Una
hermana de la República Dominicana estaba recibiendo muchas llamadas
equivocadas que la interrumpían en su trabajo. Después de varios días pensó que
podría aprovecharlas para predicar. ¿Cómo lo hizo? Ella decía: “Lo siento, se
equivocó de número. Pero permítame preguntarle algo: ‘¿Ha leído la Biblia
hoy?’”. Algunos colgaban. Sin embargo, otros decían que no la habían
leído. Entonces añadía: “¿Sabe usted por qué es tan importante leerla?”. Para
responderles usando la propia Biblia, buscaba Salmo 1:1-3. En cierta
ocasión, un funcionario gubernamental habló largo y tendido con ella. Cuando le
dijo que no tenía Biblia, la hermana se encargó de conseguirle un ejemplar
y algunas publicaciones. Dos semanas más tarde, él volvió a llamarla para darle
las gracias por su interés y por las publicaciones.
En otra llamada equivocada, una mujer joven
le preguntó: “¿Es usted testigo de Jehová?”. Cuando le contestó que sí, ella se
echó a llorar y le explicó que era una publicadora inactiva. La hermana le
dio ánimo y buscó a alguien para que la ayudara espiritualmente. Con el tiempo,
esta mujer se reactivó.
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