado que también era sacerdote. Declaraba que las doctrinas de los testigos
de Jehová envolvían una violación de los principios sobre los cuales se había
organizado la República Dominicana. Cuando el Senado dio consideración
favorable a esta ley el monseñor Pérez Sánchez, también senador, dijo que era
una “ocasión feliz” el que el Senado hiciera esto.
El coronel Arturo Espaillat de la Policía
Militar llamó al hermano Brandt y le dijo que los misioneros habían de
prepararse para partir del país en treinta días. Ellos empezaron a vender sus
muebles, y la máquina de mimeógrafo fue llevada a otra ubicación donde Donald
Nowills y León Glass fueron instruidos en su uso. Continúa el hermano Brandt:
“Unos diez días antes del tiempo en que habíamos de partir, los diez misioneros
fuimos llamados a la Oficina de Inteligencia Militar e interrogados acerca de
nuestra mudanza. El coronel Espaillat pensaba que compraríamos nuestros boletos
y sencillamente nos iríamos sin ninguna dificultad para él. Pero le expliqué
que nuestra fecha de partida quedaba de parte de él porque nosotros
no compraríamos boletos para partir, puesto que queríamos permanecer aquí.
Entonces entendió que tendríamos que ser deportados y dijo: ‘Bueno, si ustedes
quieren ser mártires los enviaremos de aquí.’ Le dije que enviara a alguien de
puesto oficial a llevarnos al aeropuerto. Envió dos taxímetros con un bien
conocido ‘matón’ del gobierno, Cholo Villeta, y otro oficial, y nosotros diez
nos metimos en los dos taxímetros con nuestras maletas y fuimos al aeropuerto,
donde ellos nos compraron boletos para Puerto Rico. Una hermana vino a
despedirnos, pero un policía amigable le dijo a la hermana Johnson que le
dijera que se fuera rápidamente porque tenían órdenes de matar a cualquiera que
nos mostrara amistad.
“Llegamos a Puerto Rico y nos recibieron
fotógrafos y reporteros de los periódicos. Los periódicos de Puerto Rico
mostraron nuestras fotos, las de nosotros diez, y la historia de nuestra
deportación. Esto dio un amplio testimonio.” Ello ocurrió el 3 de agosto
de 1957.
En la República Dominicana la obra quedó en
manos de un joven hermano de veinte años de edad, quien se había bautizado solo
cuatro años antes. Cuando Donald Nowills fue nombrado siervo auxiliar de
congregación en 1956, era la primera vez que había oído de tal puesto.
Después fue nombrado siervo de congregación. Entonces, en marzo de 1957,
fue nombrado siervo de circuito. Durante este tiempo pareció que siempre estaba
precisamente una congregación adelante de donde lo buscaban las autoridades. En
cierta ocasión había regresado a la aldehuela de Monte Adentro para recoger
algunas de sus pertenencias personales. Gabriel Almanzar se ofreció para
regresar con él a Salcedo, a cuatro kilómetros de allí. El hermano Nowills dijo
que no sería necesario, que él podía fácilmente llegar allá, y se fue
solo. Aquella misma tarde cuando el hermano Almanzar fue al pueblo fue
rápidamente reconocido y se formó una chusma alrededor de él, gritando la
gente: “¡Un Testigo! ¡Es Testigo!” Aparecieron dos guardias y se lo llevaron.
Fue el primero del grupo de la zona de Salcedo que fue arrestado y golpeado. Si
el hermano Nowills hubiera estado con él, sin duda habría compartido el mismo
tratamiento.
Al atender la sucursal después de la
deportación de los misioneros, el hermano Nowills encontró todo nuevo; todo lo
tenía que aprender. Apreció mucho las visitas del hermano Bivens como siervo de
zona y de Raymond Franz, porque le ayudaron a resolver los muchos problemas de
organización y las dificultades que crearon personas que ambicionaban puestos
en la organización. Gradualmente la obra llegó a estar mejor organizada. A los
hermanos se les mostró cómo se podía efectuar la obra de casa en casa a pesar
de la proscripción. En algunas zonas rurales, después de la ola de persecución
intensa, los hermanos no se habían atrevido a celebrar reuniones. Entonces
algunos comenzaron a estudiar juntos en lugares aislados de siembra de café.
Por dos años estuvieron seguros de que un siervo de circuito no podría
llegar a ellos sin ser arrestado, pero finales se hizo un intento de lograrlo.
Félix Marte, otro guiado por hermano, entró en la zona después de la puesta del
Sol. Veintiuna personas asistieron a la primera reunión, todas las cuales
previamente habían renunciado a la obra debido a la persecución. La segunda
noche se reunió con otro grupo de treinta. La noche después el hermano Marte y
su compañero caminaron once kilómetros, a veces con el lodo hasta las rodillas,
reunirse con otro grupo. Tomó tres horas ir al lugar de reunión. Cuando
diecisiete hermanos salieron para recibirlos y abrazarlos olvidaron lo cansados
que estaban, y la reunión comenzó a las 10:15 de la noche. En este viaje el
hermano Marte pudo dar ayuda y consejo a unos sesenta hermanos.
CUANDO LOS PILLOS
RIÑEN
Lo que son compañeros en la delincuencia por
lo general descubren que no tienen un enlace fuerte entre sí. El interés
egoísta los separa. Así fue en la República Dominicana. Ahora se estaba
haciendo patente que los opositores del régimen estaban haciéndose más
atrevidos y Trujillo comenzó a tener momentos de preocupación. Aunque sus
tropas habían acabado con la invasión de Constanza, Maimón y Ester Hondo, el
14 de junio de 1957, el ataque dejó a los enemigos del gobierno con
el sentimiento de que el régimen no era invulnerable.
La década de los años sesenta comenzó
espectacularmente con la lectura de una carta pastoral en la misa en todas las
iglesias católicas. Esta declaraba que la Iglesia no podía permanecer
insensible ante el dolor profundo que afligía a tantos hogares dominicanos.
Declaraba ciertos derechos de que todos deberían disfrutar y entonces decía: “Hemos
dirigido . . . una carta oficial a la más alta autoridad del
país, para que . . . se evitan excesos, que . . .
sólo harían daño a quien los comete.” En respuesta se les dijo a los clérigos
que se abstuvieran de actividad política o de cualquier cosa que alterara la
paz pública. Esto preparó el camino para hostilidades del gobierno contra la
Iglesia. Una de las represalias tomadas fue la remoción, en la primavera
de 1960, de la proscripción que se había impuesto a los testigos de
Jehová.
El hermano Anton Koerber investigó en la
Embajada Dominicana en Washington y se le dijo que ahora la obra estaba libre y
de nuevo podían ser enviados allí los misioneros. Ciertamente fue una bendición
de Jehová el que algunos de los mismos que habían sido expulsados del país fueran
enviados de nuevo allí como misioneros. El 7 de julio de 1960 el
hermano Roy Brandt y su esposa recibieron la bienvenida allí al regresar.
Comenzaron a trabajar como misioneros, dejando la organización de la sucursal
como estaba entonces. Se celebraron reuniones pero en grupos pequeños. Nadie
sabía precisamente hasta dónde llegaría la liberación.
Mientras tanto, los problemas de Trujillo
aumentaban. El 24 de junio de 1960 se había hecho un atentado contra
la vida del presidente Betancourt, de Venezuela, y el régimen de Trujillo fue
acusado de la conspiración. Esto produjo sanciones de parte de la Organización
de Estados Americanos. El brutal asesinato político de las tres hermanas
Mirabal que habían estado activas en el movimiento del 14 de junio levantó
la indignación pública por todo el país.
En enero de 1961 el hermano Milton
Henschel, de la oficina del presidente, visitó la sucursal. Ayudó a los
hermanos a preparar mapas de su territorio y comenzar la obra de
reorganización. Pronto los grupos estaban siendo visitados con regularidad por
dos siervos de circuito. Este contacto restaurado de la organización con los
hermanos mostró amor y los ayudó a mantenerse espiritualmente saludables. Hubo
mucho entusiasmo y los hermanos comenzaron a ofrecer las revistas en la calle.
Pero el hermano Knorr advirtió contra esto porque provocaría a los opositores y
la obra se podía hacer sin ello. Lo importante era decir las “buenas nuevas,”
sin mucha agitación si era necesario, visitando a la gente en sus hogares y conduciendo
estudios con los que mostraban interés.
En la primavera de 1961 se suministró
más ayuda. El hermano Salvino Ferrari y su esposa, ambos con muchos años de
experiencia de misioneros en Cuba, llegaron y la obra crecía. Para a tender a
las veinte congregaciones y muchos grupos aislados, tres siervos de circuito
fueron utilizados... los hermanos E. Glass, D. Nowills y
H. Nicholas.
El 30 de mayo de 1961 Trujillo fue
asesinado y la policía secreta lanzó una búsqueda intensa de todos los que
estaban implicados en el asunto. Solo dos hombres lograron escapar,
escondiéndose hasta que se les otorgó amnistía. Varios misioneros fueron
transferidos de Puerto Rico a la República Dominicana, incluso el hermano
Raymond Franz y su esposa. El hermano Franz informa lo siguiente: “Aunque la
obra se podía hacer libremente ahora, y se usaban los Salones del Reino, la
gente por lo general todavía mostraba bastante temor, y vacilaba en cuanto a
hablar con nosotros en la obra de casa en casa. El nombre y el retrato de
Trujillo todavía aparecían en la mayoría de las casas, las fábricas todavía
llevaban los lemas enormes: ‘Dios y Trujillo,’ ‘Alabanza a Trujillo,’ y lemas
similares aparecían hasta en las cajitas que llevaban los limpiabotas en las
plazas públicas.”
Ahora vino una crisis política. Miembros de
la familia de Trujillo trataron de apoderarse de las riendas del poder, pero,
bajo la presión de la resistencia popular, se vieron obligados a huir. Hubo
huelgas, violencia, disparos, explosiones y soldados por todas partes. Personas
que solo unos cuantos meses antes adoraban a Trujillo ahora empezaron a
destruir fanáticamente todas sus estatuas y cuadros. Los hogares y las fincas
de la familia de Trujillo y sus asociados fueron saqueados. Se otorgó amnistía
a los desterrados políticos. Se formó un consejo de estado para gobernar el
país. Joaquín Balaguer, que había sido presidente bajo Trujillo, fue nombrado
presidente del consejo. Después de la muerte de varias personas que fueron
ametralladas, una junta militar se apoderó del poder. Balaguer busco asilo en
la oficina del nuncio papal y se le permitió viajar a salvo a Puerto Rico. El
jefe militar Echavarría fue enviado al destierro a pesar de las fuertes
protestas de los que pensaban que debió haber sido sometido a juicio por asesinatos
políticos.
En aquellos días de disturbio y confusión
políticos, el espíritu de Jehová continuó con sus fieles, de modo que para el
fin del año de servicio había treinta y tres hermanos sirviendo como
precursores especiales. Fue en aquel mismo año que el hermano Nowills tuvo el
privilegio de asistir al curso de diez meses de la Escuela de Galaad, en
Brooklyn, Nueva York. Habiendo obtenido alguna experiencia en la obra de
sucursal durante el período de la proscripción, aprecio la oportunidad de estudiar
la central de la Sociedad y aumentar en estatura espiritual. Regresó en
diciembre y por sus visitas a las congregaciones ayudó mucho a estabilizar la
obra.
PROSPERANDO EN
TIEMPOS DIFÍCILES
El hermano Knorr visitó a la República
Dominicana en abril de 1962, suministrando el estímulo que se necesitaba
para más actividad. Aunque la obra iba bien, era principalmente por una
continuación de la obra de los estudios bíblicos en los hogares, que había sido
la actividad que había recibido énfasis durante la proscripción. Ahora se
deseaba más trabajo de casa en casa. Se formó otro circuito y a los siervos de
circuito se les dio la instrucción de dar atención especial a la obra de casa
en casa. Las actitudes estaban cambiando rápidamente. Para aprovechar el tiempo
mientras era conveniente, el hermano Knorr elevó el número permitido de
precursores especiales a 100. El pueblo de Jehová sentía la urgencia de los
tiempos. La gente, por tanto tiempo restringida, debería tener ahora una
oportunidad de oír las buenas nuevas del Reino. Aunque solo había
790 publicadores como promedio en 1962, la asistencia al Memorial se
elevó a 2.315. Obviamente había mucho trabajo que hacer todavía. Los hermanos
Ferrari y Dingman fueron asignados a la obra de circuito, en la cual ambos tenían
experiencia, para ayudar a las congregaciones jóvenes y los grupitos de
precursores especiales a organizarse y enlazarse más estrechamente con la
organización. Raymond Franz fue nombrado siervo de sucursal. Misioneros con
experiencia en México, Bolivia y otros lugares fueron transferidos a la
República Dominicana, y se comenzó a construir una nueva sucursal y hogar
misional a fines del año.
Con la ayuda de Jehová, la obra continuó
creciendo... 1.035 personas, entre ellas 75 precursores especiales, predicaron
como promedio cada mes durante 1963. El año comenzó con una muy útil
visita por el hermano Bivens, siervo de zona nombrado por el presidente de la
Sociedad. El hermano Duffield, con experiencia en la sucursal cubana, llegó
para asumir responsabilidad mientras el hermano Franz asistía al curso de diez
meses de entrenamiento en Galaad. Mientras tanto, el hermano R. Wallen, de
la oficina del presidente, visitó la sucursal y ayudó a organizar las clases de
lectura y escritura. Los que no podían leer se reunían durante la parte
final de la Escuela del Ministerio Teocrático para ser entrenados en lectura y
así poder edificar su fe. Después de graduarse de Galaad, el hermano Franz
sirvió como siervo de zona y entonces continuó como siervo de sucursal en la República
Dominicana. En diciembre hubo un aumento de 18 por ciento en el número de
publicadores, y el total llegó a 1.540. Veintiocho congregaciones y más de
veinticinco grupos estaban siendo visitados regularmente por ministros
viajantes de la Sociedad. La concurrencia al Memorial en 1964 fue
de 4.064. Eran sorprendentes las posibilidades de crecimiento.
En el campo político durante este mismo
período de tiempo había predominado la anarquía. En diciembre de 1962 Juan
Bosch fue electo presidente. En poco tiempo fue echado y reemplazado por una
junta militar que gobernó desde 1963 hasta 1965. Los impuestos y la
austeridad instigaron una revolución popular en abril de 1965. Muchos
alegan que la intervención estadounidense evitó que aquella revolución
triunfara. Ahora Santo Domingo se convirtió en un campo de batalla mientras
revolucionarios y fuerzas gubernamentales luchaban por el poder. El aire estaba
lleno del sonido de guerra, sonido de rifles y fuego de ametralladoras y el
zumbar de los aviones que bombardeaban sus objetivos. El servicio de
electricidad, el servicio telefónico y postal, y la transportación pública
quedaron fuera de función. Pronto se descubrió que había menos disparos entre
las cinco y las once de la mañana, de modo que se usó este tiempo para obtener
víveres y cosas necesarias y para predicar. Uno arriesgaba la vida no solo
para obtener necesidades materiales, sino también para asistir a las reuniones.
La isla quedó separada del resto del mundo, pero no del amor de la
organización de Jehová. Al 19 de mayo el hermano Knorr envió un telegrama:
“¿CÓMO ESTÁN TODOS? FAVOR RESPONDER POR CABLE.” Brooklyn recibió aviso tanto
por cable como por carta, la carta enviada a través de fuentes diplomáticas, la
única manera en que se podía recibir o enviar correo. La oficina del presidente
avisó a las familias de todos los misioneros que todos estaban bien, y así se
evitó preocupación innecesaria.
El siervo de sucursal, Raymond Franz,
describe lo que era vivir en medio de una revolución: “La capital era el centro
del conflicto. Dormimos en el piso por meses debido al peligro de dormir al
nivel de las ventanas. Sin embargo, muy pocas balas dieron contra el edificio
de la sucursal. La electricidad en la capital quedó fuera de función casi
inmediatamente, lo que quiso decir que no podíamos usar nuestra estufa
eléctrica ni el refrigerador, ni contar con nuestra bomba eléctrica
para subir el agua al segundo piso del edificio. Hice un par de cocinillas de
carbón de unas latas grandes. De noche leíamos a la luz de unas velas (después
nos modernizamos consiguiendo linternas de queroseno), pero puesto que esto
imponía un esfuerzo considerable a la vista y de noche el tiroteo siempre
empeoraba, después de estudiar un poco nosotros los misioneros a menudo
jugábamos a las damas chinas u otros juegos para alejar nuestra mente de la
pelea que rabiaba afuera y aliviar hasta cierto punto la tensión. Con el
transcurso del tiempo llegamos a estar tan acostumbrados que el tiroteo
no impedía que durmiéramos más o menos normalmente. Muchas veces al
mediodía estallaba un tiroteo mientras almorzábamos y nos deslizábamos al suelo
y bajábamos los platos a las sillas y continuábamos comiendo. Me pareció que el
pasar por esas experiencias hacía que nosotros los misioneros nos apreciáramos
tanto más unos a otros. Además, igualmente sucedía en cuanto a todos los
hermanos. El verlos venir a las reuniones (ahora celebradas en grupos pequeños)
enfrentándose a obstáculos y riesgos los hacia parecer tanto más preciosos.”
En la ciudad dominaban el desafuero y el
desorden. Surgían cuestiones que ponían a prueba la conciencia cristiana. Era
necesario mantener la neutralidad. La opresión y las injusticias podrían
ejercer influencia en uno y llevarlo a inclinarse en una dirección u otra. Era
un tiempo en el cual recordar que ambos lados eran parte de este sistema de
cosas y que ninguno de los dos tenía la aprobación de Jehová. Soldados de
marina norteamericanos ocupaban algunas casas, o situaban ametralladoras en
techos o balcones. Por lo menos un hermano tuvo que ir a los oficiales
norteamericanos para solicitar que los soldados de marina y sus armas fueran
quitados de su casa. Aprovechándose de la ausencia de ley, gente pobre se
apoderó de terrenos vacantes y edificó en ellos. ¿Harían eso nuestros hermanos
cristianos? Almacenes parcialmente quemados fueron abiertos por los
revolucionarios y se permitía que la gente los saqueara, hasta se invitaba a la
gente a hacerlo. Todos estaban ante una prueba. ¿Se unirían los hermanos a la
gente y harían estas cosas? ¿Hasta dónde se guiarían por el principio cristiano
de neutralidad?
Pronto la capital fue dividida en tres
sectores. El ejército dominicano controlaba el norte y oeste; los soldados de
marina estadounidenses controlaban un corredor que contenía la oficina
sucursal; y el sector del sur, incluso la sección comercial principal, los
muelles y la oficina de correos, estaba en manos de los revolucionarios. Debido
a la reconocida neutralidad de los Testigos, al hermano Franz se le permitía ir
de una sección a la otra sin molestia. Las asambleas de circuito se celebraban
fuera de la ciudad, con arreglos especiales para que los hermanos de la ciudad
volvieran a sus hogares para la hora de la queda.
Comenta Raymond Franz: “Por eso, aunque la
guerra trajo dificultades y peligros, especialmente de clase espiritual, todos
llegamos a opinar que habíamos aprendido mucho de ella y apreciábamos aun más
lo recto de la Palabra de Dios y lo sabio que era seguir sus principios. Nos
sentimos enriquecidos por la experiencia y con fuertes lazos de amor para con
los que habían compartido estas experiencias con nosotros, en fidelidad.”
El hermano Franz fue invitado a servir en la
central de Brooklyn de la Sociedad, de modo que se hicieron arreglos para que
el hermano Keith Stebbins, quien había estado sirviendo de siervo de sucursal
en el Hawai y acababa de completar el curso de diez meses en Galaad, viniera a
la República Dominicana, aprendiera español y continuara como siervo de
sucursal. El hermano Stebbins y su esposa llegaron el 11 de junio
de 1965, y pocos meses después unas misioneras con experiencia, las
hermanas Juryne Schock y Edith White, fueron traídas desde Jamaica. También se
hizo el esfuerzo de enseñar inglés a algunos dominicanos nativos, para
prepararlos como posibles candidatos para entrenamiento en Galaad.
Aunque la revolución había sido suprimida, y
Balaguer fue electo presidente, la violencia y el terrorismo continuaron. A
cualquier hora y en cualquier lugar estallaba el tiroteo en las calles. Las
noches eran siempre perturbadas por la explosión de una bomba o disparos.
Chusmas destructoras fuera de control mantenían a la gente en temor de salir a
las calles. Estas condiciones causaron mucha inconveniencia a los hermanos,
pero con la dirección del espíritu de Jehová por medio de su organización se
logró adelanto. Se dio énfasis al desarrollo espiritual. Esto se necesitaba
mucho para preparar a los hermanos a enfrentarse a problemas similares y otros
que surgirían en el futuro.
Visitas por el hermano Henschel en 1966,
Greenlees en 19677, Wallen en 1968 y Tracy en 1969 ayudaron a
fortalecer la organización de la sucursal y el servicio que se daba a los
hermanos de todo el país. En 1966 el número de publicadores creció hasta
un promedio de 2.040 en cinco circuitos, con setenta y ocho precursores
especiales. Aquel año 6.156 personas asistieron al Memorial.
Los esfuerzos que se hicieron por enlazar a
la República Dominicana con las asambleas internacionales “Hijos de Libertad de
Dios” resultaron inútiles. No se pudieron hacer arreglos para
transportación y alojamiento. Ni las líneas aéreas ni los hoteles
quisieron cooperar garantizando espacio para delegados extranjeros. Parecía que
no era la voluntad de Jehová el traer visitantes a este país en disturbio
en aquel tiempo. Sin embargo, se celebró la asamblea nacional en enero
de 1967 de modo que los hermanos sí recibieran el beneficio del mismo
programa. La presencia, también, de miembros de la junta de directores de la
Sociedad aseguró a los hermanos locales que ellos eran parte de la gran familia
de la sociedad del nuevo orden. Varios hermanos pudieron ir de Puerto Rico, y
por una extensa campaña publicitaria invitó a la población local a asistir. Una
presentación de once minutos por televisión de los hermanos Knorr, Stebbins y
González, el siervo de distrito, hizo destacar el propósito de nuestra obra y
de la asamblea. La concurrencia alcanzó la cifra 5.154 personas.
Continuaron las bendiciones en 1967 y
resultaron en más crecimiento. Un número de 2.453 publicadores informaron
con regularidad por medio de 47 congregaciones en 5 circuitos. Hubo
6.939 personas presentes en el Memorial, y el número de precursores
especiales aumentó a 142. Se dio más ayuda amorosa: El Ministerio del Reino
se enviaba ahora temprano a la sucursal. Aquí era revisado para que encajara
con las necesidades de los hermanos en la República Dominicana. Los hermanos
apreciaron esto y respondieron con gran progreso en el ministerio. Hubo
2.715 publicadores como promedio mensualmente, con una asistencia de 9.843
al Memorial, en 1968. ¡Qué maravilloso era todo esto para nosotros!
A medida que los 141 precursores
especiales, 254 precursores regulares y 2.156 publicadores de
congregación efectuaron una excelente obra de pastoreo durante 1969, la
organización continuó creciendo. Ese año se alcanzó un máximo de
3.144 publicadores, y más grupos fueron convertidos en congregaciones de
modo que el número de éstas alcanzó un total de 58. Durante el año,
106.633 piezas de literatura se colocaron. El siervo de sucursal fue llamado a
una reunión especial en Brooklyn. Todo señalaba al hecho de que todavía había
mucho trabajo que hacer en esta parte del campo.
Las huelgas, el hambre y el descontento
aumentaron en el país, pero el pueblo de Jehová continuó prosperando espiritualmente.
Se hizo necesario edificar una extensión en el edificio de la sucursal para
almacenamiento y envío de literatura. Cada vez más personas hallaban su refugio
en Jehová y su organización. Para 1970 había 3.378 publicadores en
63 congregaciones, y más de la mitad de los hermanos habían entrado en la
organización durante los cinco años anteriores. Y Jehová suministra lo que se
necesita. Vinieron de todo ramo de actividad en la vida: Mecánicos de
automóvil, agricultores, conductores de automóviles públicos, tenedores de
libros, constructores, carpinteros, abogados, dentistas, sí, y ex-políticos;
todos atraídos por el amor a la verdad y el amor a Jehová. Ahora son una sola
familia y están libres de la lucha del viejo sistema.
A fines de 1969 y principios de 1970
Satanás trató de causar unos problemas en esta organización que crecía
rápidamente, promoviendo desacuerdos entre algunos de los siervos prominentes.
Pero, como siempre, el espíritu de Jehová fue más que adecuado para tratar con
la situación. De hecho, muchos publicadores ni se dieron cuenta de que
había surgido un problema. Otros, reconociendo el arreglo teocrático, siguieron
adelante y no permitieron que diferencias de personalidad interrumpieran
su servicio a Jehová. Al fin de febrero de 1970 el hermano Jesse Cantwell
y su esposa llegaron de Colombia, y el hermano Cantwell fue nombrado siervo de
sucursal. Se celebraron cinco cursos de la Escuela del Ministerio del Reino en
la sucursal con el propósito de equipar a los superintendentes de manera que mejoraran
su servicio de pastoreo. Se celebraron reuniones especiales con todos los
siervos de circuito y distrito. El siervo de sucursal visitó todas las
asambleas de circuito y las cuatro asambleas de distrito en un esfuerzo por
establecer lazos más estrechos entre los publicadores y la sucursal. También se
celebraron reuniones con los precursores regulares y especiales. Se puso en
vigor un programa de “Oradores de Betel” por medio del cual el siervo de la
sucursal u otro hermano de la oficina visitaba congregaciones durante el fin de
semana, pronunciando un discurso de servicio en la noche del sábado y
participando en la predicación el domingo, y entonces pronunciando el discurso
público aquella tarde. Todo esto contribuyó a enlazar más estrechamente a los
publicadores y la sucursal en vínculos de amor.
El desarrollo espiritual ha sido el objetivo
principal de todos los hermanos maduros por todo el país durante el año. Se
necesita madurez para enfrentarse a las tácticas actuales de Satanás. Pocos
años atrás utilizó la persecución cruel y fracasó. La obra creció. Ahora ataca
tratando de sembrar discordia, por medio de inmoralidad y por el materialismo.
Se hizo necesario expulsar a cincuenta y cuatro personas durante el
año 1971. En una ciudad había 350 publicadores al principio del año.
Durante el año más del 4 por ciento fueron expulsados. Triste como parezca
esto, produjo fe en la organización y abrió el camino para el fluir libre del
espíritu de Jehová. Durante el mismo período de tiempo el número de los publicadores
en aquella ciudad aumentó en 18,3 por ciento, a pesar de la pérdida de
4 por ciento.
Cuando fallan los métodos violentos, Satanás
intenta otros métodos. Además de la mencionada dificultad entre hermanos, a la
cual Jehová puso fin por la acción rápida de Su organización, siempre hay la
atracción de los deseos carnales. El materialismo y la inmoralidad continúan
presentándose, contribuyendo cada uno a la caída de algunos de los hermanos que
se mantuvieron tan fieles a través de los tiempos de persecución. Tres que
pasaron muchos largos meses en prisión tuvieron que ser expulsados. Uno de
éstos todavía está expulsado. De hecho, en una sola ciudad dieciocho personas
tuvieron que ser expulsadas durante el año pasado. La congregación de Jehová
tiene ser mantenida limpia de modo que su espíritu fluya sin estorbo.
La operación continuada del espíritu de
Jehová, sin embargo, trajo bendiciones a los hermanos fieles, de modo que para
el fin del año de servicio de 1971 hubo 4.106 publicadores
informando. El amor de Jehová y el amor cristiano de unos a otros mantuvo a los
publicadores adelantando gozosamente, trabajando en el campo por todo el país,
y 13.778 personas asistieron al Memorial.
A través de los años la actitud de la gente
ha cambiado notablemente. Ya no se mira a la Iglesia como la potencia que
era. Ya no se tiene en profundo respeto a los curas. El descontento se
manifiesta en la inquietud estudiantil, las manifestaciones de protesta, los
frecuentes estallidos de terrorismo y la presencia de patrullas armadas en las
calles. Por otra parte, la operación del espíritu de Jehová ha sido manifiesta,
y para con los testigos de Jehová hay una actitud de respeto. Cada vez más
personas aceptan la invitación de venir y probar que Jehová es bueno. Esto se
puede ver por el hecho de que cada semana se conducen 6.596 estudios
bíblicos de casa y de que en 1971 se distribuyeron 105.916 Biblias,
libros y folletos, junto con 830.340 revistas La Atalaya
y ¡Despertad! por todo el país. Más de 1.125.000 horas se dedicaron
a predicar las buenas nuevas.
A pesar del hecho de que parece haber un
“tema” de dificultades y violencia entretejido en las experiencias del pueblo
de en la República Dominicana, los hermanos tienen un punto de vista positivo.
Se encuentran felices y dan generosamente de sí mismos. Responden a la
invitación de Jehová. Dicen: “¡Aquí estamos! ¡Envíanos!” Y estamos seguros de
que Jehová continuará enviándolos a todas partes del país a predicar y enseñar
hasta que Él diga que es suficiente.
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