Una hermana que es ortodoncista asistió a un
seminario de un día sobre implantes dentales. A los más de doscientos
cincuenta dentistas presentes se les ofreció la oportunidad de llenar una
solicitud para asistir a un curso avanzado y muy costoso en Europa. Sin
embargo, solo se invitaría a ocho de ellos. Al concluir el seminario, le
dijeron a la hermana que, además de ser una de las seleccionadas para recibir
el curso, se le iba a otorgar una beca completa. Sorprendida, nuestra hermana
respondió: “Gracias por la invitación, pero ni llené la solicitud
ni puedo aceptar su generosa oferta. Soy testigo de Jehová, y para mí
no hay nada más importante que el bienestar espiritual de mi familia. Si
yo asistiera a un curso tan intenso, querría sacarle el máximo provecho; pero
cada semana tengo cinco reuniones bíblicas que requieren toda mi atención.
Además, ¿de qué me serviría una capacitación avanzada y una titulación
superior, si al regresar me encontrara con que mis dos hijos adolescentes han
empezado a consumir drogas o han hecho cosas malas porque los dejé solos?”.
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