jueves, 5 de marzo de 2015

El agua... don maravilloso para el hombre



Nos hallábamos junto a una corriente que retumbaba, bien alto en las montañas cerca de Medellín, Colombia, después de haber viajado todo el día a través de una sección árida de Córdoba. Aquí y allá en nuestra ropa y el auto en el cual viajábamos dejaban su marca acumulaciones de polvo. Y también en nuestra garganta, aparentemente. Tomando una curva en la subida que nos permitiría pasar sobre la montaña y bajar hasta Medellín, nos topamos con esta corriente. ¡Verdaderamente, un don maravilloso del Creador del hombre!
El ciclo del agua
El agua de esta hermosa corriente estaba en rápido movimiento. Junto con el agua de otras corrientes de las montañas, valles, y hasta subterráneas, de ríos y lagos, se movía hacia el mar. Allí el Sol con sus poderosos rayos la levantaría como vapor acuoso, quitándole la sal por evaporación sencilla.
Cada segundo nuestro Sol hace subir así 15.000.000 de toneladas de agua dulce de los océanos salados y otras fuentes. Llevado por nubes y corrientes de aire por encima de alguna masa de tierra sedienta, el vapor acuoso se deposita como lluvia, la cual se vacía en algún río o corriente y con el tiempo regresa al mar. Notablemente, la Santa Biblia, hace unos 3.000 años, describió este ciclo, diciendo: “Todos los torrentes invernales están saliendo para el mar, no obstante el mar mismo no está lleno. Al lugar para donde están saliendo los torrentes invernales, allí están regresando para poder salir.”—Ecl. 1:7.
Pero el vapor acuoso no solo se produce como resultado de la acción de bombeo del Sol en las superficies de los cuerpos de agua. Aproximadamente el 85 por ciento proviene de los océanos, pero las plantas también contribuyen vapor acuoso. Embeben humedad por medio de su sistema de raíces y luego la pasan por las hojas como vapor. Un abedul puede despedir unos 265 litros de agua diariamente. ¡Y una hectárea de maíz puede despedir unos 36.300 litros en un día!
El hombre, su alimento y bebida
Jehová, el Creador, desplegó su maravillosa sabiduría cuando hizo el agua, y con toda razón debemos apreciar este don. Nuestro cuerpo consta de 75 a 90 por ciento de agua, un porcentaje que disminuye con la vejez y es un poco menor en las mujeres que en los hombres.
Durante la vida de la persona de término medio ésta ingiere más de 56.775 litros de agua. Cada día el hombre ingiere unos dos litros y medio de agua, ya sea por bebidas o en el alimento. A menudo nuestro alimento tiene de 60 a 95 por ciento de agua por peso. Por ejemplo, ¿sabe usted que una manzana es 80 por ciento agua, un tomate aproximadamente 95 por ciento agua y una sandía 97 por ciento? Hasta el más seco de los alimentos, las semillas de girasol asadas, son 5 por ciento agua.
Hay muchísima agua en la Tierra, pero algunas regiones tienen mucho menos que otras. No son raras las escaseces de agua en la República Dominicana. Hace algún tiempo, en la primera plana de un periódico de Santo Domingo se ilustró elocuentemente el problema. Se mostraba una llave de agua de la que caía una sola gota de agua en una mano ahuecada. Era fácil imaginarse la situación. Un día caluroso y polvoriento, en el cual había ropa que lavar, una casa que limpiar, la comida que preparar, ¡y ni un chorrito de agua de la llave! Sin embargo, un estudio hecho por técnicos de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos aseveró que en la República Dominicana hay suficiente agua como para satisfacer las necesidades presentes y futuras del país. Parece ser que el problema estriba en hacer disponible a todos esa agua.
Guía para exploradores y rutas de comercio
El agua le sirve al hombre de muchas maneras. Por mucho tiempo los exploradores han utilizado los ríos como guías. Viajando por el Amazonas y sus 200 tributarios, los exploradores penetraron en la cuenca del Amazonas. Y hasta ahora estas aguas suministran el principal medio de transporte en esa región.
El río Misisipí hizo posible la exploración de vastas extensiones de los Estados Unidos, puesto que forma el tronco de una vía acuática interior de 22.526 kilómetros. La vía acuática de San Lorenzo llevó a los exploradores y colonizadores al corazón del continente norteamericano.
Y el hombre ha utilizado por mucho tiempo las aguas para su propia transportación y para el transporte de sus mercancías de una parte de la Tierra a la otra, sea por balsa, canoa o trasatlántico.
Una temprana vía acuática comercial en la historia del hombre fue el río Éufrates, navegable por botes pequeños por unos 1.930 kilómetros. Las rutas de comercio del día moderno siguen recorridos como el del Misisipí. Hecho famoso en una canción norteamericana como ‘el viejo río que fluye imperturbable,’ éste hace su recorrido de 3.974 kilómetros desde el norte de Minnesota hasta el golfo de México.
El Rin se considera como uno de los ríos más bellos del mundo. Sin embargo, si uno fuese uno de los muchos industriales de la zona del Ruhr, probablemente estaría más interesado en el hecho de que esta vía de flotación podría llevar sus productos a importantes puertos belgas y holandeses. Desde el sudeste de Suiza fluye por 1.303 kilómetros a través de Alemania y Holanda hasta el mar del Norte.
Hace girar las ruedas de la industria
El Creador hizo el agua que ha hecho girar las ruedas de la industria desde los días del molino de agua hasta la turbina hidráulica actual. El hombre reconoció temprano las posibilidades que encerraba la energía de las enormes cataratas y de las gigantescas olas que se estrellaban en los litorales del mundo, pero sus esfuerzos por controlar ese poder y enjaezarlo para su propio uso ha tropezado con limitaciones. Según la Encyclopedia Americana (ed. de 1961, tomo 29, pág. 24), solo está utilizando un “porcentaje infinitesimal” de lo que hay allí. Hasta ahora poco se ha hecho para utilizar la energía que resulta de la acción de las olas de los océanos.
Quizás la ribera del río que movía al molino haya sido en el pasado un romántico lugar de reunión, pero también era donde estaba la aceña que convertía el grano en harina. Planas piedras de molino circulares estaban conectadas a una rueda que giraba bajo el empuje de la corriente. Menos pintoresca, pero más eficaz, es la turbina hidráulica, que produce energía de agua represada. Este sistema se usa extensamente en la América del Norte, Europa y Rusia.
En la actualidad hay en marcha dos proyectos hidroeléctricos importantes en la República Dominicana. En la parte central del país se está construyendo el complejo de Tavera, a un costo que se calcula en sesenta millones de pesos, mientras que al sur se están empleando otros veintidós millones en el proyecto de Valdesia. Además de suministrar agua para extensa irrigación de terrenos, se espera que para 1974, al terminarse estos proyectos, se hará accesible la electricidad a costo razonable en todas partes de la República.
La Tierra y su agua
Dios hizo el agua para que pudiéramos vivir en esta Tierra. La necesitamos para vivir. También añade gozo a la vida. ¿Se ha sentado usted alguna vez junto a un lago en un atardecer fresco y ha observado la belleza del Sol poniente reflejada profundamente en las aguas semejantes a espejo? ¿Ha remado usted alguna vez en canoa sobre un sendero de luz trémula de Luna a través de una bahía tranquila? ¿Ha presenciado la maravilla pasmosa de una catarata que va arrollando sobre las rocas hasta lanzarse a la espuma blanca abajo? ¿Ha escuchado el fuerte rugido de las poderosas olas de los océanos que dan contra una costa rocosa? Todo esto está incluido en el don del Creador al hombre.
Al disfrutar de una bebida fría quizás no nos demos cuenta de cuán singular es este don de nuestro Creador. Esto se debe a que el agua es la única sustancia común en nuestra Tierra que existe naturalmente en tres formas diferentes: como líquido, gas (vapor acuoso) y sólido (hielo). Singular también es el agua porque cuando se congela se ensancha en vez de contraerse como lo hacen casi todas las otras sustancias. Por eso el hielo flota en el líquido más pesado. Si el hielo no flotara, la Tierra podría convertirse en un desierto ártico sin vida. Con el tiempo toda el agua llegaría a ser hielo sólido, quizás solo con una capa delgada de agua en el verano.
Hay algunos organismos sencillos que pueden existir sin aire, pero ninguno puede sobrevivir sin agua, puesto que dependen del agua para disolver aquello de lo cual se alimentan. Una persona quizás pudiera vivir un mes más o menos sin alimento, pero sin agua no podría esperar vivir más de cinco a diez días. Así de sencillo es: Si no hay agua, no hay vida.
Refrescados ahora por las aguas de la corriente saltarina, continuamos nuestro viaje. Nuestro corazón está lleno de aprecio por la sabiduría y benignidad del Creador. Sí, Jehová ciertamente desplegó estas cualidades cuando le dio al hombre el maravilloso don del agua.


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