En la República Dominicana, el clero colaboró con el
dictador Trujillo, valiéndose de él para lograr sus propósitos, así como él se
valía del clero para conseguir los suyos. En 1950 el superintendente de la
sucursal de la Sociedad Watch Tower fue citado por el ministro del Interior y
de la Policía, después que ciertos sacerdotes publicaron artículos en los que
denunciaban a los Testigos. Mientras esperaba fuera de la oficina, el
superintendente de la sucursal vio a dos sacerdotes jesuitas entrar allí y
luego salir. A continuación se le hizo pasar, y el ministro leyó, con evidente
nerviosismo, un decreto que proscribía la actividad de los testigos de Jehová.
En 1956 se levantó brevemente la proscripción, y el clero usó la radio y
la prensa para renovar su campaña de difamación contra los Testigos.
Congregaciones enteras fueron arrestadas, y se les ordenó que firmaran una
declaración en la que renunciaban a su fe y prometían regresar a la Iglesia
Católica. Cuando los Testigos rehusaron firmar, recibieron azotes, patadas y
latigazos, además de golpes en la cara con culatas de fusiles. Pero
permanecieron firmes, y siguieron aumentando.
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